¡Burócratas!

por Pablo Pozzi

Como soy un reverendo nabo para la tecnología, ayer agarro a mi nena (que al lado mío parece Einstein) y le dije «abrime Facebook, chiquita». Movió las manitos, y zas ahí apareció la página que me inventó hace unos años mi amigo Rubén en la suposición que yo sabría qué hacer con ella. Como buen chusma que soy me puse a ver qué se decía en las «redes sociales». Y primero de todo veo un mensaje («posting, papá», escucho desde lejos) de una vieja compañera, profe de trabajo social:

«No entiendo qué pasa con los sindicatos, los compañeros de los distintos lados están todos sin saber siquiera si cobran este sueldo, el aguinaldo y si en enero deberán tocar la flauta en las calles: Casi ningún sindicato esta conteniendo ni organizando la exigencia de definiciones con los nuevos jefes. Es realmente vergonzozo!!!!!!!!! la gloriosa CGT, SUTEBA ni decir CONADU , CTA, ATE, UPCN, ninguno está, por lo que me llega , moviéndose por eso, solo esperan que el nuevo jefe macrista los llame e informe. Que luchadoressssssssss. Uffffffffffffff solo digo que lo que creo es que nos debemos mover nosotrosssss y con un poco de suerte toman un poco de coraje!!!!!!!!. Terrible, nos están pasando por encima, las voces de los sindicatos no se escuchan o están regalados con mm!!!»

Lo tuve que leer dos o tres veces. ¿La gloriosa CGT? ¿«No entiendo qué pasa»? ¿Quiénes tienen que tomar coraje? ¿Nuestros próceres del sindicalismo? Seguro que es un problema de coraje de «nuestros dirigentes». ¿Regalados a Mauricio Macri? ¿Cuándo no estuvieron regalados al gobierno de turno? ¿Dónde estuvo su coraje durante los 12 años K o por lo menos durante los últimos cuatro donde la inflación nos comió vivos? ¿Y esto por una antigua setentista? Es indudable que cuando uno no quiere pensar un poco, las neuronas descansan. Pero pongamos las nuestras a trabajar un poquitín.

Miren la foto más arriba de una ristra de sindicalistas argentinos. ¡A la miércoles! Parece un casting para El Padrino 4. Cualquiera de estos pibes puede aspirar a ser el nuevo don Corleone. Y seguro que hacen mejor trabajo que Brando, DeNiro y Pacino juntos. Por lo menos tienen más experiencia. Ahí están Gerardo Martínez, el de la camisita a cuadros, con cara de sapo y aspecto de Don Ciccio. Como buen jefazo de la UOCRA parece decir «te vamos a hacer un sobretodo de cemento». Claro como ex agente del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército está muy capacitado para ello. Al ladito de camisa negra, don Hugo Moyano de Camioneros. El yanqui Jimmy Hoffa era un poroto al lado suyo, ya que el bueno de Hugo está acusado de colaborar con las bandas paramilitares allá por 1975. Y luego mi favorito: Luisito Barrionuevo, EL «dirigente» gastronómico, cuya carita me recuerda a Marlon Brando diciéndole a su consigliere «resolveme ese problema». En realidad los «muchachos» de 140 sindicatos se juntaron para pergeñar la reunificación de la CGT, supongo que en respuesta al reclamo de mi colega de Facebook. Claro también puede ser que muchos apostaron a los K y, como dijo Javier Cisneros, dirigente de Luz y Fuerza de Chubut que perdió la reelección a diputado: «Tendré que volver a trabajar». Supongo que eso será en el sindicato y detrás de un escritorio no sea que se vaya a arruinar la manicura. En realidad soy malo malo y cuentero porque también hablaron del bono de fin de año y de aumentos salariales. Pero a no engañarse, son gente responsable… ante los empresarios. El bono del que hablan ya lo votaron en contra los diputados sindicales cordobeses Nebreda (UEPC) y Bustos (gráficos), mientras Monserrat (secretario general de UEPC) y Pihen (empleados públicos) se llamaron a silencio pero decidieron «consultar a las bases». Menos mal, porque seguro que no saben bien si hace falta convocar a la lucha, si Mauri Macri sólo devaluó 40% y antes Cristina permitió que los precios se dispararan 30%. Pero not to worry, baby, vamos a tener una feliz Navidad. Los «Santa Claus» de la foto «exigieron» un aumento mínimo del 28%… o sea perdemos por lo menos 12 puntos de poder adquisitivo. Es que hay que ser responsables, y los sacrificios los hacemos nosotros, no sea que los hijos de los empresarios tengan que sacrificar un minuto de sus vacaciones en Punta del Este junto con los nenes de los sindicalistas.

A mí me encantan estos pibes, a los que la prensa como Klarin o La Nazión insisten en presentar como representantes del movimiento obrero. En realidad son burócratas, un término que tanto la academia como el periodismo argentino parecen haber relegado al olvido. En general pensamos en los burócratas como tipos que se han eternizado en el cargo y que no han pisado un lugar de trabajo en décadas. Esto es, indudablemente, cierto. Ramón Baldassini, de Correos y Telégrafos, es secretario general del gremio hace medio siglo o más; Armando Cavallieri, de Empleados de Comercio, lleva cuatro décadas en el cargo. Pero eso si, todos fueron electos, o más o menos. José Luis Lingieri, de Obras Sanitarias, fue reelecto por 99,3% del voto. ¡Cómo lo aman sus afiliados! Pero si no lo aman not a problem, baby. Cuando Carolina Lister le ganó a Carlos West Ocampo el gremio de Sanidad, allá por 1985, las urnas se incendiaron y el Ministerio le otorgó el triunfo a Carlitos. ¿Si eso no ocurre? Tampoco es un problema: Gerardo Martínez se hizo cargo del gremio de la construcción en 1984 luego de asaltar la sede, desplazar a su antecesor y mentor Alejo Farías, y llamar a elecciones, claro éstas controladas por el nuevo dirigente. Pero ser burócrata es mucho más que estar eternizado en el cargo.

Vamos por partes, como dijo Jack el Destripador (que se hubiera asustado del salvajismo de muchos de estos «obreros»). Primero es lo primero. En la foto, detrás de los muchachos, hay un mural, tipo mexicano, donde dice «24 de febrero de 1947. Triunfa la justicia social». Fascinante que estos pibes se paren ahí delante sin inmutarse. La fecha es clave. Es el día en que Perón proclamó los derechos del trabajador. Y al mismo tiempo colaboró en forjar la burocracia sindical argentina. Y en eso que quede clarito: hay burócratas de todo tipo y uno de los primeros fue el socialista Francisco Pérez Leirós, de municipales, allá por 1935. Otro fue José Espejo, el secretario general de la CGT en 1955, ese de «la casa al trabajo y del trabajo a la casa». Espejo llegó al cargo luego una ignota trayectoria como activista sindical y gracias al dedazo de Evita y del Ministerio de Trabajo. Lo que se dice «un hombre de base». Es que el peronismo elevó ese tipo de sindicalista a niveles impensados y lo hizo precisamente con leyes que garantizaban los derechos de los sindicatos. Por ejemplo, el descuento de la cuota sindical por planilla significa que, por un lado, el sindicato ahora tiene recursos como para tener una estructura y ofrecer servicios a los afiliados. Pero también quiere decir que el sindicato depende de la patronal que es la intermediaria entre el obrero y la organización. ¿Y si hacemos huelga? Yyyyy, se acabó la guita porque la patronal no deposita los aportes. Pero más aún. Antes de 1947 el sindicalista tenía que ir a ver al obrero para pedirle su aporte. ¿Y ahora? Puede no verlo ni en foto. Antes el afiliado veía regularmente a sus dirigentes y si no estaba de acuerdo con algo, o si su salario era muy bajo, o lo que sea, no le pagaba la cuota sindical. En cambio hoy en día minga de no pagar. ¿Y si estas descontento? Pagas igual. Hasta hubo saltos en calidad: para algunos ni siquiera hace falta estar afiliado, y hasta es mejor así no te dan nada a cambio, el convenio con la patronal dice que todos ponen como con la perinola. O aun peor, yo soy universitario y como buen zurdo estoy afiliado a mi gremio favorito. Pero, no problem, baby, también aporto al otro gremio no sea que se pierdan de mi money. ¿Y si me desafilio? Seguimos no problem, baby porque sigo pagando. Es más o menos como tratar de darte de baja de un plan de celular.

Mejor aun es que ahora los convenios son homologados y los sindicatos tienen «personería gremial». Eso les da legalidad y estabilidad y es bueno. Pero también significa que dependen del Estado que ahora se mete en todo. Y aun peor: si la base del sindicato no apoya a la conducción seguimos no problem, baby, siempre y cuando el Ministerio de Trabajo ratifique a «los representantes obreros» todo sigue en pié. Eso quiere decir que, siempre y cuando le sirva al estado burgués, al frente de un gremio puede estar un asesino, un ladrón, o inclusive un tipo que nunca laburó en el rubro como Facundito Moyano del SUTPA. Indudablemente el gorila de Pozzi exagera una vez más. Pero pensemos en Omar «el caballo» Suárez, burócrata al frente del sindicato marítimo SOMU y favorito de Cristina Kirchner. Procesado por extorsión y otros crímenes, expulsó a buena parte de la lista opositora. Todo con el aval del Ministerio de Trabajo. Dijo: «¿Qué culpa tengo yo si tengo los votos?» Supongo que los votos que cuentan son los del Gobierno porque a la oposición la echó del gremio. Y en eso queda claro que lo importante no son los afiliados sino el Estado burgués. Como dijo Horacio Valdez, de la CGT Azul y Blanca y burócrata de los obreros del vidrio: «según quién gobierne nos ponemos al calor del poder».

En la década de 1960 el burócrata emblemático era el metalúrgico Augusto Timoteo Vandor. Sipi, el hombre del tiroteo en la pizzería La Real de Avellaneda, donde mataron al rival Rosendo García y de paso al zurdo líder de la oposición de base Domingo Blajakis. Digamos como en El Padrino, y nadie fue en cana por eso. Don Augusto, fue un hombre de frases famosas como «golpear para negociar» y «si me saco la camiseta de peronista pierdo el gremio en un día». Lo importante es que se llevaba de diez con todos los gobiernos. Su negocio era intermediar en la venta de la fuerza de trabajo. De hecho uno o dos meses de cada aumento salarial obtenido era para «el sindicato». Por eso los convenios de la UOM eran bastante buenos, los salarios eran aceptables, el sindicato llegó a tener 350 mil afiliados. Y también logró esa gran conquista que es la declaración de trabajo insalubre: ahí te pagan 8 horas y trabajas 6, y te morís igual. Un chiche. Claro, si cuestionabas algo de su liderazgo por ahí terminabas en el río.

Lo sucedió (en una trama bastante oscura) Lorenzo Miguel que ya no era lo mismo. Miguel adhería al vandorismo con un aditamento: invertía la plata del sindicato en empresas… propias. Así, por ejemplo, durante años lo acusaron de ser dueño de la línea 60 de colectivos en Buenos Aires, y de montones de otras cosas, como por ejemplo de la empresa de seguros de su socio Jorge Raele. También lo acusaron de hacer descuartizar a Jorge Dubchak, uno de sus guardaespaldas que lo «había traicionado». Vinculado a José López Rega y las bandas paramilitares, a Licio Gelli y la Logia Propaganda Due, y al Almirante Massera, Miguel fue un mafioso en serio. El objetivo de estos burócratas seguía siendo intermediar en la venta de la fuerza de trabajo. O sea, no representaban a los trabajadores, ni tampoco a los patrones, sino que eran como los representantes de los jugadores de fútbol: hacían plata vendiéndolos a distintos clubes y quedándose con la parte del león.

El gran cambio fue en la década de 1990, con el gobierno de Carlitos Saúl Menem, Primero de Anillaco, uno de tantos monarcas peronistas que hemos tenido. Allí los burócratas descubrieron dos cosas maravillosas. La primera es que el negocio en serio eran las obras sociales. El Estado no sólo les aportaba dinero sino que hasta se hacía cargo del déficit. Esto, que ya había sido observado y aprovechado por Lorenzo Miguel y algunos otros en la década anterior, les daba un flujo de dinero regular y constante, y mucho mayor que las cuotas de los afiliados. De repente no hacía falta tener afiliados ya que la plata llegaba igual desde la Superintendencia de Servicios de Salud, que maneja un presupuesto anual de 7000 millones de pesos y que tiene a su cargo la distribución de fondos millonarios entre las obras sociales gremiales.

Pero mejor aun fue el otro negocio. La burocracia participó de la privatización de las empresas del Estado. Esto no fue por alguna insospechada generosidad por parte de nuestros gobernantes, sino porque hacía falta despedir miles de trabajadores para poder venderlas. Así, Diego Ibáñez de petroleros de estado «ayudó a limpiar» a casi 2500 de sus afiliados para poder reestructurar YPF. A cambio la empresa fue vendida a la española Repsol y a varios sindicalistas, entre otros a Ibáñez. Todo con el apoyo del Partido Justicialista, entre los cuales estaban Néstor y Cristina que todavía no lograron «encontrar» los 500 millones de dólares que desaparecieron de la regalías petroleras de Santa Cruz. Esto fue un cambio importante. Los viejos burócratas vandoristas se fueron convirtiendo en sindicalistas empresarios. Ahora se podía estar en sindicatos sin afiliados, pero con plata.

Es obvio que no todos los sindicalistas son burócratas como no todos los burócratas son sindicalistas. Hay burócratas creados sin nunca haber pisado un sindicato, digamos por ejemplo los hijos de algunos burócratas. Pero también hay sindicalistas que nunca traicionaron a sus compañeros y son de todo tipo y de toda ideología: por ejemplo Pedro Milesi y Rufino Gómez en el 20 y 30, Agustín Tosco, René Salamanca y Atilio López en los 60 y 70, Daniel Yofra de aceiteros el día de hoy. ¿Por qué no se vendieron? En parte por características personales, en parte por las características de la época, y en gran parte por la organización a la que pertenecieron. Y no eran burócratas porque se mantuvieron siempre vinculados a la base, y tuvieron en claro que eran representantes de los trabajadores ante la patronal, y no al revés. Y eso aunque la base fuera apática y no participara. Una vez me preguntó un sindicalista en Chubut: «Si tengo que tomar una decisión llamo a una asamblea. ¿Y si nadie va y la tomo? ¿Eso quiere decir que soy burócrata?» Yyyy, si te lo preguntás es obvio que no. A ningún burócrata le importa un pepino lo que piensan sus compañeros. De otra manera no los venderían.

Igualito que en El Padrino los «muchachos» de la foto hicieron una reunión de las «famiglias» pero no para defender a sus afiliados. Después de todo no lo hicieron con Menem, se callaron con De la Rúa, colaboraron con Néstor y fueron «responsables» con Cristina, ¿por qué harían algo distinto ahora? Si lo hicieran no serían burócratas. Y eso más allá de que de repente utilicen lenguaje combativo. Como dijo Hugo Moyano: «no vamos a dejar de defender los derechos de los trabajadores». Y rapidito agregó que «se están viviendo momentos especiales» y aclaró que todos están «para contribuir para que las cosas anden bien», pero eso no quiere decir que no puedan mantener su «identidad peronista». Ahora, vamos a tratar de traducir esto al buen cristiano. ¿Qué pasa? Dos cosas. Primera, que el peronismo perdió la elección y por ende si no se juntan pierden poder político, al decir de Gerónimo Venegas de los peones rurales. Poder político quiere decir poder negociar con el Gobierno para seguir al frente de los sindicatos, para recibir suculentas partidas de dinero, y para frenar a la insurgencia de base. Y este es el segundo problema serio. En muchos gremios hace ya una década que vienen creciendo las tendencias antiburocráticas lideradas por distintas agrupaciones de izquierda. Cada vez más los conflictos se les escapan de las manos, cada vez más pierden control. Y si pierden control dejan de ser útiles a la burguesía. De hecho el nuevo gobierno ya los comenzó a puentear y a resolver conflictos sin ellos. Por ejemplo, la nueva gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal intervino directamente en el conflicto de Cresta Roja y anunció que serán reincorporados en sus puestos de trabajo los 189 operarios despedidos de la fábrica de Campana de Tenaris Siderca, firma subsidiaria del grupo Techint. Digamos, «Heidi» Vidal (la de la sonrisa caballuna) se sacó la careta. Caperucita resultó ser el Lobo Feroz y arregló la reincorporación pero eso si con una reducción en el ingreso de los obreros cercana al 60%. Mientras tanto Mauri Macri (nuestro Presi que insiste en «paz y alegría») aprueba un protocolo que limite la protesta social –no sea que los negrazones de Cresta Roja sigan bloqueando el acceso al aeropuerto de Ezeiza y no podamos ir a esquiar a Suiza en enero. ¿Esto es bueno? Por un lado, muestra la debilidad de la burocracia ante las insurgencias de base. Por otro, es como la policía diciéndole a la Mafia que si no pone orden entonces lo harán ellos.

En cualquier caso no podemos esperar nada de los burócratas sindicales, excepto acomodarse al gobierno de turno. Mientras tanto los trabajadores tendrán que defenderse de ambos a través de la organización y la lucha.

Felices Fiestas

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2 thoughts on “¡Burócratas!”

  1. El gorilismo surgió en nuestra historia política con esa denominación después del golpe de 1955 y se caracterizó por la violenta revancha antiperonista. Una revancha clasista de la gran burguesía contra la clase obrera que contó con el beneplácito inicial de la pequeño-burguesía. Por eso, resistencia peronista y gorilismo fueron fenómenos paralelos, simultáneos y contrapuestos. El gorilismo fue la aplicación de las políticas antiobreras. En la resistencia peronista (huelgas, sabotajes, pintadas y volanteadas, caños y conatos insurreccionales, congresos clandestinos), surgieron también, contradictoriamente, las burocracias sindicales, que eran políticas, porque eran peronistas. Enancadas en las luchas, pactaban y traicionaban. Nunca nadie se animó a decir que las burocracias sindicales peronistas, fueron y son…¡gorilas! Detrás de la fachada (fachada de mascarita y fachada de fachos), de peronistas/obreristas se emascara un verdadero gorilismo, genuinamente antiobrero.

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