Cine: de pederastas y macartos

por Pablo Pozzi

Como vivo en un pueblo las posibilidades de ir al cine son mínimas (o sea hay que ir a 60 kilómetros a Córdoba). Pero me encanta el cine (puedo ver cualquier cosa hasta Steven Segal vestido en tutú y con trasplante de pelo), por ende soy un consumidor de películas truchas. Y el pasado fin de semana estuve en la gloria: llegó un pedido (si, la piratería el día de hoy está tan organizada que encargás vía la web y te lo traen a casita), y me di una panzada de pelis yanquis de esas que llaman «estreno». De un saque me vi American Sniper, Brooklyn, Spotlight y Trumbo, y hasta The Martian. Todo para saber qué me perdí en los Oscar, y también para poder tener material para mis teóricos en la cátedra de Historia de los Estados Unidos de la UBA (bueno y no tener que preparar algo en serio y aburrido). La pasé bomba sobre todo porque el domingo a la noche tenía una sobredosis de propaganda barata y de revisionismo histórico súper berreta.

La primera es la más simple: pésimamente actuada por el nuevo «niño bonito» (Bradley Cooper), American Sniper es la «espectacular» historia del francotirador con más «blancos» confirmados en la historia norteamericana. Que los blancos son hombres, mujeres y niños iraquíes no es un problema porque claramente son todos malos, malos, malos. ¿Cómo lo sabemos? Porque quieren matar a los marines que protege el bueno de Bradley. Hasta un nene trata de tirarles una granada soviética (¿o era rusa? Digamos en esta escena hacen carambola a tres bandas… los rusos también son malos, malos, malos). Y lo vemos al pobrecito de Bradley, torturado por tener que decidir si mata al nene o no. Obvio que le mete un cartucho 7.62×51mm. Obvio que ni te dicen ni te muestran que ese cartucho cuando impacta un nene de diez años lo hace puré. Y aún más obvio que nadie se pregunta por qué no tiró delante del nene, o salió corriendo a pararlo, o bueno cuán peligroso era un nene de diez años, cargando una granada de un par de kilos corriendo directamente hacia unos 50 marines con tanquetas. Pero «sabemos» que Bradley es bueno porque su papucho, cuando niño, le dijo que su deber era «proteger» a los más débiles. Me encantó la imagen de un nene, 50 marines con tanquetas, y los más débiles son estos últimos.

Pero mejora todo el tiempo: el malo, malo, malo es el francotirador enemigo (al que eventualmente mata Bradley… y no es un spoiler esto, si no lo sabías desde el primer minuto entonces sos parte del gran público yanqui). Como está del lado de los iraquíes todos sabemos que el pibe es malo, porque si fuera bueno estaría con los marines que, al fin y al cabo, están dando la vida por la democracia en ese país de miércoles (y feo feo feo) que es Iraq. Es más todos los iraquíes ponen cara de malos, ni uno sonríe nunca, y la peli ni siquiera se preocupa por mostrar que son los habitantes de un país invadido, ocupado y destruido por el bueno de Bradley. ¿Lo peor de todo? Es que ni siquiera la disfruté, era aburridaza, mal actuada, y se tomaba en serio todo el tiempo. Más o menos como ese otro mocazo al que le dieron el Oscar: Hurt Locker.

Si con esta me aburrí, Brooklyn fue peor todavía. Me habían advertido que era una peli «para minas», pero como soy devoto de Cuando Harry conoció a Sally, Sleepless in Seattle y French Kiss, dije que por ahí mi lado femenino haría que me encantara. Por si acaso me senté a verla con mi hija de 11 y mi mujer. Me avivé que algo no andaba cuando la nena empezó a hacer comentarios del tipo «es una boluda» sobre la protagonista. Cuando llegó a decir que le parecía muy pero muy fea, decidió que «basta» y se fue a hacer otra cosa. Yo, como soy cabezón, me quedé hasta el final y mi mujer se quedó solidariamente conmigo, luego de aclarar que le parecía aburridísima. Por si alguno de ustedes la quiere ver es la historia de una chica irlandesa muy católica que vive muy mal y con muchos problemas económicos (nunca sociales, claro) y en vez de hacerse republicana o comunista emigra a Estados Unidos. Allí es empleada pero no es feliz porque «extraña» Irlanda (el hecho de que le paguen una miseria en el tienda donde trabaja, o que la discriminen por católica e irlandesa, o que la hostiguen sexualmente nunca surge en la peli). Chaaaannn chaaaan, hasta que aparece el novio: un italo americano que, lejos de ser ahijado de Don Corleone, es bueno, hincha de beisbol, laburador, y le encantan las irlandesas. ¿Por qué? Y porque si. Claro que los que sospechamos que con esas nadie lo iba a obligar a casarse (como le ocurriría con una buena chica italianita). Que la chica vuelve a Irlanda, que se puede quedar (ahora le va bien, quién sabe porqué), pero se vuelve porque «lo ama» aunque la alternativa es quedarse con irlandés más pintón, con más plata, pero claro irlandés. De la Gran Depresión, de las luchas sociales, de los conflictos por la sindicalización o por la unificación de Irlanda, nada de nada. Pero el mensaje es claro: Irlanda «bad», Estados Unidos «good». Un poco más me recuerda a Zoolander. Tenes problemas en casita, emigrá a Mamita Yunited, ahí vas a encontrar un italianito (de esos que no sabemos por qué se junta con los irlandeses cuando en realidad ambos en los ‘30 no se podían ni ver), tener movilidad social, y hasta tu jefaza en la tienda donde trabajas va a ser buena y comprensiva, no como la bruja almacenera en el pueblo de donde venís. ¿Lo peor? Difícil de discernir sobre todo porque Saoirse Ronan y Emory Cohen (por lo menos ella es irlandesa, pero Cohen es como cuando el georgiano Akim Tamiroff hacía de español en ¿Por quién doblan las campanas?) son tan duros para actuar como Juanita Viale.

Por suerte me enganché Spotlight. Bien actuada por Stanley Tucci (de lejos el mejor actor yanqui), Michael Keaton y Mark Ruffalo (hasta Rachel McAdams estaba bien y eso que e True Detective 2 demostró que ella es la verdadera asesina), sin golpes bajos, con un buen guión. O sea, entretenida, con momentos donde se me revolvían las tripas de pensar en los curas pederastas. Gran parte de lo entretenido tenía que ver con que era una conspiración de tipos que sabemos que son malos (los curas), por ende la cosa era cómo estos periodistas van revelando el misterio que todos conocen. Los héroes son buenos y éticos, que se torturan por no haber hecho algo antes. Me encantó.

Hasta que me puse a pensar un poco. Pensar siempre me genera problemas, y más en este caso. Como buen ateo nadie me tiene que convencer que la Iglesia Católica es mala, estoy más que seguro de que es así. Pero aquí hay algo aun peor, no es sólo la Iglesia sino que la peli presenta al conjunto de los católicos como cómplices. Los ricos porque son parte de una cofradía ideológica y económica; y ¿los otros? Obvio sobre trabajadores, pobres, y según la peli idiotas fácilmente manipulados por el poder. ¿Seguro? ¿En Boston? Donde el principal gremio entre 1930 y 1960 fueron los Tranviarios, católicos, comunistas y muy combativos. Donde se recuerda al socialista irlandés John Connolly y el IRA tiene un peso increíble. Donde el PCEEUU y los trotskistas siempre tuvieron regionales fuertes. Me costaba creer que las familias obreras de Boston hubieran tolerado eso a largo plazo. Y fui a buscar a una conocida periodista yanqui, Joann Wypijewski, que había investigado bien el tema allá por 2002. Ella dice, básicamente, que la película le lava la cara al tema. Paul Shanley, uno de los curas acusados (y condenado) sin pruebas (el que en la peli declara que él fue violado de niño) siempre fue gay (de hecho tenía en su parroquia una cartel que decía «¿Cómo se atreve a pensar que soy heterosexual?») y tenía una pareja. En realidad, Shanley era una de las voces que se oponía a la discriminación de los homosexuales por parte de la Iglesia. Y cuando le ofrecieron que confesara a cambio de dos años y medio de cárcel, rechazó el trato porque se consideraba un «pecador»: le dieron 13 años. Varios otros fueron condenados gracias a «memorias recobradas» de víctimas que declararon que «ahora se acordaban que habían sido violados desde niños por un cura». El problema es que «memoria recobrada» (muy de moda en los 80) es algo cuestionado por el psicoanálisis. Por ejemplo, en el caso del Padre Shanley, su acusador insistió que luego de cada violación tuvo «amnesia total». ¿La tuvo o no la tuvo? ¿Los 500 mil dólares que la Iglesia le entregó «por daños y perjuicios» fueron porque era cierto lo que decía o para que no hubiera más lío? Indudablemente hay curas pederastas; indudablemente la Iglesia los protege para «defender la institución» (amén de algunos otros negocios como los del Padre Grassi). Pero también queda claro que el tema es mucho más complejo. Y nadie hace pelis sobre sacerdotes protestantes degenerados, o rabinos corruptos y violadores (pero si sobre evangélicos chiflados y fraudulentos).

Y lo peor de todo es que Spotlight es una peli de propaganda política: el sistema funciona; los periodistas investigan y revelan; la Justicia condena; y todos somos felices. Hasta la Iglesia Católica, cuyo vocero declaró: «lo califico como «honesto» y «convincente» y dijo que ayudó a la Iglesia Católica EE.UU. «para aceptar plenamente el pecado, para admitirlo públicamente, y para pagar todas las consecuencias.» Luca Pellegrini en el sitio web de Radio Vaticano escribió que los reporteros del Boston Globe «se dieron a ejemplos de su vocación más pura, la de encontrar los hechos, la verificación de las fuentes, y haciendo ellos mismos, por el bien de la comunidad y de una ciudad de los paladines de la necesidad para la justicia.»» (Radio Vaticano, el servicio de radio oficial de la Santa Sede) ¿La Iglesia Católica de acuerdo con Spotlight? El mensaje es más que claro: gracias a los periodistas y los abogados, las familias obreras católicas de Boston pueden dormir tranquilas. Ya no hay más curas pederastas. Excepto en Argentina, como se puede ver por el listado al final.

Más allá de eso, Spotlight me gustó. Pero más me gustó Trumbo. También bien actuada, con un gran guión, y que habla pestes de John Wayne (cosa que me encanta porque era una porquería de tipo). Entretenida, y con buenos y malos bien delineados, hasta tiene traidores como Edward G. Robinson (que yo no sabía que fue rojillo).

Esta es otra de la inmensa cantidad de pelis sobre el macartsimo en Hollywood como The Front, de Woody Allen, Buenas Noches y buena suerte, de George Clooney, y Guilty by Suspicion de Irwin Winkler con Robert De Niro. La mejor de éste género, de lejos, es Abajo el telón, de Tim Robbins. Absolutamente sensacional. De hecho, Trumbo parecería tener mérito porque el protagonista es, oh noooo, comunista. Bueno en Abajo el Telón, hay pilas de zurdos incluyendo a Orson Welles.

Pero los problemas con Trumbo son múltiples. Para empezar el protagonista insiste que es comunacho, pero todo lo que hace lo asemeja a un progre o un liberal de buen corazón. Luego, el PC no aparece ni en foto, ni siquiera para brindar solidaridad o con abogados o con plata (de hecho la estructura del PC norteamericano fue volcada casi enteramente en defensa de estos casos). La principal dirigente comunista de California de la época, Dorothy Healey, no figura en ninguna parte. No hay conflictos obreros, no hay macartismo en ningún lado que no sea Hollywood. Ni siquiera aparece Howard Fast, famoso escritor comunista y autor de la novela «Espartaco», que también fue a la cárcel o Dashiell Hammett, otro gran escritor y cuadro del PC, o la gran dramaturga Lilian Hellman. Trumbo da la impresión que el macartismo fue un fenómeno hollywoodense y no una represión en gran escala. Es más, no hay una pizca de contexto: los socialistas tenían 538 municipalidades en la época, los comunistas eran muy fuertes en el CIO y su frente cultural era inmenso, y la izquierda en general se oponía a la Guerra Fría. O sea, la peli hace parecer que el macartismo fue producto de un par de delirantes, y no lo que fue: una política del gran capital. Aún peor. Trumbo el comunista es un exitoso guionista hasta que Hedda Hopper y John Wayne lo ponen en lista negra y amenazan a los grandes estudios. Que esta fue la época de la organización gremial de los trabajadores del cine, apenas si recibe una mención pasajera. Pobre Dalton, va en cana donde lo tratan mal (supuestamente por comunista, en realidad por ser un blanquito nene bien en una cárcel llena de pobres y obreros). Pero, oh no, su fortaleza interior le permite sobrevivir (¿a un año de cana?, ¿qué hubiera hecho con la dictadura argentina?), para salir, seguir escribiendo guiones (ahora con testaferro), ganar más oscares, y finalmente ser reconocido por su excelencia y maravilla que logra quebrar la lista negra (que ya no era necesaria porque la represión había hecho papa a los rojos y el miedo anticomunista se instaló hasta el día de hoy). Y nunca pero nunca entendemos qué hizo Trumbo que fuera taaaaan terrible. Es más luego de escribir Johnny Got His Gun (novela pacifista pero no demasiado política aunque fue publicada por el PC) el bueno de Dalton hizo Roman Holilday (sobre la princesa y el periodista), Treinta Segundos sobre Tokio (bien belicista), Exodo (una oda al sionismo), ninguna muy politizada hacia la izquierda que digamos. Hasta Espartaco, basada en la novela de Fast sobre la rebelión de esclavos, es más o menos liberaloide. El Comité de Actividades Antiamericanas lo acusó de hacer la peli Tender Comrade, una peli más o menos aburrida que de roja sólo tiene el título. Digamos, comparado con los guiones populistas y anti plutocráticos de Frank Capra, o el cine claramente de izquierda de Tim Robbins, Dalton Trumbo era bien lavadito. En realidad todo lo que hizo Trumbo fue afiliarse al PC, apoyar al sindicalismo, y darle unos dólares a diversas causas izquierdosas. No mucho, pero si lo suficiente como para revelar que en la democracia norteamericana, si quieres ser exitoso no hay que tener ni siquiera el brazo izquierdo.

La otra que vi, pero quedará en el tintero fue Matt Damon en The Martian. Pero como a mí me aburrió hasta la novela de Daniel Defoe «Robinson Crusoe», que la lleven a Marte me pareció por lo menos pedorro, predecible, no muy interesante y a la altura de Tom Hanks en Cast Away.

De todas maneras, lo importante es que nos demos cuenta de la estructura propagandística del cine norteamericano. Todas empiezan igual: buena gente tiene problema, luego lucha contra el problema, y al final es salvado por un sistema capitalista que en realidad es el mejor de los mundos imposibles. La justicia funciona, la sociedad funciona, no hay explotación, y hasta los comunistas son liberales (bueno quizá en esto tienen razón). Y no hay nada mejor que Estados Unidos, aunque tenga algunos problemines, y haya que matar niños para defenderlos. ¿Irlandeses? No están a nuestra altura. ¿Iraquíes? Solo les falta gritar «banzai» como los japoneses (que ahora son buenos) en las pelis de la Segunda Guerra Mundial. ¿Católicos? Curas degenerados, feligreses manipulables, y por suerte hay periodistas bien pagos que hacen justicia. ¿Y Hollywood? Un pequeño bache en el camino del éxito, pero si sos bueno como Trumbo, te van a reconocer y serás parte del sistema.

La verdad es que son unos genios. Sobre todo porque reescriben la historia todo el tiempo, y mienten, mienten peor que Goebbels y siempre algo queda.

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