#Cuéntalo

por Macarena Hidalgo*

El poco entendimiento que demostraron los jueces españoles sobre las formas en que se llevan adelante los ataques sexuales fue la gota que desbandó «la manada«. Aquel fallo misógino e irresponsable causó conmoción en un mundo donde las mujeres y cuerpos femineizados ya no callamos ante la amenaza del macho. Si la corte española desliga de responsabilidad a los violadores – o abusadores sexuales, si quiera usarse la distinción ibérica – poniendo el peso de la culpa en cabeza de la víctima, cuyo cuerpo fue ultrajado, sin ver que quizás pudo denunciar justamente por no haber gritado, por no haber opuesto resistencia física, por no haber intentado escapar (y toda esa larga serie de actos heroicos que nos demandan los «aliados feministas» para creer que realmente no buscamos ser violadas) porque, en definitiva, pudo salir con vida y contar su historia, somos miles las mujeres que gritamos la injusticia, que salimos a poner el cuerpo a su lado.

En los últimos días, #YoSíTeCreo y #YoSíTeCreoHermana marcaron tendencia y junto a él, salieron y coparon las calles de varios puntos del globo las mismas de siempre, para denunciar que no nos tocan por haber tomado alcohol, no es por el largo de la pollera que nos han violado padres, padrastros, abuelos, tíos, primos y cuidadores ni por lo alto del tacón que decidieron matarnos. La violencia machista es estructural, nos atraviesa a todas, nos lastima y revictimiza una y mil veces: en cada párrafo paternalista, en cada frase mansplainera, en todas y cada una de las veces que nos mandan a «cerrar las piernas» o nos acusan de exagerar.

En Argentina, la tasa de femicidios es alarmante y no para de crecer. Sin embargo, esta violencia extrema que llama la atención de todes (menos de los organismos encargados de desarrollar políticas públicas tendientes a su prevención, sanción y erradicación) es estadísticamente minúscula al lado de la violencia cotidiana, del acoso callejero, del abuso sexual sufrido a cortas (cortísimas) edades.

De eso se trata #Cuentalo, una campaña que busca hacer públicos los relatos del horror, para no permitirle al olvido avanzar sobre las que ya no están, sobre las que aún buscamos pero también para poder denunciar la propia historia, poniéndole voz por fin a esas cicatrices que aún arden. La convocatoria – heredera de #Time’sUp y de #MeToo, prendió en todos los países de habla hispana y fue apropiada por quienes hicieron suya la historia de alguien conocido, de casos que alcanzaron trascendencia mediática pero también de lo cotidiano, compartiendo relatos de amigas, de sus familiares y de ellas mismas. Un hashtag que hace doler la panza y pone a la vista de todos los internautas un compendio de dolores que todavía buscan sanar, disponible con un simple click… para aquellos que dicen que exageramos.

*La autora es licenciada en Ciencias de la Comunicación y especialista en temas de género.

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