Elecciones en España: notas antes de los resultados

por José María Rodríguez Arias

Comienzo este artículo cuando quedan cuatro horas con las urnas abiertas para unas elecciones generales en que elegiremos lo mismo de siempre pero más colorido; hemos incluido el morado y el naranja en el mundo de los matices de una política en que todos terminan haciendo cosas muy parecidas. No, no son iguales, no digo eso (aunque me gustaría), pero se parecen y están atados por muchas obligaciones previamente contraídas que ninguno parece tener ganas de cambiar «en serio», algunos porque directamente no quieren y otros porque juegan a un despiste raro.

Voy a comenzar por el despiste raro, con cosas que me rondan a la cabeza desde hace semanas aunque no he terminado de plasmarlas de forma ordenada en una nota (y esta no servirá para eso): Podemos, el partido del caudillista Pablo Iglesias, ha capitalizado algunas de las mejores ideas nacidas en el 15M (bueno), ha sabido captar la atención de medios (¿cómo o por qué?) y personas (bueno) y realmente saca una sonrisa a sus electores (para ellos, bueno) a la par que ha ido virando a la derecha buscando una «centralidad» que no es otra cosa que abandonarse a sí mismo(malo); dejó de lado la horizontalidad en favor de la verticalidad «clásica» de los partidos (malo; y siguen criticándola en otros, en ellos es por «ganar la guerra con las armas del enemigo» y frases por el estilo), ha quitado mucho de su propio programa con el que dio la sorpresa en las Europeas de hace nada (malo), todo por rebajar el tono, el conflicto y, en esencia, realizar una traición de clase, se ha marcado un PSOE en todo sentido (contando el ya no ser crítico con la OTAN).

Lo mejor de Podemos lo encontramos cuando se acerca a sus bases (esas candidaturas de «las mareas» o «en común», apoyadas pero no intervenidas con Podemos, dieron verdaderos triunfos a una política distinta en las elecciones locales)… pero nos engañan como a tontos, nos tratan como a niños y, a las izquierdas, nos maltratan directamente. Decían que sí o sí debían presentarse con sus siglas, por estrategia y tal y que las coaliciones serían de tal forma o no serían, el proyecto de un frente popular (llámese como se llame) murió cuando no aparecieron y, lo peor, con la misma excusa que se negaban a firmar en Madrid o Castilla y León, sí firmaron en Galicia o en Cataluña (acá también es responsable IU, claro). Parece que Podemos (más los sitios en los que va con pacto, Galicia, Valencia y Cataluña) será o el segundo o el tercero, en una campaña realmente positiva para el partido de Iglesias.

Estoy entre quienes piensan, tal vez por pura paranoia o por mal perdedor, que Podemos está siendo muy ayudado porque es, en el fondo, mucho más dócil y maleable que otras fuerzas de izquierdas (¡incluso que IU!, que ya es decir), porque ha demostrado que si se puede rebajar el tono del mensaje, rebajar la promesa y llenar todo de matices que hacen imposible cumplir, y no pierden votos en el camino, lo harán (y lo han hecho, la protesta social ha salido de las calles, se ha canalizado en Podemos pero con otros objetivos y contenidos). Esto es, porque Podemos se parece más al PSOE de lo que les gustaría creer.

Los otros tres partidos son viejos conocidos: Partido Popular (PP), Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía (C’s), aunque a este último lo suelan mentar como «nuevo partido» no podemos olvidar que se presentó a las generales en 2008, donde el propio Albert Rivera encabezó la lista por Barcelona (en el 2011 estuvieron persiguiendo a UPyD, sin pacto ni fuerza, prefirieron no presentarse en esas generales, al menos como Ciudadanos). Ciudadanos, además, ha ido construyéndose fuera de Cataluña en partes iguales por gente que abandonaba el PP o por alianzas electorales con partidos (desde UPS, UPB, UPE a CDS o UCL) para luego ser una suerte de reemplazo de UPyD desde este año (con quien comparte grupo en el Parlamento Europeo, sea dicho). El discurso de Ciudadanos da miedo (algo que no es nuevo, a fin de cuentas, sin problemas pactaron con la extrema derecha en 2009 para las europeas), con unas vestiduras «progres» mantienen un fuerte nacionalismo, un toque de racismo y xenofobia bastante patente junto con un machismo inmenso. En lo económico, van más allá de lo que el propio PP se ha atrevido a hacer; las y los trabajadores tenemos mucho que perder con este partido y casi fijo que seremos los que más le votaremos, como borregos.

Estas elecciones que se presentan como una suerte de «fin del bipartidismo» no serán las primeras con gran dispersión de voto (en términos generales) pero tal vez sí en las primeras que el ganador no pueda gobernar ni se lleve una alta mayoría (la debacle del PSOE en el 2011 propició una mayoría absoluta del PP que no correspondía con la mayoría de los ciudadanos del país (ni de quienes votaron ni de quienes podan votar, evidentemente), lo novedoso de todo este asunto es que por primera vez de forma clara el PP tiene un competidor en su propia arena de la derecha política (aunque UPyD le robara votos, siempre fue tapándose la nariz porque, en el fondo, el partido magenta era visto como una escisión del PSOE y, como poco, también de «centro izquierda»), con lo que la dispersión no solo se dará en las izquierdas favoreciendo a un partido hegemónico en la derecha (en el artículo enlazado sobre el 2011 hablo de lo que pasó en Burgos como ejemplo de las diferencias relativas, esta vez eso no se dará), tal vez estemos ante un «bipartidismo por bando»…

El PP pagará el no haber cumplido (por más que ellos digan que sí al noventa y tantos por ciento en una extraña forma de reescribir el significado de «cumplir»), paga por el desgaste propio de los partidos de gobierno y, por supuesto, por los problemas con la corrupción (pesa, y con mucho, ese «sé fuerte», eso de tener una sede pagada con dinero negro, entre mil y un problemas más), aunque no tanto como se merecen.

No quiero acabar sin una mención a Izquierda Unida (IU), que se enfrenta a volver a las sombras, desaprovechando todo el malestar desde centro izquierda al resto surgido desde hace muchos años. Demasiado peso lleva en su propia mochila, demasiada historia e, incluso, pagan ambigüedades pasadas (no podemos dejar de recordar que una escisión de IU está en el nacimiento de Podemos, además de otros partidos que se fueron de IU porque esta resultaba demasiado reformista… lo increíble es que sigan en Podemos o apoyando a Podemos).

El intento de una candidatura de frente popular, primero Ahora en Común y luego Unidad Popular, en que se incluyeran todos los partidos de izquierdas (contando a Podemos, con quienes comparten grupo en el PE), tropezó con demasiadas piedras, egos encontrados y tacticismo electoral (ya critiqué la postura de Podemos, supra, pero la de Compromís no se queda atrás, y las movidas con el nombre y los promotores de AeC tiene delito), casi duele pensar que lo que no pudieron en todo el Estado sí lo hicieron en Galicia y en Cataluña (donde no son tan importantes o están mucho más acostumbrados a negociar, programa mediante).

Pero la crisis de IU está lejos de ser simplemente por un problema con Podemos o porque los medios no le sacan lo suficiente, algunos de los inconvenientes de esta formación también está en su apuesta reformista, en no saber dónde se para, en los casos de corrupción, en servir de comparsa del PSOE durante tanto tiempo en tantos lugares y, sobre todo, en haber perdido la calle (en algunas ciudades la ha mantenido, todo hay que decirlo), en ser unos burócratas que están pensando en el asiento y llenos de odio, pero no odio de clase, no ganas de lucha popular, no, odio a los enanos que le crecen a su izquierda.

Son (somos) las izquierdas, en general, las que vienen (venimos) perdiendo desde hace demasiado tiempo, quienes ya no somos una solución para la clase trabajadora sino un problema, un escollo a superar, sea por la derecha (en España el voto de Ciudadanos también está en las clases bajas; en otros países las opciones filofascistas tienen cada vez más presencia, como el caso del FN en Francia) o por los indeterminados que ofrecen sonrisas. En la crisis en vez de plantear nuestras distintas alternativas y hacerlas llegar a todos los rincones, nos hemos mirado el ombligo, pensando que por tener una historia llena de bonitas palabras ya convenceríamos y así ya hemos perdido. Y no, no es un tema de «comunicación». No seamos obtusos, por favor.

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