Iguales razones de historia, las mismas motivaciones personales

Introducción a «Los Cheguevaristas»

por Abel Bohoslavsky

Esta Estrella Roja del cordobazo a la Revolución Sandinista es una legítima continuidad de aquellas Biografías y relatos insurgentes (1) que hace apenas cuatro años se desparramaron en letras y fotos para sumarse al rescate de nuestra memoria histórica. Con las mismas motivaciones políticas y personales y muchos agregados más. Nuestra historia se sigue recuperando genuinamente. Pero simultáneamente, esa misma historia se sigue tergiversando de manera burda o más o menos sutil. La época revolucionaria vivida en Argentina se proyecta sobre la actualidad en casi todos los terrenos. Y los relatos históricos se usan para intervenir en la política contemporánea en las más variadas formas. La continuidad de los juicios por crímenes de lesa humanidad con las tremendas dificultades y limitaciones que supone el sistema judicial vigente, es una conquista histórico-política irreversible. Las revelaciones de las investigaciones y testimonios exceden en mucho lo poco que la prensa comercial tolera trascender. Ese escamoteo de información tiene sus claras motivaciones, ya que la responsabilidad en el genocidio planificado tiene nombres y apellidos, instituciones y siglas empresariales, políticas y eclesiásticas cuya persistencia es notable. No es casual entonces que junto con las tergiversaciones y demonizaciones, también se incrementen los intentos de apropiarse del legado histórico de movimientos revolucionarios, de sus emblemas y símbolos para que, a la postre, resulten caricaturas inofensivas.

Mi valoración absolutamente positiva acerca de esos juicios no altera mi enfoque acerca de que la verdad histórica no es ni puede ser una verdad jurídica. Tampoco una sentencia judicial resuelve ni devela la valoración histórica. Esto sigue siendo terreno de la lucha de ideas, no solo en el debate académico sino en las luchas políticas contemporáneas.

Siguiendo en esta huella de las motivaciones, no puedo dejar de mencionar que los escasos 550 ejemplares de Biografías y relatos insurgentes – sin contar los que fueron fotocopiados y distribuidos por vía electrónica – provocaron repercusiones que no dejaron de sacudirme. Veteranos y muy jóvenes escribieron cosas hermosas, algunas de las cuales me complace en compartirlas, porque expresan esa «otra» forma de ver nuestra historia.

Para Paco, un veterano del Partido Revolucionario de los Trabajadores «…su lectura completa no hizo más que revivir la época de sus acontecimientos. Hay hechos que los recuerdo (nuestra militancia fue en geografías distintas) de haberlos leído en los diarios. Uno de ellos fue el asalto (expropiación) a la peluquería, –“donde el guerrillero, al desmayarse la señora, vuelve, le toma el pulso, pide un vaso de agua y le dice que está bien, que se quede tranquila”– . ¡Maravilloso! La riqueza de tus relatos, es que permiten conocer a los forjadores de hechos distintos en el país y que, desde esos hechos, la historia, por más que no quieran, ya va a ser distinta. Pero volviendo a tus memorias, son excelentes por la sencilla razón de que permiten conocer a nuestros compañeros como fueron y desde esa visión cotidiana, con sus más y con sus menos, pero con la convicción ideológica llevada a la práctica, lograron conformar un Partido Revolucionario que, desde mi humilde participación, me siento orgulloso de haber sido parte integrante de esa experiencia».abel48-212

El Radicura, también militante perretista y ex preso político, valora la dimensión personal de esa historia colectiva: «Nos conocimos circunstancialmente en casa de “Pacho”, “Pichón” para vos (Eduardo Foti),(2) con el que compartí varios años de cárcel. Me llegó el librito. Quiero felicitarte por el contenido. En primer lugar por el respeto con los compañeros que nos acompañaron en nuestra militancia, que nos marcaron en la vida. En otras publicaciones de otros compañeros no lo expresan así. En segundo lugar por los conceptos. Me interesó especialmente el reportaje con los pibes guevaristas venezolanos porque tocás la actualidad de forma muy didáctica, y desde ya comparto mayoritariamente esos conceptos».

Lili era muy pequeña en aquellos años sesenta y setenta de la Córdoba insurgente. Su hermana mayor (compañera de militancia en esos tiempos) compartió las Biografías con ella: «Gracias por mandarme el libro. Me impresionó mucho cuánto sabe, qué prodigiosa memoria, cuánta sensibilidad, qué lindo escribe.

De alguna forma con sus palabras y los relatos es como si fuera abrazando, acariciando a cada una de las personas que lleva consigo. Qué bonito homenaje a la memoria de toda esa gente maravillosa. Leer sobre el cordobazo, el viborazo, la Plaza, la avenida del parque, el camino al Hospital Privado, los estudiantes tirando bolitas para que resbalaran los caballos de la policía, dos chicos jóvenes que tiraban con una onda a los policías parados en la puerta de casa, los obreros marchando, los discursos que escuchábamos desde el balcón, el esqueleto del auto quemado del papá y su nobleza (¿te acordás que dijo que como era una auto grande que estaba parado frente a la Casa Radical, seguro que creyeron que era de un senador?). Es como que veíamos la realidad nosotras con 12, 13, 14 años desde el balcón de nuestra casa, y ellos los jóvenes, los mayores, la vivían desde la calle, arriesgando el pellejo por un futuro mejor para todos. Lo vi al Abel una sola vez (también entonces me impresionó mucho): estaba parada al lado de él en el entierro de la Yiyí y su marido, me pasó la carterita del tipo ese que estaba espiando y me la llevé y casi me llevan a mí… me salvó el guardapolvo que me puse para parecer de secundario y la pinta de nena que tenía».(3)

Alicia Bello, otra ex prisionera también militante del PRT, sigue siendo activista sindical docente. Me escribió: «¡Buenísimo, el libro! Ya me lo leí. Y me llené de nosotros. Me parece una lectura indispensable para acercar a las nuevas generaciones una historia de luchas que no conocieron y ayudar a muchos jóvenes a encontrar ese camino que están buscando».

Raúl Nudel ya era militante del PRT y tenía 18 años cuando cayó preso en 1974, pasando también en la cárcel los años de dictadura. Raúl viaja diariamente a su trabajo en los insufribles trenes entre Gran Buenos Aires y Capital. Se llevó el librito y miren lo que le pasó: «No sé si putearte. Me colgué leyendo tu libro y me pasé de estación».

Mónica Baltodano es una revolucionaria nicaragüense, que además de haber sido comandante guerrillera del FSLN en los años setenta, es una historiadora excelente, ya que reconstruyó en sus Memorias de la lucha sandinista la historia de esa Revolución.(4) En su último viaje a la Argentina, se llevó el último ejemplar impreso: «Desde hace rato quería escribirte para comentarte que vine leyendo en el avión tus Biografías y relatos insurgentes y me parecieron excelentes. Me capturaron completamente por sus contenidos y me gustó también el estilo de los relatos. La única observación que te hago es que aparecen muchas expresiones argentinas que habría que explicar para los lectores de otros países. Algunas de ellas las comprendí por el contexto. Por lo demás creo que estos relatos son excelentes en la línea de recuperación de la historia de tanto héroe anónimo, pero también de relanzamiento de los ideales y los objetivos por los que luchamos y por los que murieron tantos compañeros».

Aunque fuese solo por estas cosas, vale la pena reconstruir nuestra historia. Pero por mucho más. Pasaron 38 años hasta que pudimos juntarnos con Cacho y a ese encuentro se sumó la negra Viviana que fue la que posibilitó ese reencuentro. Los dos me insistieron que debía escribir sobre Aquel 20 de agosto y yo les decía que no tenía los suficientes datos ni posibilidad de obtener testimonios. Un día se lo comenté a Alejandro Ernesto Asciutto, el compañero que fue uno de los impulsores de editar la revista Sísifo(5) en cuyo primer número se publicó íntegramente Biografías y relatos insurgentes. Y él se puso a buscar quienes editaran esta continuidad. Y entonces comenzó esta reconstrucción. Al Cacho le puse una condición: yo reconstruyo Aquel 20 de agosto, pero vos me tenés que reconstruir la historia del túnel, porque es una historia sepultada por el olvido. Lo que será difícil de entender para ustedes es que Cacho no recordaba ni la fecha en que esa casi hazaña quedó trunca por las ráfagas de la represión. Yo tampoco… ¡y la recuperé de casualidad! A partir de allí nació el capítulo «La casita del barrio San Martín. La historia del túnel de la libertad… que no fue», en cuya reconstrucción, Cacho supo que su compañero de andanzas apodado «el Tío» fue un compinche de adolescencia y juventud del Che Guevara. Si iba a relatar la historia de una frustrada masiva fuga de prisioneros, no podía ni quería dejar de lado otra similar y exitosa como fue la de las prisioneras del Buen Pastor, esa cárcel clerical que la piqueta revanchista demolió en gran parte en plena Nueva Córdoba, en otra de las acciones disimulada como «modernización» para borrar huellas del terrorismo estatal. Por suerte, muchas de las fugitivas iniciaron mucho antes esa recuperación histórica y algunas de ellas ayudaron a que esa historia quede plasmada en el capítulo «Las 26 del 24».

Y para que la original iniciativa de la Negra y el Cacho se pudiese concretar, ella me juntó un día con el Puma que se convirtió en cronista de guerra imprescindible sin cuya memoria hubiese sido imposible reconstruir esa epopeya. Y con la ayuda de Alejandro, que fue y vino no sé cuántas veces a la Biblioteca del Congreso Nacional para buscar diarios digitalizados de la época, pudimos reconstruir aquel día en el capítulo «Cuando la Estrella Roja estremeció a Córdoba». Téngase en cuenta que en todas estas reconstrucciones debe haber omisiones y hasta algún error. No pudimos encontrar a todos los protagonistas y las memorias personales muchas veces son imprecisas y tienen lagunas. Cuando estos relatos estén impresos y circulando como volante mano en mano, bienvenidos serán quienes señalen errores y omisiones, para corregirlos en una próxima edición.

Estas historias, llenas de anécdotas y peripecias donde lo cómico se entrecruza con lo heroico y lo trágico, ocurrieron en una época y en un lugar, no por casualidad. Son parte de nuestra historia que, para entenderlos, es necesario conocer desde el punto de vista de la historia de las luchas de clases. Por eso hemos reiterado algunos relatos del texto anterior, complementados con nuevos documentos y un resumen de la época en el capítulo inicial «Clase obrera y movimientos revolucionarios en una época de auge. Del cordobazo a las jornadas de junio-julio de 1975». Y con anecdotario de protagonistas que nutrieron ese auge inédito en nuestra historia.

Estos relatos se completan con otro que Alejandro insistió en que no podía faltar: cómo desde la Córdoba insurgente fui a parar con la Estrella Roja en la conciencia a las tierras calientes y rebeldes de la Nicaragua sandinista. De esas charlas, nació «El internacionalismo, una experiencia inolvidable», también – como las anteriores – imposible de resumir en un solo capítulo. El pasado importa, aunque el sistema de ideas predominante envenene las conciencias predicando lo contrario, para que se reproduzca indefinidamente su ideología con el relato de las historias oficiales. Cuando la historia se ignora, la actualidad queda en la trampa de los relatos oficiales. Estas crónicas, con pretensión de «historia», se divulgan con mucho bombo intercalando datos parciales para que aparezcan como verídicos y se asientan en estimular prejuicios muy arraigados. Al mismo tiempo, las versiones de apariencia «crítica» o «autocrítica» arrancan exponiendo verdaderos errores de los movimientos revolucionarios para concluir casi siempre que el error fundamental fue haber asumido el desafío de emprender una lucha tan audaz como la que ocurrió.

Por eso, contrasto estos intentos con el aporte del historiador Pablo Pozzi – a quien no le faltan valiosas reflexiones críticas– cuando afirma que «la historia del PRT-ERP no era la historia de la guerrilla, si no que era la historia de Argentina (. . .). Al igual que las montoneras del siglo XIX, o los levantamientos radicales, o las huelgas bravas anarquistas o comunistas, o la violencia de la Resistencia Peronista, la guerrilla argentina era parte e un proceso histórico y como tal se convertía en algo central para entender este proceso no como algo armónico, sino como un movimiento conflictivo, como una guerra de clases». Y además, en relación a la valoración histórica afirma que «lo correcto de una línea se determina no por su relación con los clásicos del marxismo, sino por su éxito en la construcción política y social. Según esta percepción el PRT-ERP fue exitoso en un período determinado y un fracaso en otro».(6) En esta huella sobrevuelan estas historias. Ojalá sirvan como semillas para que florezcan en las conciencias.

Notas al pie:

1. Publicado en Sísifo Nº 1, del Centro de Estudios Sociales y Sindicales del Sindicato de Trabajadores de OSPLAD (SITOSPLAD), Buenos Aires, noviembre de 2011.

2. Véase el capítulo “Cuando la Estrella Roja estremeció a Córdoba”.

3. Es muy emotivo que el relato le evoque recuerdos de familia. Además, recupera en mi memoria algo que no me quedó registrado. El episodio ocurrió en el entierro de Delia Yiyí Burns, asesinada junto a su compañero José Scabuzzo (ambos del PRT) por la Triple A en septiembre de 1975, en el cementerio San Jerónimo. Ahí capturamos un cana de civil y lo desarmamos, con la intervención decidida de muchos practicantes del Hospital Rawson que estaban allí. Habíamos pasado toda la noche en el hospital, velando junto al cajón. Estábamos casi todos sin dormir. Después de la trifulca con el cana, al médico Jorge Bepre (que era el jefe de la guardia donde ella trabajaba) le dio una angina de pecho (insuficiencia coronaria aguda), yo me lo cargué en un taxi hacia el hospital. El día anterior, habíamos entrado de prepo en la morgue del hospital San Roque, con Bepre y varios más. Casi que lo apretamos al forense, que era nada menos que el titular de Medicina Legal un tal doctor Mercado, muy conservador. Estaba impactado el tipo. Le había tomado examen a la «Yiyí» días antes, última materia con la que se recibió. Admitió violar el secreto judicial. Vimos el cadáver. No tenía impactos de bala, solo golpes que le destrozaron la cabeza. No me acordaba que le había dado la carterita negra del cana a una «nena» con guardapolvo blanco. . . ¿sería de la «niñez guevarista»?

4. Véase el capítulo «El internacionalismo, una experiencia inolvidable».

5. Se publicó también en Sísifo Nº 2 del CESS-SITOSPLAD, diciembre 2012, con otros contenidos.

6. Pablo Pozzi. Historia de «perros». Buenos Aires: Imago Mundi, 2012.

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