Notas de la pandemia: sobre la desobediencia civil, los planeros y el capitalismo pandémico

por Antonio Pozzi

El señor e intelectual Juan José Sebreli ha aparecido en TN y ha generado polémica llamando a la sociedad a la «desobediencia civil» pacífica y democrática, invocando el concepto de Henry David Thoreau, concepto que, además que nunca fue muy efectivo y nadie sabe exactamente qué significa en estos tiempos de cuarentena, shockean. Lo que me pregunto es si Sebreli habla de una desobediencia civil colectiva o si sigue al pie de la letra la noción de Thoreau de que el hombre debe hacer según él crea correcto, según su conciencia le dicte, y actúe individualmente. Digo, porque dudo que, si sigue la retórica del autor de Walden, la gente vaya a violar la cuarentena de forma pacífica y «civil», sobre todo en los barrios populares y más golpeados.

Es llamativo que Sebreli, antiguo progre existencialista (autoproclamado), haga alusión a una de las definiciones más individualistas de uno de los autores más liberales de la historia (oh, how the lefties have fallen). También dijo que la cuarentena es política y social, no sanitaria, y que el cerco de la Villa Azul es comparable al Gueto de Varsovia (me llama la atención esta tendencia de muchos intelectuales actuales de realizar analogía extremas o de reducir todo a unas pocas opciones arbitrarias, como la dicotomía «Socialismo-barbarie» poscuarentena de Slavoj Zizek en su libro Pandemia), cargando y culpando al gobierno de FF. Don Sebreli, por más que haya dicho esto porque es un viejo aburrido que está encerrado en su casa y al que nadie le da pelota, probablemente tiene un buen punto escondido. Está bien, el cerco de la Villa Azul no será el gueto de Varsovia, pero está clarísimo que el cerco y aislamiento es uno sumamente clasista donde la gente no tiene agua, se están muriendo de hambre, no pueden ir a laburar, y están expuestos al contagio. Hasta donde yo sé, nadie hizo ningún tipo de cerco a Belgrano R, y, sin querer contrariar al ilustrísimo Sebreli, la gente está violando la cuarentena hace un mes y medio. Vamos, la violaron al segundo siguiente del decreto oficial de la cuarentena nacional y obligatoria cuando masas de chetos argentinos intentaron rajarse a sus casas de verano en la playa, como en España y en Italia. El mito de que la Argentina ha cumplido la cuarentena a rajatabla es FALSO. La gente anda en la calle, en grupos, y no necesariamente cumpliendo las necesidades básicas.

Pero, volviendo a la Villa Azul, Don Sebreli tiene razón en que no les han hecho testeos a sus habitantes y los han dejado en la pampa y la vía a la muchachada proletaria. Ahora, lo que más bronca me da de nuestro maravilloso presi, Tito Fer, es que, si bien desde la campaña electoral su discurso se ha convertido cada vez en más progre, se ha dedicado a financiar y subsidiar a todas las grandes empresas y cadenas de televisión. Mientras, los que realmente necesitan la guita están, literalmente, en pelotas. Ahora, seamos honestos, podríamos vivir sin un par de canales de televisión y de empresas, que además no se van a fundir en este contexto de pandemia; POR DIOS, es que nadie se da cuenta. Los únicos que siempre caen de pie en las crisis son los ricachones. Pero si se funden, FINE BY ME, FUCK THOSE GUYS. La verdad es que nada me haría más feliz que las grandes cadenas de televisión y noticias dejen de decir tantas pelotudeces, clichés, lugares comunes y falsedades, que solo generan paranoia y terror en una sociedad de neuróticos influenciables.

Esto me lleva a la siguiente noticia de la semana: Javier Milei ha salido a defenderse de acusaciones en donde lo llaman «planero», principalmente luego de un tuit de Leandro Santoro, que no nombra a nadie en particular, pero evidentemente Don Peluca Milei se sintió aludido. Resulta que su empresa ha recibido un subsidio estatal o ATP (Programa de Asistencia al Trabajo y la Producción, dependiente de ANSES, Administración Nacional de la Seguridad Social). Él se defiende diciendo que no tuvo nada que ver con el pedido del subsidio, que es la empresa la que lo solicita, y que, si hubiese tenido decisión en el asunto, no lo habría pedido. Ahora, lo que queda claro es que, por lo menos por el momento, no ha devuelto un solo peso del fantoche de guita que le dieron, sino que dijo que en el futuro no recibiría un peso más del Estado. Evidentemente es un tipo de ideas firmes. Además, acusó al gobierno de tener a un montón de personas que fueron terroristas en los 70. O sea, es un planero, directa o indirectamente y un imbécil con la típica retórica derechista. El economista libertario, si es que se puede decir que es un economista, o por lo menos uno serio, es reconocido por su total crítica a la intervención estatal en la economía; en el resto de los asuntos, como reprimir a los «terroristas subversivos de izquierda», que haga lo que quiera, pero que no se meta con la libertad de los ricos para seguir haciendo guita a costa de sus trabajadores. Yo no soy un gran defensor del estado, no se malentienda, pero me gustaría saber qué pasaría si a Milei lo tirasen en la Villa Azul, lo cual supongo que sería el tipo de ejecución actual. Hablando de ejecuciones, y saliendo un poco del tema, en el libro Tren de noche a Lisboa, de Pascal Mercier, he encontrado algo muy gracioso, o que a mí me parece gracioso, que dice que, si Jesús hubiese sido ejecutado en una silla eléctrica o en la horca, estaríamos rezando enfrente de una silla o un patíbulo lleno de santos y velitas, todo muy bonito. Imagínense al Papa Francisco dirigiéndose a la cristiandad sentado en una silla eléctrica. Es decir, el tema de la crucifixión fue bastante conveniente, por lo menos en términos narrativos, literarios y prácticos.

Con todo este tema del cerco de la Villa Azul empiezo a pensar que una especie de compartimentalización social con contornos distópicos está tomando lugar. Lo que más me preocupa es lo que vendrá después de todo esto. A diferencia de nuestro amigo Slavoj, que reduce las opciones pos-cuarentena a la dicotomía «socialismo-barbarie», creo que lo que vendrá es una sociedad capitalista mucho más organizada y con mayor poder y legitimidad para ejercer ese poder. La clase política y de élite encontrará cada vez más justificaciones para cercar las villas y los barrios más pobres, distanciando a los limpitos e higiénicos habitantes de los barrios de clase media y clase alta que, obviamente, cagan flores y son disciplinaditos.

Ah, casi me olvido, la peor consecuencia es que en el futuro ya no podremos compartir el mate, lo que me hace preguntarme en dónde quedarán nuestras costumbres y nuestras libertades: ¿seguiremos con las mismas formas de comportamiento o cambiaremos? De un modo u otro, me niego a no compartir el mate o a no saludar a alguien con un beso, o con la mano, o con un abrazo. Este virus surgió lejos de acá y no tiene nada que ver con nosotros ni con nuestras costumbres, y si es por eso, no tiene nada que ver con las costumbres de nadie. Este virus no es un castigo de Dios sobre la tierra, ni un complot chino para acabar con la sociedad occidental y civilizada, ni una advertencia sobre nuestras formas de ser; este virus me da la impresión de que es producto del azar y del mal orto que cae sobre los más vulnerables, sobre los que no tienen voz. No es más que otra excusa para que los más poderosos impongan la distancia social y la paulatina deshumanización del mundo. «Cuando Dios está muerto, la Salud es diosa», dijo Nietzche en El ocaso de los dioses; evidentemente los ricachones y primermundistas hacen culto del cuerpo y no del alma.

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