Cataluña: ¿independiente pero intervenida?

por José María Rodríguez Arias

Vaya días. Hay momentos en que no se entiende lo que ocurre, que falta información de lo que está pasando y que nadie está dispuesto a darla. Así tenemos lo del jueves, unos dimes y diretes por todos lados. Una convocatoria de rueda de prensa del presidente de la Generalitat de Catalunya, Carles Puigdemont, se avisaba como el final del problema: disolución de la cámara catalana y convocatoria de elecciones. Se daba por hecho, los socios del PDeCAT, ERC, ya tachaban de traidor a Puigdemont (Rufián, diputado en el congreso, hablaba de 155 monedas de plata). Algo pasó, no consiguió lo que quería (que el PP, entre otras cosas, bajara la intensidad y quitara las medidas suspensivas de la autonomía; el PSOE estaba presionando para que el «155» fuera condicional); la rueda de prensa iba retrasándose. El Senado continuaba con el debate de las medidas pedidas para que el gobierno de la nación se hiciera con Cataluña.

En la tarde, sin comerlo ni beberlo, aparece Carles Puigdemont, el cual anuncia que tenía pensado convocar elecciones pero que el gobierno del Estado no daba las garantías pedidas (trascienden dos, retirada de lo del 155 y posiblemente inmunidad por todo el tema de la sedición; también que el gobierno español exigía algo más que la mera disolución del parlamento, pedía algunos absurdos como la derogación de las dos normas de la vergüenza, cuando una de ellas ya ha sido declarada inconstitucional -con lo que no se puede derogar lo que no existe jurídicamente-), así que valor y al toro (esto no lo dijo así, pero significaba eso). El presidente de Cataluña no declaró la independencia, ni siquiera dijo que lo iba a proponer (independencia suspendida por él, más o menos). ¿Qué hizo? Pues dejó todo en manos del parlamento. En el gobierno catalán dimitió uno de los consejeros (contrario a la declaración de independencia).

El viernes 27, el Parlament, con la ausencia del PSC, el PPC y Ciudadanos, votó por la «constitución de una República Catalana independiente». Esto es, junto con la activación de la «ley de transitoriedad jurídica» (en la cual se establecen las normas transitorias hasta que la nueva República tenga su propia Constitución), JxSí (PDeCAT y ERC) con la CUP urgen al gobierno catalán a ir aprobando todas las normas para poder hacer real esa independencia (pueden leer el documento presentado en el Parlament en PDF aquí, también pueden ver todo el pleno del 27 de octubre en la web del Parlament).

La presidenta del Parlamento catalán, Forcadell, insistió y consiguió que se votara a pesar de la opinión contraria de los letrados de la cámara (postura, por otro lado, que no podía ser otra). Se votó en secreto, la oposición ha usado este hecho para acusar a los independentistas de querer «esconderse» (no pocos han visto esto como una forma de protegerse ante un posible proceso penal por sedición). Durante el debate, claro, todo tipo de acusaciones cruzadas, medias verdades y mucha dramatización. Dentro del lenguaje extraño, la declaración de independencia no está en el articulado de las resoluciones, sino en la exposición de motivos; el contenido, por lo demás, va dirigido más bien a «ir creando» esa república independiente, contando la negociación con el Estado español para la separación.

Resultado final: 70 votos a favor de la independencia, 10 en contra y 2 blancos, con 52 ausentes (PSC, PPC y Cs). Esto es, se aprobó la independencia con el 51,85% de los votos en la cámara, ni siquiera son todos los de los dos grupos a favor de la independencia (suman 72). Con esto han declarado la constitución de la República de Cataluña como Estado Social, Democrático y de Derecho.

Como curiosidad, se han necesitado menos votos para declarar la independencia que los que se necesitarían para modificar el Estatut de Catalunya, norma, que por lo demás, está vigente en todo lo que no contravenga al proceso de independencia.

Mientras tanto, en el Senado (con una mayoría absoluta del partido de gobierno) seguían a lo suyo, que si el 155 para arriba, que si para abajo. Recordando que, sí, es una medida copiada de la constitución alemana, pero no coincide el Senado español con el Bundesrat alemán para nada. Con la declaración del mandatario catalán, el Senado se armó de valor para votar un «155 duro» (el PSOE retiró la condición suspensiva que intentaba colar). En estos casos todo va rápido, la norma se aprobó ya por la tarde, y por la noche ya estaba publicada. Un BOE especial con dos normas (la del gobierno en que pide al Senado todo lo que quiere hacer y la del Senado que lo aprobó, pero con unos pocos matices):

  • «Resolución de 27 de octubre de 2017, de la Presidencia del Senado, por la que se publica el Acuerdo del Pleno del Senado, por el que se aprueban las medidas requeridas por el Gobierno, al amparo del artículo 155 de la Constitución.» (Copia en PDF y enlace al BOE).
  • «Orden PRA/1034/2017, de 27 de octubre, por la que se publica el Acuerdo del Consejo de Ministros de 21 de octubre de 2017, por el que, en aplicación de lo dispuesto en el artículo 155 de la Constitución, se tiene por no atendido el requerimiento planteado al M. H. Sr. Presidente de la Generalitat de Cataluña, para que la Generalitat de Cataluña proceda al cumplimiento de sus obligaciones constitucionales y a la cesación de sus actuaciones gravemente contrarias al interés general, y se proponen al Senado para su aprobación las medidas necesarias para garantizar el cumplimiento de las obligaciones constitucionales y para la protección del mencionado interés general.» (Copia en PDF y enlace al BOE).

Hoy, además, se publican otros dos BOE (esto sí llama un poco más la atención), en uno de ellos, el extraordinario, se destituye a Josep Lluís Trapero Álvarez como Mayor del Cuerpo de Mossos d’Esquadra, en el otro, el ordinario, el gobierno ya comienza con las medidas, la destitución de Carles Puigdemont i Casamajó, la de todo el gobierno catalán, otros ceses y las dos más importantes: el Real Decreto 944/2017 que organiza cómo el Estado realizará las medidas del 155 y el «Real Decreto 946/2017, de 27 de octubre, de convocatoria de elecciones al Parlamento de Cataluña y de su disolución» (copia en PDF). Sí, se ha disuelto el parlamento catalán y se han convocado elecciones (para el 21 de diciembre). Ese plazo de seis meses, por pura urgencia del gobierno, no se ha cumplido. (Pueden ver un resumen de todo esto en El Diario, también la noticia con la comparecencia de Mariano Rajoy, presidente del gobierno central).

El gobierno español solo entiende de represión y, además, ¿estas elecciones solucionan algo? ¿Qué pasa si de las mismas tenemos, más o menos, la misma distribución de fuerzas? Parece, más bien, que todo seguirá igual (aunque ahora se jugará todo en el terreno de la capacidad de movilización de los propios, más que en el convencimiento de los ajenos)… ¿Y si hay un aumento del grupo independentista? (la respuesta contraria a la represión puede ser masiva). ¿Hasta qué punto la aprobación de la independencia por el Parlamento catalán no ha sido más un teatro pensando en las elecciones venideras que algo que realmente querían hacer cumplir? Quiero decir, el 155 ya estaba en marcha, la suspensión de la autonomía (aunque no es lo que pone el precepto constitucional, es como se está aplicando), las elecciones eran inminentes (medida estrella del gobierno nacional) y el independentismo busca hacerse más fuerte (suman la mayoría absoluta de la cámara, pero no lo fueron en votos), ¿para qué convocar ellos las elecciones si podían presentarse como víctimas de la represión del Estado? Por lo visto, desde el gobierno cesado no parece que quieran defender la independencia mediante la ocupación de edificios públicos ni vayan a seguir actuando como mandatarios de Derecho, con lo que básicamente darían un paso al lado* para que el Estado, aplicando toda su fuerza, se hiciera con Cataluña (lo cual evitará, en cualquier caso, mucha violencia, que tampoco está mal).

¿Y ahora qué?

Uno de los principales problemas del actual conflicto es que no se están buscando los intereses en juego para poder negociar sobre ellos, sino que se están chocando los principios, las emociones. Así pues, el nacionalismo combate al nacionalismo (españolismo frente a catalanismo), ambos desde la pura imposición de su postura, siempre excluyente y principalista, sin posibilidad alguna de matices (por eso no es sorprendente que Rajoy tirara para adelante con el 155 cuando tuvo oportunidades de frenar; por eso Puigdemont, aún cuidándose mucho de declarar la independencia, tampoco era capaz de proponer nada distinto a lo que puso en marcha hace meses ni a reconocer los errores de su propia gente en temas como las leyes aprobadas en septiembre).

Las manifestaciones a favor de la independencia son masivas. El gobierno catalán (cesado) confía, por lo visto, en que la independencia se pueda mantener gracias a las calles. Pero difícilmente esto será real, teniendo en cuenta que el pos 1 de octubre quedó muy diluido todo, incluso las grandes huelgas convocadas quedaron en poca cosa y nada continuas. Las contrarias, en la propia Cataluña, son violentas (pequeñas y violentas; así, un grupo de fascistas fue el primero en reaccionar, atacando Catalunya Ràdio), aunque se espera que crezcan en tamaño y ya no estén controladas por los fascistas.

Antes de acabar, les recomiendo la lectura del «Comunicado conjunto de CNT, CGT y Solidaridad Obrera ante la situación en Catalunya», publicado el 26 de octubre. Acá un párrafo:

Defendemos la emancipación de todas las personas trabajadoras de Catalunya y del resto del mundo. Tal vez, en este contexto, sea necesario recordar que no entendemos el derecho a la autodeterminación en clave estatista, como proclaman los partidos y organizaciones nacionalistas, sino como el derecho a la autogestión de nuestra clase en un territorio determinado. Así entendida, la autodeterminación pasa más por el control de la producción y el consumo por parte de trabajadores y trabajadoras y por una democracia directa de abajo a arriba, organizada según los principios federalistas, que por el establecimiento de una nueva frontera o la creación de un nuevo Estado.

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*ACTUALIZACIÓN (28/10 a las 13:30): La apreciación realizada sobre el paso al lado vino de: a) el absoluto silencio de los principales cargos (contando que Puigdemont ni habló durante el pleno catalán que declaró la independencia); b) la aceptación del cese de un alto cargo. Pero por lo visto no, el gobierno catalán baraja la convocatoria de unas elecciones constituyentes, en El Periódico: «El Govern no se da por destituido y sopesa convocar elecciones «constituyentes»». Aun así, no descartan el presentarse en las elecciones del 21-D, tal vez la cuestión es cómo las aborden…

Actualización (28/10 a las 17:00): Declaraciones de Puigdemont:

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8 thoughts on “Cataluña: ¿independiente pero intervenida?”

  1. Dice JOMRA: «Uno de los principales problemas del actual conflicto es que no se están buscando los intereses en juego para poder negociar sobre ellos, sino que se están chocando los principios, las emociones. Así pues, el nacionalismo combate al nacionalismo (españolismo frente a catalanismo), ambos desde la pura imposición de su postura, siempre excluyente y principalista, sin posibilidad alguna de matices».- Interrogante: ¿Catalunya es nacionalidad oprimida?¿El Estado español es el opresor? Si es así, no hay equivalencias entre ambos. Políticamente, humanamente, históricamente, debe apoyarse al oprimido, aún cuando quien encarne y dirija ese nacionalismo sea burgués o pequeño burgués. No hay nacionalismo proletario.
    El pronunciamiento CNT-CGT-SO: ¡muy bien! Pero…¿por qué no plantean la autodeterminación obrera para TODO el Estado español?

  2. Salud

    Gracias a ambos por los comentarios.

    Son dos nacionalismos que se han construido en paralelo y entrelazados (no podemos obviar que las naciones son construcciones históricosociales); no es una relación típica de conquistador-conquistado para nada. Incluso la fórmula rara constitucional deja traslucir este hecho (que habla de nación española como unitaria a la vez que menciona las nacionalidades históricas que la conforman). Normalmente, en una nación opresora frente a una oprimida, la opresora se ha construido al margen de la oprimida, al que pertenece a esa nación no lo consideran un igual; en el caso de los nacionalismos (catalán, vasco, andaluz, castellano, gallego, leonés…) en España esto no ocurre así (la nación «España» incluye a todas las personas que se sienten de otra nación; se construyeron en paralelo).

    Si hablamos desde la identidad, al menos en el último siglo largo, el sentimiento español y el catalán, desde la construcción colectiva, no resultaban necesariamente excluyentes (en general, que durante la II República también se proclamó la independencia), con lo que la simplificación del tema a opresor-oprimido, como se plantea a veces, no me resulta del todo adecuada. Como tampoco es una cuestión de una nación alienante (la española) frente a una propia y preexistente.

    (Sí ha habido épocas de represión durísima a lo que son las culturas periféricas, sobre todo en la primera mitad del franquismo, con la construcción de una idea de España y de lo que es «ser español» absolutamente intolerante con todo lo que no fuera nacionalcatolicismo -así, un ateo no era un «verdadero nacional español», por ejemplo-).

    Otra cosa es que en el proceso actual la represión del Estado está creciendo, y en esos casos no hay mucha duda: estamos con el pueblo catalán independientemente de si se quieren o no separar (como lo demostraron esos tres sindicatos, junto con otros más bien españolistas -CCOO y UGT-, apoyando la huelga del 3 de octubre contraria a la represión producida el 1 de octubre).

    Pero, por lo general, la represión en Cataluña no ha sido hacia la «nación catalana» sino hacia las fuerzas sociales en su conjunto (vamos, que los mossos pegan palos como el resto de policías del Estado), así que no hemos vivido un «choque de naciones» continuo; estas se desarrollan entrelazadas donde los palos siempre los han recibido los mismos, tengan el sentimiento nacional que tengan.

    Si ya nos fijamos en el plano de la política postransición, en realidad nos encontramos con que no ha habido una opresión a la «nación catalana» por parte de un Estado represor, sino que la actual configuración de España (y de algunos de sus gobiernos de forma directa) ha dependido justamente de fuerzas catalanistas. Las cuales, además, llevan cuarenta años gobernando esa parte de España con mejor o peor relación con el gobierno central (antes de la actual configuración del parlament, el principal partido que apoyaba al gobierno de CiU era el PP, cosas de la vida).

    Esta represión a veces se menciona en el actuar del TC (como en la carta de Marta Parral), sobre todo desde la sentencia sobre el Estatut actual (que fueron un puñado pequeñín de artículos los recortados, no exageremos tampoco; sí quitó la palabra nación de todos lados o pidió que se entendiera como «nacionalidad», que es como se le llama en la Constitución); como jurista no puedo obviar que muchas veces el parlament se salta su propio estatut (en otras palabras, aprueban cosas para las que no tienen competencias), y el TC en ese plano también le pega palos al Estado en favor de las Comunidades Autónomas (sin ir más lejos, las principales subvenciones en asuntos sociales vinculadas al IRPF, ahora las darán las CCAA porque el TC le ha recordado al Estado que esa competencia es de las CCAA, no del Estado, y fue un pleito promovido por Cataluña). Vamos, que lo de las sentencias en contra de leyes por temas competenciales se dan: a) entre todos los niveles administrativos y descentralizados; b) a favor de quien el TC o el TS (dependiendo) estime en cada momento (no siempre es «el Estado gana»). Luego viene la Unión Europea (el TJUE) y le pega palos al Estado por aprobar cosas que ahora dependen de la UE o por dejar que las CCAA regulen cosas que son de la UE, es lo que tiene esto de sistemas entrelazados.

    Sobre esos sindicatos y su forma de actuar: Sí, lo plantean no solo para todo el Estado, sino, por niveles, para la península en general (por eso le dan tanta importancia a las siglas de FAI, que acompañan siempre a las de la CNT), europea y mundial (con la IFA de la mano).

    Esas tres fuerzas, además, acostumbran a llevar cualquier conflicto producido en cualquier parte de España para que se muestre solidaridad en el resto de la península, justamente como mecanismo de cohesión de la clase trabajadora frente a quien sí es el enemigo. (Así, cuando hay un conflicto colectivo en Barcelona o Badajoz, en Valladolid hay pintadas de solidaridad, cuando no actos concretos -de solidaridad, recaudación o lo que toque-, lo mismo cuando hay un conflicto en Valladolid, en otras partes de España también se movilizan por el mismo).

    Pero, vamos a admitirlo, las tres fuerzas son pequeñas (dentro de lo que es el movimiento sindicalista), mal que nos pese.

    Hasta luego 😉

  3. Teniendo en cuenta que el trotkismo argento abandonó el internacionalismo para celebrar la «independencia catalana» sin tener presente la cuestión de la clase obrera, su rol o su afectación, estaremos más cerca de las minorías ácratas que al menos ponen en la balanza la independencia de clase por sobre el nacionalismo independentista.

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