Las memorias en el cuerpo

por Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos

1976. 40 años. ¿Qué, quiénes, éramos en aquel entonces? Militantes, revolucionarios llenos de sueños y ambiciones. Soñábamos con un mundo distinto, justo, solidario, igualitario.

Desde las organizaciones políticas, desde los sindicatos, las villas, los barrios, las ligas agrarias, las parroquias.

Cada uno a su modo y con sus sueños, pero todos convencidos de que nuestro pueblo tiene derecho a una vida digna. También lo hacíamos combatiendo los embates de los poderosos y las traiciones de la burocracia sindical.

Y nos atravesó el genocidio de la dictadura cívicomilitareclesiástica, como atravesó a todo el pueblo argentino.

Nos fuimos conociendo al fin de la dictadura, en los pasillos de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) o en los juzgados. A principios de noviembre de 1984 y frente a la inminencia del Juicio a las Juntas, se formó la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD) con el lema Memoria, Verdad y Justicia, pero siempre velando por todos los derechos humanos, los de ayer y los de hoy.

Fuimos críticos del juicio porque sólo se juzgaba a las tres primeras juntas, porque en las gradas del tribunal estaban en libertad y vociferando los represores a los cuales señalábamos con nombre y apellido.

Pese a todo, estuvimos, dimos testimonio. Nos conmocionó una entrevista con los integrantes del tribunal en la que nos dijeron que nuestros testimonios en los que contábamos haber compartido nuestro secuestro con tal o cual compañero servirían para hacer prescribir la causa de acuerdo a la pena correspondiente al delito de privación ilegal de la libertad y el tiempo transcurrido desde que lo vimos hasta esa fecha

A partir del juicio, propusimos una solicitada que fue publicada en casi todos los diarios y se llamaba “Testigo se ofrece”. La firmaron centenares de sobrevivientes. Las prescripciones nos llevaron a la calle y protestamos con mesas colocadas por toda la Capital.

En esos años sentíamos la desconfianza hacia nosotros, los aparecidos. Había calado muy hondo en la sociedad el “por algo será”. Por algo será que desaparecieron, se decía durante la dictadura. En la democracia, decían: “por algo será que aparecieron.” Siempre por algo era.

Para las madres y los familiares, representábamos la militancia de sus seres queridos, nuestros compañeros, pero la militancia era algo de lo que no se hablaba, estaba enterrado, era mala palabra.

Costó mucho combatir ese prejuicio. Lo fuimos venciendo con nuestra participación constante en las denuncias de lo ocurrido.

Cuando terminó el Juicio a las Juntas empezamos a plantearnos dos temas: el archivo de los compañeros vistos y en simultáneo qué nos ocurrió en los campos de concentración.

Para ese entonces las reuniones era vehementes charlas sobre la experiencia de cada uno: características de los centros clandestinos de detención, los represores, el carácter de las torturas, los métodos. En cada palabra compartida aparecía la necesidad de desentrañar lo ocurrido en esos lugares de terror y muerte. Acaloradas charlas que se repetían cada vez que aparecía un nuevo compañero.

Helen Marx, la sabia madre de la compañera Nora Marx, nos aconsejó: “Desarrollen el archivo. Para lo otro, hay tiempo.”

Tenía razón porque las reflexiones recién las pusimos en palabras y papeles en 1996.

El archivo, que comenzó con fichas en una caja de zapatos por la perseverancia de otra madre de desaparecidos que aún colabora con nosotros, Syra Franconetti, fructificó en los Trabajos de Recopilación de Datos (TRD), que fueron incorporados primero a los Juicio por la Verdad de La Plata y luego, por los juzgados de instrucción en la causas como Atlético, Banco, Olimpo (ABO), en la de Miguel Etchecolatz, en el llamado circuito Camps y en tantas otras. Esas primeras cajas de zapatos luego se volvieron un archivo, que fue declarado “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO.

Con la sanción de las leyes de impunidad y los indultos, comenzaron largos años de desconcierto y aislamiento de los organismos de derechos humanos.

Surgió una de nuestras primeras reflexiones ¿Por qué sobrevivimos? Donde tratábamos de dar respuesta a una continua pregunta que nos realizaban las madres y familiares:

¿Por qué vos estás y mi hijo, no?” Esa pregunta que nos atravesaba, nos desgarraba y para la cual no teníamos respuesta.

Para nosotros la situación comenzó a cambiar a mediados de 1994. Para ese entonces empezaron a llegar a nuestras reuniones alumnos secundarios que requerían entrevista y ayuda para realizar trabajos, al tiempo que los profesores nos invitaban a dar charlas a las escuelas.

En 1995 nos sacudieron las declaraciones de Adolfo Scilingo sobre los vuelos de la muerte porque la sociedad comenzó a hablar de aquellas cosas que los sobrevivientes veníamos denunciando, algunos desde 1979 en Europa. Se nos planteó el problema del valor de la palabra. ¿Por qué se le cree al represor y al sobreviviente no?

En 1996, por fin pudimos realizar nuestro seminario “Argentina postdictatorial ¿Sociedad de sobrevivientes?, en el marco de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la facultad de Filosofía y Letras que fundara Osvaldo Bayer.

Estamos a 40 años del golpe de Estado, pero también a 20 años de la creación del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, que organizó por primera vez la histórica marcha del 24 de marzo de 1996, que entre otras cosas sirvió como aliciente en España para que el entonces fiscal Carlos Castresana realizara la presentación para que se juzgara allá a los represores argentinos a partir del principio de Justicia Universal.

El Encuentro sigue hasta el día de hoy organizando la marcha de repudio al golpe del 76. Colectivo de organismos de derechos humanos, organizaciones sociales y políticas que recuerdan a los desaparecidos, su militancia, los represores, la necesidad de la justicia, pero también la vigencia de los derechos humanos hoy.

La anulación de las leyes de impunidad en 2003 constituyó un momento de gran alegría y satisfacción, a la vez que significó una gran responsabilidad: ponerse armar las denuncias para que prosperaran las causas en los juzgados de instrucción. “Tenemos que entrar en los juzgados con changuitos llenos de denuncias,” se entusiasmaba nuestra compañera Adriana Calvo.

Siempre entendimos esta como una lucha colectiva, siempre dijimos que los juicios eran del pueblo. Por eso, siempre instamos a la participación de colectivos sociales, de sindicatos y de estudiantes.

La idea de poner en categorías jurídicas lo que nuestro pueblo sabía, que en Argentina se cometió un genocidio, fue tomando cuerpo con los aportes de Carlos Slepoy desde Madrid y de Daniel Feierstein, desde la cátedra de Análisis de las Prácticas Genocidas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

La satisfacción de la condena al genocida Etchecolatz llegó de la mano de un golpe duro, que nos conmocionó muchísimo. Horas antes de que presentáramos nuestro alegato para pedir la condena, fue secuestrado nuestro compañero Jorge Julio López, querellante de Justicia YA!, un testigo fundamental para lograr la sentencia. Casi 10 años después, Julio sigue desaparecido y la investigación no dio ningún fruto.

Su desaparición demostraba lo que decíamos: que la estructura genocida de la policía bonaerense seguía en pie. Así quedó en evidencia cuando nos reunimos con el entonces gobernador de Buenos Aires Felipe Solá y con su ministro de Seguridad, León Arslanián. Nos dijeron que no podían ir a fondo porque se ponía en riesgo la gobernabilidad de la fuerza de seguridad provincial.

En 2010, sufrimos un golpe demoledor con la pérdida de nuestra compañera Adriana Calvo, cofundadora y columna vertebral de la asociación. Nos costó y nos sigue costando muchísimo reemplazar su fuerza, su ímpetu y su visión política. El fallecimiento de otro baluarte de la Asociación, el compañero Lázaro Gladstein, nos hizo tambalear nuevamente.

Nuestra asociación acuñó un lema: “Porque luchábamos nos desaparecieron y porque aparecimos seguimos luchando”.

Y en eso estamos a 40 años del inicio de la dictadura, a 20 años del nacimiento del Encuentro Memoria Verdad y Justicia y a casi diez años de la desaparición de Julio López. Seguimos levantando las banderas de la Memoria, la Verdad y la Justicia por los crímenes de ayer. Seguimos reivindicando a los compañeros desaparecidos como militantes revolucionarios y flameando sus banderas, que eran y son las nuestras.

Seguimos en pie por los derechos humanos que se violan hoy y para impedir que esos crímenes se sucedan mañana: denunciamos la represión de las luchas populares, el gatillo fácil, la criminalización de la pobreza y de la protesta, los agrotóxicos y la megaminería, la represión a los pueblos originarios. Guardamos en el cuerpo todas las memorias. Seguimos en pie, seguimos luchando.

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2 thoughts on “Las memorias en el cuerpo”

  1. Silvia: ¡qué pregunta! No sé de qué edad son tus alumnos, pero me viene eso de que los chicos siempre hacen buenas preguntas. La respuesta no es fácil y siempre estará sujeta a muchas controversias. Nos soy un ex detenido/desaparecido/reaparecido, pero tengo bastantes compas más o menos amigos, sobrevivientes.Me pude encontrar por casualidad con una compañera de trabajo que estuvo secuestrada en La Perla en el mismo año 76 (allí quedó su compañero que después fue asesinado).Conocí a la primera reaparecida del campo El Vesubio en enero de 1978 (ella me contó, entre otras cosas, que allí estuvo con el célebre Oesterheld y que ese campo lo dirigía un tal «Delta» que ella sabía que era el mayor Durán Sáenz. Allí quedó su ex pareja que después fue asesinado). Me reencontré en 1979 con una compañera y amiga sobreviviente de la ESMA en el 76, que me contó cómo su marido intentó escapar con una celada a los milicos/marinos llevándolos a una supuesta cita y lo recapturaron rápidamente, lo hicieron mierda en la tortura y lo tiraron en uno de los vuelos).
    Compartí vivienda en 1984 con un compañero liberado de la cárcel (que eran muy similares a los campos de concentración ) y charlamos mucho del tema. Soy amigo de una compañera sobreviviente de otra cárcel que es una de las autoras del libro «Nosotras, presas políticas» (lo recomiendo). Hoy día, comparto militancia con un ex preso de varias cárceles a quien antes no conocía. Me reencontré hace apenas 4 años con un dirigente del sindicato donde yo militaba y ahí supe que había estado preso, nada más. Tiempo después, leí su tesimonio en un juicio y me sorprendí cuando relataba cómo uno de los capos de La Perla le preguntaba por mí.Tengo más casos conocidos directamente.Te imaginarás que sobre el tema sobrevivientes he conversado mucho con ellas/os mismas/os. Cada historia es diferente y solo tienen en común las circunstancias de haber tenido diferentes niveles de militancia y haber sufrido cosas inenarrables. La estrategia militar tenía entre sus objetivos, dejar algunos sobrevivientes que no fueron colaboradores de los represores.Para los milicos no constituían ningún peligro y ellos sí sabían que sus relatos (o sus silencios) iban a trascender. Y en lo inmediato, eso sembraba más terror en su derredor. Y además, sembraba la desconfianza del entorno del sobreviviente, la sospecha. Y esto tuvo un efecto destructor complementario de la represión directa. Esta primera respuesta (da para muchísimo más) quiero concluirla con una aseveración para vos y tus alumnos: yo soy un testimonio vivo de que esos sobrevivientes (y muchos más que murieron) jamás le entregaron un dato a los torturadores. Si no, me habrían capturado.Los sobrevivientes no deben ser estigmatizados. ¿Hubo delatores y colaboracionistas? Sí, claro. Conocí (de antes que cayeran) a dos. Por suerte, nunca me los encontré. No sé cómo reaccionaría si los tendría adelante. Pero esta aspecto trágico y desagradable como secuela del terrorismo estatal, es infinitamente menor a la emoción, amistad y gratitud que me une con muchos sobrevivientes.
    Un abrazo ABEL

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