por Pablo Pozzi
La Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana acaba de desclasificar un documento de trabajo que comprueba, y brinda algunos datos nuevos, su política hacia la intelectualidad progresista y de izquierda (PDF). El documento se titula «Francia: la defección de los intelectuales de izquierda» y describe, detalladamente, cómo captar e influenciar intelectuales, particularmente aquellos nucleados en la revista Annales, la Ecole des Hautes Etudes, y los que se referenciaban en Michel Foucault, Jacques Derrida y Jacques Lacan, en que lo visualiza como «una guerra cultural». Si bien el eje del documento son los intelectuales franceses, los principios y criterios que plantea fueron aplicados a través del mundo. En el mismo se describen sus tácticas y estrategias para generar un ambiente intelectual antimarxista a partir de influenciar a los intelectuales posmarxistas y a los críticos del Partido Comunista francés.
El documento establece que «durante las protestas de mayo-junio de 1968 […] muchos estudiantes marxistas miraban hacia el PCF para liderazgo y la proclamación de un gobierno provisional, pero la dirección del PCF trató de aplacar la revuelta obrera y denunció a los estudiantes como anarquistas». A partir de ahí surgieron los «Nuevos Filósofos» que, desilusionados con la izquierda, «rechazaron su alianza con el PCF, el socialismo francés, y las premisas básicas del marxismo». Estos intelectuales posmarxistas son considerados como mucho más efectivos en la guerra cultural que los intelectuales conservadores de la derecha, como Raymond Aron. Esto se debió a que los intelectuales conservadores se habían desprestigiado por su apoyo al fascismo. En cambio, los así denominados intelectuales democráticos, con su crítica a la URSS y al comunismo, eran útiles y, sobre todo, efectivos.
A partir de estas consideraciones iniciales, el documento señala que:
«Entre los historiadores franceses de la posguerra, la influyente escuela vinculada con Marc Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel ha avasallado a los historiadores tradicionales marxistas. La escuela de Annales, como es conocida por su principal publicación, ha dado vuelta la investigación histórica francesa, principalmente desafiando primero, y rechazando después, las teorías marxistas del desarrollo histórico. Si bien muchos de sus exponentes pretenden que están dentro “de la tradición marxista”, la realidad es que solo utilizan el marxismo como un punto crítico de partida […] para concluir que las nociones marxistas sobre la estructura del pasado –de relaciones sociales, del patrón de los hechos, y de su influencia en el largo plazo– son simplistas e inválidas.»
«En el campo de la antropología, la influencia de la escuela estructuralista vinculada con Claude Lévi Strauss, Foucault y otros, ha cumplido esencialmente la misma función. […] creemos sea probable que su demolición de la influencia marxista en las ciencias sociales perdure como una contribución profunda tanto en Francia como en Europa Occidental.»
En particular los autores del documento alaban a Foucault y Lévi Strauss por «recordar las sangrientas tradiciones de la Revolución Francesa» y que el objetivo de los movimientos revolucionarios no era tanto la profunda transformación social y cultural de una sociedad, sino más bien el poder. Por ende, según el documento, la teoría francesa posmarxista realizó una contribución inapreciable al programa cultural de la CIA que intentaba mover a los intelectuales de izquierda hacia la derecha, mientras desacreditaban el antiimperialismo y el anticapitalismo, permitiendo la creación de un ambiente intelectual donde sus proyectos podían ser llevados a cabo sin ser molestados por un serio escrutinio intelectual.
El eje no solo era desacreditar al marxismo como teoría, sino también tenía cuatro aspectos vinculados entre sí:
- Fracturar a la izquierda cultural en diversos movimientos a través de lo que se denomina «políticas de identidad». En este sentido, las reivindicaciones de clase, el concepto en sí, y la lucha de clases como motor de la historia, se diluyen en una cantidad grande de diversos movimientos, sin que ninguno acepte la primacía del concepto básico del marxismo, las clases sociales: estos intelectuales de Nueva Izquierda se opondrán «a cualquier planteo de unidad de la izquierda».
- Se desvía la atención del capitalismo (y los Estados Unidos) como causante de los problemas del mundo, hacia problemas como el consumo, la falta de democracia o de educación (y la URSS). «El antisovietismo se ha convertido en la base de legitimidad del trabajo intelectual».
- Se torna difícil movilizar a las élites intelectuales en oposición a las políticas imperiales de Estados Unidos, apuntando a fracturar sectores medios de la clase obrera. De hecho, señala que «hay un nuevo clima de antimarxismo y de antisovietismo que dificultará movilizar una oposición intelectual a las políticas de Estados Unidos».
- Se equiparaba al marxismo con «anticientificidad», y el compromiso político de izquierda entre los intelectuales es considerado como «poco serio» y «subjetivo»: los intelectuales de la Nueva Izquierda están «menos dispuestos a involucrarse y tomar partido».
Mucho de lo que se plantea en el documento no es nuevo, si bien es una confirmación de la importancia que la CIA le dio a las nuevas tendencias intelectuales en su lucha antimarxista. Un elemento notable es que no haga casi referencias a los cuantiosos fondos que destinó la CIA a captar intelectuales de izquierda. Por ejemplo, Frances Stonor Saunders (La CIA y la Guerra Cultural) señaló que la Agencia no informaba al gobierno norteamericano que estaba financiando diversos proyectos «de izquierda» que contribuyeran a alejar a los seres humanos de planteos igualitarios o clasistas. De hecho, uno de los aspectos que ella revela es que la CIA prefería «marxistas reformados» a los tradicionales conservadores y derechistas. Por «reformados» se entendía aquellos izquierdistas que se habían decepcionado del comunismo, o eran críticos de la URSS.
Esta promoción de intelectuales «reformados», en especial los posmarxistas, se vio acompañada de importantes recursos económicos, acceso a editoriales y medios de comunicación, e inclusive a nombramientos académicos. Así, señala el documento, diversas obras de personajes como André Glucksmann y Bernard Henri Levy se convirtieron en best sellers. Por ejemplo, según Tom Braden, que fue el director de la Rama de Organizaciones Internacionales de la CIA, la Agencia compró miles de ejemplares de las obras de Hannah Arendt, Milovan Djilas, y Isaiah Berlin para promoverlos. Otro ejemplo, no mencionado por el documento, es que la VI sección de la Ecole Pratique des Hautes Etudes, que alojaba a Lucien Febvre y Fernand Braudel, se estableció con un financiamiento recibido a través de la Fundación Rockefeller en 1947. Y luego fue financiada a través de la Fundación Ford, incluyendo los dineros e influencias necesarias para convertirse en la Ecole Pratique des Hautes Etudes en Sciences Sociales, con habilitación para otorgar títulos universitarios. Como señaló Kristin Ross, en su libro Fast Cars, Clean Bodies: Decolonization and the Reordering of French Culture (1996):
«En las décadas de 1950 y 1960 Braudel, Le Roy Ladurie y otros de la VIeme Section, crearon lo que Braudel denominó ‘una historia donde los cambios son casi imperceptibles […] una historia donde el cambio es lento, de repetición constante, de ciclos recurrentes’. Sus enemigos más formidables habitaban en frente, en la [Universidad de la] Sorbonne: un largo linaje de historiadores marxistas de la Revolución Francesa, como Georges Lefebvre y Albert Soboul. Y lo que estaba en juego era que reemplazaban el estudio de la historia de los movimientos sociales y el cambio abrupto o la mutación histórica por el estudio de las estructuras, o sea se borraba la idea misma de la Revolución. Estos historiadores marxistas [se enfrentaban…] a colegas modernizados, con exceso de fondos, y muy bien equipados con computadoras y fotocopiadoras» (pág. 189)
Lo anterior se complementó con viajes, becas, subsidios, y una cantidad importante de seminarios internacionales destinados a promover tanto la visión de Annales como el estructuralismo de Claude Lévi Strauss. En síntesis, si los intelectuales de izquierda no encuentran los recursos necesarios para llevar adelante sus investigaciones, o para publicarlas, entonces se encuentran sutilmente forzados a aceptar el orden establecido, mientras adoptan las modas intelectuales hegemónicas para poder encontrar empleo. El resultado es el debilitamiento del pensamiento de izquierda y de la conformación de un efectivo accionar revolucionario.
Creo en la dignidad de la obra de Foucault y de Derrida, sin que eso signifique resignar una investigación acerca de la desproporción entre esos trabajos y la presunta monumentalidad de la obra de Marx. La desproporción, no fue también el estilo de Marx?
NO ERA QUE ELSOS FUERON DE LA CIA O TRABAJARON.. PERO LA CIA , SIN SU CONSENTIMENTO, LOS UTILIZÓ, HAY QUE TENER CUIDADO CON LO PLANTEADO AQUI,, NO HAY QUE ESPECULAR.. EL DOCUMENTO EXISTE, ES VERDADERO.. ANALIZAR DESDE EL DODUMENTO.. PARA EMITIR UNA OPINION.. SIEMPRE COMETEMOS EL ERROR DE OPINAR A PARTIR DE UNA OPINION.. OPINAR DESDE EL DOCUMENTO DE ORIGEN, CONOCIENDO DE SU VERACIDAD, POR SUPUESTO..
Me parece muy sensato lo que escribes, de hecho, también hay que considerar el origen del documento pues es de parte interesada.
Habría más comentarios…
De hecho el punto no es descalificar los aportes de cada intelectual, sino el uso que la CIA hizo de ellos. Eso no obsta que uno tome aspectos y descarte otros. De hecho Marx se basó en Hume, Adam Smith, Malthus, Ricardo y tantos otros que fueron (y son) utilizados por la derecha. Al mismo tiempo, nos debería concientizar que muchos famosos intelectuales no han hecho un aporte muy significativo que digamos y que son famosos precisamente por ser útiles al poder. Kolakowski, Glucksmann, Gorz, y varios otros han aportado poco y nada. De hecho, casi ni los recordamos el día de hoy. Por otro lado, se trata de volver a discutir algo casi olvidado: ¿para qué y para quién realizamos nuestra tarea los intelectuales?
Esoy de acuerdo con ud.. lo que pasa es que mucha gente opina desde el punto de vista del otro, a pesar que existe un documento del cual se ha demostrado la veracidad de su existencia.. Lo mismo ocurre a los han criticado a MARX y a su obra; muchos de los intelectuales parten de lo que otros intelectuales han dicho de mARx y su obra, no van a la fuente original del trabajo de Marx.. y es ahi donde lo juzgan…
.Y ENTONCES?; si el problema no es teórico o combatible en la teoría, sino del mercado, del capital editor y del aparato cultural porqué no dejarlo dicho desde un principio??
No me queda del todo claro lo que señala Eduardo… obvio que es combatible en la teoría sobre todo si se articula con la práctica. Pero parte del problema es que hay que innovar por un lado, por otro hay que cuestionar una cantidad de planteos seductores pero que llevan a conclusiones que desarman en la práctica. Por último, una de las cosas que me preocupa (si saber muy ben cómo resolverlas) es que muchos se consideran intelectuales de izquierda solo por utilizar a Marx; y yo creo que si el marxismo es una guía para la acción entonces nuestros intelectuales deben tener también prácticas distintas a los de la burguesía. Las formas de enseñanza, de escribir, de investigar deben ser distintas. Combatimos no sólo con ideas sino también con el ejemplo. Y esto es un problema porque el capitalismo hace muy difícil que los intelectuales que en la práctica son contestatarios puedan vivir de su labor como tales.
Efectivamente es un planteamiento no claro, porqué sólo fui a la cuestión de que encontré descabellado tirarse sobre Lévi Strauss como encabezado, me resonó como farándula política, que como en el amarillismo apunta a la reacción y entre los más simples y más voluntariosos los lleva a encabezar turbas contra los autores (algo así como la revolución cultural de las redes -por tanto iba a las consecuencias de tu articulo en determinados circuitos de las redes-), en el fondo era una crítica a tu titular, pero ya que de vueltas lo planteas de otra forma, la separación de la lucha en el nivel de lo teórico es relevante como lo planteas, como relevante es mostrar el mecanismo que lleva a determinados delfines a ser endiosados desde antes de la caída de la cortina de hierro, creo humildemente que más daño hizo la pesada losa sovietista que un Lévi Strauss, Kojève o un exonerado Sartre. Otro asunto es la practica, no cualquier práctica sino la práctica en el conocimiento, pero eso es otro tema. Saludos
Ahora me queda más claro todo… y si es un poquito sensacionalista, pero solo si quieres leer (como hicieron algunos) que Levi Strauss es de la CIA; y en realidad solo plantea que hubo una conexión, como efectivamente la hubo. Lo de la losa sovietisma es mucho más complejo, si bien hubo una relación dialéctica donde el imperialismo (judoka al fin) utilizaba nuestras debilidades para tirarnos. Intelectualmente, ¿qué fue peor la infumable obra de Boris Ponomariov o las tonterías de Alexandre Kojeve? Ni hablar que Fukujama fue alguien que todos pero todos compraron en su momento, y era de una superficialidad increible. ¿Por qué? Esa es la pregunta. La otra cosa importante es que el sistema se reproduce y gesta y difunde ideas e intelectuales. A mí Braudel me gustaba, a Foucault lo sospechaba por esas cosas donde había abstracto y no seres humanos, y a Levi Strauss nunca le presté atención. No son virtudes, sino problemas los míos. Hay que aprender de todos, y no comprar acríticamente.
Supongo que todos hemos leído esas 600 paginas de LA CIA Y LA GUERRA FRÍA CULTURAL de Frances Stonor Saunders que desde el 2001 anda por ahí y que nos permitió en su día reflexionar sobre el » papel» de los intelectuales europeos , el compromisos ético y el papel que » deben jugar » en una sociedad capitalista.