España: investidura fallida

Actualización (jueves 25/7): investidura fracasada. En la segunda votación, Pedro Sánchez necesitaba más síes que noes, quedó por debajo sin conseguir más apoyos directos: votos a favor: 124 (123 de PSOE y 1 de PRC); votos en contra: 155 (66 de PP, 57 de Ciudadanos, 24 de VOX, 4 Junts, 2 CC, 2 N+); 67 abstenciones (42 de UP, 14 de ERC, 6 del PNV, 4 de EH Bildu y 1 de Compromís). Durante la investidura, se cruzaron incluso propuestas de acuerdo que no llegaron a nada.

por José María Rodríguez Arias

Cumpliendo todos los pronósticos, Pedro Sánchez fracasó en su intento de investidura en primera votación. Solo consiguió el apoyo de su partido (los 123 del PSOE) y del regionalista cántabro (1 voto del PRC). Desde finales de abril se debió abrir la negociación que pareciera (no sé qué tan real es) que comenzó «de verdad» a finales de la semana pasada. Las dos principales formaciones de a acordar (PSOE y Unidas Podemos) tensaron demasiado la cuerda y casi nos llevan a la situación de 2015… bueno, eso aún puede pasar.

¿Qué tuvo de especial la investidura? Algunas cosillas interesantes, por una parte, que UP al final se abstuviera (menos una de sus diputadas, que votó telemáticamente sin saber del cambio de voto de su formación), que ERC ya avisa que se abstendrá si hay pacto de izquierdas (votó que «no», por ahora), que Bildu también se abstuvo y que el PNV hasta ha dicho que podría votar que sí (por ahora, abstención, igual que Compromís).

La ministra en funciones Calvo y el dirigente de Podemos Echenique andan enfrascados en un proceso de negociación donde, al menos, se ve que ambos han cedido (Iglesias ha dado un paso al costado tras ser señalado por Sánchez como principal problema; el PSOE pasa a reconocer que tiene que ser un gobierno de coalición y no esas cosas raras que proponía inicialmente) aunque, por ahora, no lo suficiente uno para el otro. ¿Programa? No es tan difícil, en realidad las bases están en la negociación de los fracasados presupuestos para este año, ahí está la base programática del acuerdo (al que ya se llegó por una negociación larga).

La derecha españolista, por su parte, sigue insistiendo en un relato que ya se ha demostrado falso, como lo hizo con respecto a los presupuestos (nos decían que estaba más que acordado con los independentistas, los cuales votaron en contra de dichos presupuestos, pero, aún así mantuvieron ese relato, aunque la realidad les contradecía); según ellos, ya todo está pactado, también con Bildu (porque sí, sin pruebas de acuerdo alguno); ahora que se acerca el pacto PSOE-UP nos dicen y redicen lo de «ven, ya lo dijimos», pero olvidan que ellos mismos decían que Iglesias sería vicepresidente, que ya estaba cerrado así, y sabemos que eso no va a pasar.

En un programa de TV en directo Sánchez vio cómo una diputada de Podemos votaba en contra de la candidata del PSOE a dirigir una autonomía, esta parlamentaria reclamaba gobierno de coalición. Dicen que Podemos nacional estaba en contra de esa postura tan dura, criticada por su compañera de Grupo Mixto de IU, pero, la verdad, tal vez sirvió para mostrar al PSOE que eso se tenía que conceder o el voto sería negativo… tal vez.

El PSOE realmente no ofreció nada a nadie. Ni a los españoles ni a las formaciones. Un discurso insulso, a sabiendas que, en realidad, cada quien hablaría de su propia película; suena raro un discurso que se repite casi un año después de otro, que trae como novedad promesas ya incumplidas (algo que le reprocharon), donde, tal vez, lo más interesante es la propuesta de cambio constitucional para la forma en que se elige presidente, algo que le reprocharon el resto de grupos con razón.

El principal argumento de Sánchez es insistir en que él o nada, que no hay más opciones de pacto. En realidad se equivoca, sin contar que como argumento es débil (y, amigos, dejen de decir que hemos votado para que se pongan de acuerdo los políticos, todos hemos votado para que gane la formación que metíamos en el sobre correspondiente, no para que sea comparsa de nadie ni para que otra tenga que acordar con una tercera), en Europa (esa Europa que tanto nos gusta mirar) hay acuerdos rocambolescos entre formaciones se supone que irreconciliables, pero también cosas raras de gran coalición en que el tercero termina gobernando. Así que hay sumas como que Rivera sea presidente por el voto del PP y el PSOE (más que de sobra) o que UP apoye a las derechas (también suma). Además, si no dan los números para investir, ¿cómo se pretende sacar adelante las leyes? Que el Senado tenga una mayoría absoluta del PSOE tampoco es argumento suficiente, sino el PP tendría que haber continuado en el gobierno cuando Sánchez planteó la censura,

La apuesta era y es fuerte: o ahora o nunca. Rajoy hizo algo parecido en el 2015, incluso más exagerado (¿que el PSOE no me quiere? Pues ni me presento a la investidura), y se terminaron repitiendo las elecciones (donde el PSOE consiguió peor resultado y el PP mejor). En esa película terminaron con la dimisión del propio Sánchez de su grupo político pues el PSOE decidió abstenerse para facilitar la investidura y que no se volvieran a repetir elecciones.

Casado recuerda a Sánchez que él, para no abstenerse, dimitió, que no tenga tanta cara ahora de pedir la abstención del Partido Popular. Pues que haga como Sánchez, que dimita para que su partido se abstenga. Sánchez, que reconoció las presiones empresariales para que pactara con Ciudadanos y se abstuvieran en favor del PSOE, no termina de entender que esas mismas presiones no existen en sentido inverso, en tanto que esas fuerzas son la derecha y tienen los intereses de esos partidos alineados. (Los mismos que pedían una gran coalición en que el PSOE quedara a la sombra del PP no han hecho similar solicitud al PP).

Ciudadanos, por su parte, juega a líder de la nada. Creen que están haciendo valer su condición de «líder de la oposición», pero ese puesto corresponde al PP. Encima, se han entregado plenamente a la formación azul en las autonómicas y locales de hace un par de meses, cerrando en todos los sitios donde pudieron acuerdos con el partido de Casado, siendo siempre los segundones. No son líderes de la oposición, no se han mostrado como fuerza regeneradora (Castilla y León, Madrid, Murcia y otros lugares les saludan) ni cumplen con lo de que el ganador debe gobernar (pero esto nunca lo cumplieron) ni han evitado pactos con la extrema derecha (lo que sirvió en Andalucía no vale para Murcia o Madrid, donde la derecha en pleno negociar con todas las letras, aunque la dirección estatal de Ciudadanos lo llame «tomar un café»). El partido naranja lo único que ha conseguido es mostrarse como la parte intransigente del PP, cosa nada fácil pero poco útil cuando se quiere mostrar como formación política distinta y centrista. Ciudadanos pudo anular el poder del PP y mostrarse como un líder de la oposición o, incluso, como partido de gobierno (en el 2015 pactó con Sánchez, ahora, juntos, suman mayoría absoluta y no han querido negociar, por más que el actual presidente en funciones le ha dado todas las facilidades) pero prefirió salvar al PP a saber por qué.

Hoy siguen negociando, mañana veremos los resultados.

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