¡Leer entre líneas!

por Pablo Pozzi

Hay momentos en que uno se levanta por la mañana, mira el diario, y decide que es al divino botón, porque si algo no tienen es información: todo sobre lo que pasa con la modelo de turno (con innumerables fotos en paños menores); lo que dijo la «estrella» de tevé que en realidad estaba de viaje cuando repartieron neuronas; la enésima campaña mentirosa contra Siria, Venezuela, o Rusia; y ni hablar del último asesinato/explosión o lo que sea. En el medio, las cosas que aparecen en un diario desaparecen en otro. Así, Clarín y sus amigos sacan veinte noticias sobre la corrupción de los Kirchner, mientras Página 12 se dedica al último nieto recuperado. Ni hablar de La Voz del Interior, ese gran diario cordobés, que se la arregla para escribir largas notas sin decir nada de nada. Todo es, en parte, posicionamiento político y en parte cómo manipular a nosotros los lectores. Yo soy de los que miro los titulares por encima y a veces leo la noticia, todo porque muy pocas veces siento que tienen algo que decir.

Claro que hay otras veces que no es así, y uno se pregunta: ¿qué habrá detrás de todo esto? Y, si bien no creo en las grandes conspiraciones, como soy un devoto de Bourne, sé que existen (más o menos como los fantasmas). Entonces, hago ese gran ejercicio que es el tratar de leer entre líneas y tener una opinión propia, por difícil que esto sea y a sabiendas de que nunca voy a saber realmente qué pasó. Y cada cosa me parece una operación de alguien contra alguien, aunque por ahí no. A ver, pensemos sobre cuatro cosas distintas.

La primera, obvio, es la última noticia de la corrupción K. Página 12 insiste que todo es una operación política. Lo que no dice es que Cristina sea inocente; solo que no lo pueden probar. A mí me parece que tienen razón, es una opereta que le viene de perillas al gobierno. O esa fue mi primera impresión. Junto con ella está la insistencia de La Nazión de que Cristina es corrupta. Obvio, tiene razón; lo es, y lo sabemos desde hace mucho. Es más, con el 10% de las pruebas que tienen en su contra, si yo fuera el imputado hace rato que estaría en la cárcel de Bouwer. Pero ¿por qué ahora? Y luego, ¿cui bono?, o sea, ¿quién se beneficia? La respuesta de todos es Macri y su gobierno, sobre todo porque Cristina parecía crecer en las encuestas y avanzaba en hacer alianzas políticas con los otros próceres de la honestidad como los Moyano del gremio de Camioneros y Pignatelli del SMATA. Y sí, me parece que algún beneficio saca Macri de todo esto. Pero al mismo tiempo hay una bola de empresarios macristas (incluyendo al primo presidencial Angelo Calcaterra) que están involucrados hasta las cejas. Cae Cristina, pero también salpica al oficialismo. A los que no salpica es a los peronistas ortodoxos y antikirchneristas; aquellos que insisten que no van a juntarse con los K. Como siempre, Pozzi tan gorila. Lo que pasa es que el juez Bonadío, hombre muy peronista y de Guardia de Hierro (como Bergoglio y varios otros), dista mucho de ser macrista; Urtubey, Pichetto y varios otros insisten que «si es culpable, le van a sacar los fueros». Como se oponían a juntarse con los K (todo porque cada uno quiere ser Presi), y los K venían creciendo y juntándose con otros enjuiciados por macrismo, por ahí se iban a tener que tragar el sapo y aceptar a Cristina como jefaza de nuevo. Ahora, la realidad es que la alianza Kirchner-Moyano-Baradel-y cia queda como un rejunte de mafiosos y no como propuesta de gobierno. Y Pichetto vuelve a estar en centro de la escena. Pero, más allá de lo justo o injusto de la acusación (y todos sabemos que son corruptos), en el contexto nacional este es un tema secundario en relación a las cosas de fondo.

Lo cual amerita un pequeño paréntesis sobre los fueros. Esta institución medieval, fue modernizada a principios del siglo XX para impedir que los políticos opositores fueran perseguidos por sus ideas, lo mismo que los sindicalistas por su labor sindical, o los militares por ejercer su deber. La idea es proteger a un político para que pueda pararse en el recinto y decir su verdad sin miedo. La idea no es que pueda cometer un crimen (un asesinato, por ejemplo) y no ser juzgado porque es diputado. Pero en un contexto donde todos son ladrones, los fueros se convierten en la principal protección para estos piratas. Los fueros desvirtuados permiten la creación y preservación de bandas criminales, en todos los sectores. Lo cual no quiere decir que haya que eliminarlos, sino que hay que mantener la protección contra el poder, y permitir que se juzgue cualquier crimen.

Luego, la despenalización del aborto. Se han escrito bibliotecas sobre el tema. Y también se han dicho muchas tonterías de ambos lados. Yo estoy a favor por muchas de las cosas ya dichas: derechos de la mujer (y del hombre, valga la obviedad que el aborto también nos afecta a nosotros); porque legalizarlo no obliga a abortar a nadie y sí protege a las que lo realizan; porque la ilegalidad es una medida clasista, ya que los ricos hasta pueden ir a abortar en países donde es legal (y tengo un par de conocidas que fueron a Suecia a hacerlo). También me parece que hay que por lo menos sacar un par de lecciones de la gran movilización que generó. Una es que una propuesta positiva y posible (legalizar) tiene mucha capacidad de entusiasmar a la gente. Venimos insistiendo hasta el hartazgo con lo que no queremos (ajuste, despidos, inflación, etc.) y rara vez decimos lo que queremos. Pero, además, esta vez queremos algo que sí se puede. Y eso también moviliza multitudes. Otra lección es que la derecha, y sobre todo la derecha religiosa, se ha convertido en un movimiento de masas. Cuando en la década de 1980 se aprobó el divorcio, la Iglesia apenas si logró una movilización; hoy en día, son decenas de miles que, fanáticamente, se movilizan en contra de la legalización. Lo peor es que muchos de ellos son gente humilde y del interior profundo. Y ahí habría que pensar porqué: ¿ignorancia, religiosidad? Es posible. Y también porque más de uno lo ve como algo de jóvenes clase medieros (por ejemplo, estudiantes de los colegios universitarios de Buenos Aires), de grandes ciudades y porteños.

Por otro lado, la cuestión de la legalización fue iniciada por el propio Macri; digamos algo que ni yo ni nadie se lo esperaba. Es más, insiste en darle libertad (¿será real?) a los suyos para que voten su «consciencia». Creo que su intención era utilizar un tema muy sentido por millones, para tapar sus jugadas más de fondo. Creo también que nunca se imaginó la movilización que iba a causar. Según mi amigo el Tano: «se han generado grietas al interior de Cambiemos». Yo reconozco que no las veo; y lo que si veo es que es un tema que ha cohesionado a la fuerza propia y más de derecha, que presiona fuertemente sobre aquellos liberales viejo estilo que creen en la separación Iglesia y Estado. Y ¿qué pasa cuando salga un resultado a favor o en contra? Mi sensación es que se puso tanto énfasis en lo parlamentario que, si se aprueba la legalización, los contrarios van a manifestar su poder por otras vías (por ejemplo, médicos que se rehúsen a realizar un aborto, o amenazas y condenas sociales). Digamos, la Iglesia y la derecha están acostumbrados a ejercer su poder extraparlamentariamente. ¿Y si es rechazado? Temo que el resultado es que se desinfle el gran entusiasmo que generó la campaña por la legalización. Sea como sea, al igual que con la corrupción, este es un tema importantísimo para mí, pero me parece que no para la burguesía.

El primer tema importante para los sectores de poder y el empresariado argentino (y no tan argentino) es el del sindicalismo. Al igual que Menem y luego los Kirchner, Macri está volcado a subordinar a los gremios. Pero con una vuelta de tuerca: se trata de reorganizar toda la relación sindicatos-Estado. La campaña anticorrupción en los gremios (y la detención de varios sindicalistas involucrados en el narcotráfico y otras actividades), la investigación judicial de los bienes de encumbrados dirigentes y, ahora, las multas millonarias por no aceptar la conciliación obligatoria a Camioneros y SUTEBA, son parte de lo mismo. En parte es un mensaje al empresariado: estamos dispuestos a hacer todo lo necesario para que ustedes se sientan seguros en Argentina. Y en gran parte es la estrategia que desembocará en una nueva reforma laboral. Y aquí tenemos un problema: estos sindicalistas son corruptos, son bandoleros. Pero lo que nos están pidiendo es que tiremos el agua con el bebé; o sea, los sindicatos son un arma para la defensa de los trabajadores. Si respondemos defendiendo a los Moyano, vamos a perder; nuestra respuesta debe ser el cómo construimos mejores, más fuertes y más representativos sindicatos. Mientras tanto, los empresarios siguen con su ajuste: despidiendo gente, bajando salarios, aumentando precios, y llevándose las ganancias afuera.

Pero me equivoco fiero: lo que ocurre no es un ajuste. Un ajuste implica retocar algo que esencialmente está bien. Aquí lo que hay es una ofensiva imparable, por lo menos con las herramientas de que disponemos el día de hoy. Y esto se ve con el acuerdo con el FMI. Todo lo anterior me parece solo una pequeña parte de lo fundamental, y eso lo revela lo firmado con el Fondo. El gobierno firmó un acuerdo por el cual, a cambio de «reformas» (o sea, de profundizar la miseria nacional), el Fondo nos otorga 50 mil millones de dólares para sostener nuestra moneda. Y nótese que digo «nos» y «nuestra», cuando en realidad es ni una ni otra.

Cincuenta mil millones de verdes… guau, good money, todo lo que podríamos hacer con eso: escuelas, caminos, mejorar la educación, investigación de punta, abrir fábricas, construir ferrocarriles. Pero no, la guita no es para eso. La guita es para mantener el cambio peso-dólar, pagar los LEBAC en dólares. Eso luego de devaluar el peso de 16 a 28, o sea, más o menos 75%. ¿Para qué queremos esa plata si no van a aumentar los sueldos? Es más, en cuanto devaluaron (o, mejor dicho, un mes antes) los precios se dispararon para mantener las ganancias en dólares de manera que es más barato tomarse un cafecito en Milán que en Buenos Aires. La devaluación tiene muchas ventajas: abarata el costo de la mano de obra en dólares; abarata los bienes exportables (sobre todo si tu principal exportación son productos del campo con bajísimo uso de maquinaria importada). En realidad, si les preocupara un poco la actividad económica argentina le damos a la maquinita, imprimimos más pesos, damos aumentos salariales suculentos e incentivamos el consumo en serio (cosa que no hicieron los K). Más aún, desvinculamos el peso del dólar, y a la miércoles los verdes. ¿Total, para qué queremos dólares? Bueno, para importar cosas de Estados Unidos. Cepto que nuestros principales socios son la Unión Europea (euros), China (renminbi) y Brasil (real). Es más, ahí ni hace falta plata: vendemos trigo y compramos lo que sea, y todo es un asiento contable en euros, renminbi o cualquier otra cosa.

¿Y entonces? Los dólares son buenos para que Pozzi pueda viajar al exterior de turista ya que nadie quiere pesos afuera. ¿Y si no puede viajar? ¡Dura la vida! Pero la realidad de las cosas es que los 50 mil millones de verdes tienen dos objetivos de fondo. El primero es obvio: de ahora en más se acabó la soberanía nacional (la poca que quedaba). Esa guita es un préstamo, o sea, hay que pagarla. Y habrá que hacer todo lo que quiere el FMI que ahora es dueño del país. Cada argie debe de ahora en más 1500 dólares, además de todos los otros que ya debemos. Según La Nazión, solo este año (2018), los intereses de la deuda externa argentina suman 239 mil millones de dólares, o sea, unos 6000 dólares por habitante. Eso más 1500 del FMI, hacen 7500 (y eso sin empezar a pagar el capital de la deuda). Digamos, casi casi el salario de un año, enterito, del argentino promedio.

¿Y eso para qué? Pero hombre, que eres obtuso. Para poder pagarle a todos los que tienen bonos en dólares (88% del total), que los puedan vender, recibir sus dólares, y llevárselos afuera. ¡Malditos extranjeros! Hhhhmmm, excepto que la gran mayoría de los tenedores de bonos argentinos son… chaaaan chaaan, argentinos. Sin desperdicio. Y para poder pagarle a estos buenos muchachos, vamos a tener que hacer los deberes de modificar el sistema laboral, las escasas protecciones sociales que quedan, cerrar escuelas y hospitales, y que se mueran de hambre o enfermedades unos cuantos argentinos… total, hay taaantos. Digamos, lo del FMI va a definir este país durante las próximas generaciones. Y eso es mucho más importante que la corrupción, los sindicalistas traidores o el aborto, aunque los diarios no digan una palabra del tema.

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