Mensaje a la nación de Castillo

Castillo intentó un autogolpe y fracasó

por José María Rodríguez Arias

Pedro Castillo asumió la presidencia del Perú hace poco más de un año y medio y hoy, 7 de diciembre, ha demostrado no entender nada y se quedó totalmente solo al intentar un autogolpe con ínfulas de momento constituyente. Es cierto que el Congreso (controlado por la oposición) buscaba de forma incansable la vacancia del presidente de la República, este siete se iba a votar por tercera vez (por motivos distintos, pero los motivos poco importaban) y ya había pasado de poco probable de salir adelante a tal vez hasta posible. La vacancia requiere una mayoría que realmente la oposición más dura no tenía (ni tiene). Pero las noticias en contra de Castillo, por temas de corrupción y por sus movimientos políticos para disolver el Congreso hacían cada vez más difícil el papel del presidente que, por otro lado, iba aguantando y hasta remontando en las encuestas (caer más era difícil).

También es cierto que el ya expresidente estaba buscando forzar la disolución del Congreso por la vía de las mociones de confianza rechazada, ya habíamos entrado en el juego de si la presentada hace nada por el entonces presidente del Consejo de Ministros (primer ministro) era o no era una cuestión de confianza negada (no se llegó ni a discutir), teniendo, además, como precedente la sentencia del Constitucional sobre la «denegación tácita» que sirvió a Vizcarra para disolver, en su día, el legislativo (poco más de tres años) que fue declarado constitucional pero también una legislación nueva regulando mejor la cuestión de confianza, la forma en que se debía rechazar para que este rechazo contara y, por supuesto, las materias para presentar una cuestión de confianza.

Por ahora podíamos discutir si se había negado la confianza una vez o no se había negado ninguna, pero quedaba claro para cualquiera que no estaba en liza si había dos mociones de confianza denegadas o no, en otras palabras, en ningún caso se daba el supuesto constitucional habilitante para la disolución del parlamento peruano.

Así que llegó esta mañana y el aún presidente salió a decretar no solo la disolución del Congreso, sino que anunció que convocaría un congreso constituyente (eso no está previsto en la Constitución), crearía un gobierno de excepción (esto tampoco), reorganizaría el poder judicial y otras instancias (otra invención más); en otras palabras, no seguía el procedimiento constitucional y legal de disolución del Congreso, sino que se arrogaba el poder y, de hecho, daba una suerte de autogolpe.

Me cuesta llamarle «autogolpe» con todas sus letras porque para dar un golpe se requiere fuerza, apoyos y demás, y Castillo no contaba con nada. Pero nada de nada. Al poco del anuncio, comenzaron las dimisiones en su propio gobierno, contando la del ministro más cercano y la de la primera ministra (con poco tiempo en el cargo); en otras palabras, el gobierno se iba quedando sin ministros y ministras.

El Congreso, por su parte, aceleró el paso y votó la vacancia; ¿resultado? 101 votos a favor, 6 en contra y 10 abstenciones. Se requerían 87 votos a favor entre los 130 congresistas, con lo que la cifra se superó con creces. El Bloque Magisterial (la bancada de Castillo) estuvo dividida entre la abstención y el voto a favor, solo dando un voto en contra; Perú Libre, el partido con el que Castillo se presentó a las elecciones, fue la que más votos en contra aportó (3), pero tuvo más a favor (5) que en contra… en total, 16 congresistas del oficialismo, entre las bancadas de Perú Bicentenario, Perú Libre, Bloque Magisterial, Cambio Democrático – JP y una no adscrita votaron a favor de la vacancia. Martín Hidalgo publicó una tabla al respecto que reproducimos.

Votos por la vacancia. Fuente: https://twitter.com/martinhidalgo/status/1600563752218206208/photo/1

Entre tanto, desde las principales instituciones del Perú (controladas por la oposición) se recordaba que nadie debe obediencia a un gobierno usurpador… y llegó la declaración conjunta de las fuerzas armadas y la policía nacional: sin decirlo, pero dejándolo claro, no acataban el autogolpe de Castillo y se ponían de lado de la estabilidad institucional (por llamarla de alguna forma), con lo que el golpe ya no tenía ningún tipo de recorrido: sin apoyos políticos ni militares. Al punto no tuvo apoyos que hasta su abogado en los casos de corrupción que tiene dio un paso al costado.

Mientras tanto, el aún presidente salió de Palacio, se comenzó a hablar de que buscaría asilo en alguna embajada (la de México la más señalada), pero Castillo acabó en la Prefectura de Lima donde fue arrestado. En las fotos, aparece acompañado del ex primer ministro Torres, quien, por lo visto, lo acompañó en calidad de abogado.

El parlamento, como digo, andaba con prisas, así que decidieron dar por aprobada el acta de la vacancia y demás para poder seguir adelante y tomar juramento a la vicepresidenta.

Dina Boluarte (editada)

Dina Boluarte, primera vicepresidenta del Perú, era la llamada a suceder a Castillo y ahí el Congreso tuvo el suficiente tino de no intentar cosas extrañas y se sujetó al mandato constitucional, invistiendo a Boluarte, quien se convierte en la primera presidenta del Perú.

El discurso de Boluarte al asumir el cargo de presidenta constitucional intentó ser conciliador, pidió una «tregua política» (palabras usadas por la misión de observadores de la OEA que recientemente habían estado en Perú) y habló un gobierno de amplia base, de unidad, con mucha participación (sonaba a un ministerio por partido). Tal vez el gesto más claro para romper con Castillo fue el apoyo expreso a la Fiscalía en su lucha contra la corrupción, lacra que aceptó que estaba muy metida en el Estado. Los partidos en el Congreso, en general, saben que no pueden atacar a Boluarte como lo han hecho con Castillo, no porque falten razones (tiene procesos penales pendientes), sino porque ahora tienen que dar la sensación de constitucionalismo sensato, de estabilidad. Eso y porque también saben de las propias debilidades de la presidenta, sin partido (como le pasaba a Castillo, ambos expulsados de Perú Libre), sin bancada (a diferencia de Castillo, que al menos tenía gente que le era fiel… hasta hoy) y sin a quién llamar. La configuración del gabinete y las nuevas relaciones entre el legislativo y el ejecutivo marcarán los próximos años, si es que no se produce un adelanto electoral para ambos poderes. Ya son varios los países, contando a la OEA, que dan por bueno el gobierno de la exvicepresidenta.

El último autogolpe exitoso en Perú fue en 1992, cuando Fujimori decidió patear el tablero y hacer un traje a su medida con la democracia peruana; en ese momento, el autogolpe tenía un plan, contando con el secuestro de periodistas, movilización de tropas y mil historias más; cuando Fujimori anunció la disolución del Congreso, todo estaba hecho y, con el apoyo militar, lo pudo mantener. ¿Y ahora? El presidente se apuró al declarar disuelto un Congreso que no fue capaz de cerrar, sin apoyos ni dentro de su bancada o gobierno, sin apoyo popular… nada de lo que hizo fue correcto, ni en la forma ni en el fondo, pero tampoco en el resultado buscado. Más pareció la rabieta de un niño, gritando «si me echan, yo los echo antes» o algo así… y eso no podía acabar bien.

Al momento que termino de escribir estas líneas, la pequeña manifestación a favor de Castillo ya se ha «retirado» (se produjeron algunos enfrentamientos entre la policía y esta, frente a donde está detenido Castillo), la que celebraba esto como una victoria, también pequeña, ya se había ido y Castillo anda declarando ante la fiscal de la nación.

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