Cordobazo: la huella que abre una nueva época en nuestra historia

por Abel Bohoslavsky

Hablar del cordobazo significa muchas cosas simultáneamente sobre un acontecimiento decisivo que marcó un cambio en la historia argentina. Cordobazo fue la denominación popular de un fenómeno social y político que consistió en una sublevación obrera y popular, a partir de una huelga general en la ciudad de Córdoba, que, desde reivindicaciones económicas de la clase trabajadora y de la economía regional, se transforma en una huelga política, de claro contenido antidictatorial, en momentos en que imperaba en el país la dictadura militar encabezada por el general Onganía.

Los antecedentes políticos: un golpe «preventivo» y una dictadura de los monopolios

No se puede entender el cordobazo, ocurrido el 29 y 30 de mayo de 1969, sin los antecedentes políticos previos, que deben centrarse en la instauración de esa dictadura militar, el 28 de junio de 1966. Esa dictadura de las Fuerzas Armadas, implanta un régimen político de carácter semi-corporativo o neo-corporativo, anulando por decreto-ley y por imperio de la fuerza todo el sistema institucional previo que tenía el país, que era un régimen de tipo presidencial-parlamentario, surgido a partir de otro golpe militar, en el año 1955, que había derrocado al gobierno constitucional del general Perón, que tenía amplia base popular y electoral. Ese golpe autodenominado «revolución libertadora» -y que fue en realidad una asonada fusiladora– abre un período a una serie de gobiernos que se van a ungir por medio de elecciones proscriptivas, porque el peronismo estaba proscripto. En 1966, el peronismo seguía proscripto. Un intento de des-proscribirlo parcialmente durante el gobierno de Arturo Frondizi (Unión Cívica Radical Intransigente), del 58 al 62, fracasó y devino en un nuevo golpe. Y le sucedió el gobierno de Arturo Illia (63-66), de la Unión Cívica Radical del Pueblo, también «electo» con el peronismo proscripto y nuevamente derribado por las Fuerzas Armadas.

El golpe de 1966, encarna, desde el punto de vista económico, los intereses del gran capital y, por eso, fue acertadamente caracterizado dictadura de los monopolios, es decir, de las empresas más grandes del país y de las empresas extranjeras más grandes, que, dado el carácter dependiente de Argentina, son empresas pertenecientes al imperialismo norteamericano y al imperialismo europeo. Y cuando ese régimen se instaura, el movimiento político mayoritario, que era el peronismo, que había sido derrocado por las mismas Fuerzas Armadas, adopta una decisión, a partir del mandato su jefe, el general Perón, exiliado en España. La consigna clave de Perón al producirse el golpe del 66 fue: «Hay que desensillar hasta que aclare».

Con la máxima conducción política del peronismo en esa actitud y con el resto de los partidos, fundamentalmente la Unión Cívica Radical que es el otro gran partido -los otros eran de mucha menor incidencia- proscriptos, desde el punto de vista político, ocurre una suerte de vacío, no en el poder político-militar del Estado, que está muy bien consolidado, sino en la representación y en las expresiones políticas del resto de la sociedad, esencialmente del movimiento obrero.

El régimen de Onganía tiene otra característica fundamental a destacar. Además de ser la dictadura de los monopolios y de proscribir toda la vida política, se plantea no solo un larguísimo plazo, de 10 a 20 años de existencia, sino una cuestión esencial no explicitada: ser un golpe contrarrevolucionario de carácter preventivo. ¿Qué quiere decir esto? Contrarrevolucionario quiere decir contra la perspectiva de una revolución. Esto, que parece muy distante en el año 66 es percibido por la jefatura de las Fuerzas Armadas, que le endilga al resto de la dirigencia política que gobernaba el país, de no ver el peligro futuro de una revolución.

Es preventivo, porque en ese momento, en el 66, en Argentina, no hay una revolución en marcha, no hay fuerzas políticas que pretendan una revolución social, sólidamente organizadas, implantadas en las bases populares y obreras. Sin embargo, la jefatura de las Fuerzas Armadas tiene esta percepción, que es parte de la estrategia contrainsurgente continental de Estados Unidos a partir del triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Las muy pequeñas fuerzas revolucionarias que sí planteaban la lucha por la revolución social, no tenían incidencia en el rumbo político del país.

Este régimen que prohíbe la existencia de partidos políticos, restringe -pero no elimina- la actividad sindical, prohíbe la actividad política en las universidades, va a generar, en forma paulatina, exactamente el fenómeno contrario. Porque, tanto en los sindicatos como en las universidades, donde está proscripta la política, al no poder manifestarse en forma legal, se va insertando progresivamente en nuevas perspectivas políticas antisistema.

Y el movimiento sindical, que era muy poderoso, a quien se le restringe la política desde un punto de vista formal -porque en la realidad, el movimiento sindical está absolutamente politizado, bajo la égida del peronismo-, ese movimiento sindical organizado en sus direcciones ya tradicionales, que son la forma burocrática de representación, apoya el golpe militar del 66, con la presencia de los dos principales dirigentes en los que está dividido en ese período, como ya era habitual. Las corrientes sindicales, en este caso, son dos tendencias muy poderosas del peronismo: una liderada por Augusto Timoteo Vandor, secretario de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), que eran las 62 Organizaciones Peronistas, y la otra, liderada, por José Alonso, de la Asociación Obrera Textil, que lidera las 62 Organizaciones «De pie, junto a Perón».

En aquella época también había fuertes rencillas, discrepancias, disputas, entre las corrientes sindicales de esa naturaleza. Y en el acto de asunción de Onganía, antes de que se reciba el «desensillar hasta que aclare» del general Perón, los dos principales dirigentes sindicales peronistas están presentes. Y para conformar el cuadro, está presente, bendiciendo la llegada de la dictadura, el cardenal Antonio Caggiano, el jefe de la Iglesia Católica. Esta es la forma externa con que ocurre y se presenta el golpe militar.

Esto produjo, inicialmente, un discreto retraimiento de las luchas obreras y de las luchas estudiantiles, que se habían incrementado en tiempos del régimen presidencial parlamentario proscriptivo, como fue el Plan de Lucha de la CGT en 1964, con ocupaciones masivas de fábricas.

Uno de los caballitos de batalla que utilizaron los golpistas para preparar propagandísticamente su asunción del poder, y con los cuales después continuaron, era, por ejemplo, el «polvorín tucumano». ¿A qué se refería la dictadura y su prensa adicta? El «polvorín tucumano» significaba la lucha de los trabajadores azucareros de los ingenios tucumanos. Tucumán era casi, en aquel momento, una provincia mono productora, en la cual la mayor parte de su pueblo trabajador vivía del trabajo en los ingenios, que son grandes fábricas, o del trabajo en la zafra, que son las recolecciones. La crisis mundial y nacional del azúcar, había provocado sucesivas suspensiones y amagos de cierre de ingenios azucareros.

Se venían desarrollando luchas obreras muy importantes organizadas por sindicatos de base de la Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar, con fuerte incidencia de agrupaciones clasistas. El «polvorín tucumano» era un caballito de batalla que los golpistas agitaban, con el pretexto que el régimen político constitucional no lo podía solucionar y que era un caldo de cultivo para la subversión. Y el otro caldo de cultivo para la subversión, con que agitaban los promotores de la dictadura, era «la subversión en la universidad». En las universidades estatales existía el régimen de la autonomía universitaria, reimplantado, después del derrocamiento de Perón en el 55. En la universidad existía una vida política más o menos intensa, donde, con distintas características diferentes a las de hoy, se agitaban efectivamente todo tipo de debates y polémicas. También se protagonizaban luchas estudiantiles, contra determinadas tendencias académicas reaccionarias, como el «academicismo» y el «cientificismo», que tenían influencia decisiva en la universidad en aquel momento.

Y también el movimiento estudiantil había participado, sobre todo en Buenos Aires, no tanto en las provincias, en las movilizaciones del año 1965 contra la invasión norteamericana a la República Dominicana. En 1965, en la República Dominicana, después de un golpe militar que derrocó un gobierno constitucional, hubo una insurrección popular, aplastada por una invasión militar norteamericana. En aquel momento hubo gran presión de Estados Unidos para que la invasión fuese acompañada por tropas de todos los países integrantes de la OEA. Hubo fuertes presiones al gobierno radical de Arturo Illia, que al final no cedió a esa presión, entre muchas otras razones, por las grandes movilizaciones anti-intervencionistas. Y esas fueron, esencialmente, de estudiantes universitarios.

Entonces, el caballito de batalla de la «subversión en la universidad» era otro medio publicitario, que le permitía, inicialmente, al onganiato, lograr adeptos, en el movimiento sindical, y en algunos sectores medios e intelectuales reaccionarios en la universidad. Este es el panorama político del año 66 y este contexto, que le permite al régimen instaurarse, más o menos sin oposición activa. Un episodio elocuente del momento: el 9 de julio, 12 días después de haber usurpado el poder, Onganía se da el lujo de desfilar en las calles de Tucumán, que no es donde están los ingenios, pero es la provincia donde estaban estas grandes luchas obreras y es sede de una universidad donde habían incipientes fuerzas antimperialistas. Ese desfile militar se da como una expresión política y cultural reaccionaria de desafío a la lucha obrera y de obtener respaldo popular para lo que viene inmediatamente después, que es el cierre de 13 de los 27 ingenios azucareros.

Pero poco después ocurre una pequeña resistencia universitaria, que, por suerte, tuvo gran proyección y por eso se la sigue recordando. El 29 de julio de 1966, Onganía interviene las universidades. En Buenos Aires, se promueven varias tomas; en la de la Facultad de Ingeniería, se desata una represión muy violenta, con heridos y encarcelados en forma masiva, que se conoce como «la noche de los bastones largos». Este fenómeno inicial de resistencia que hubo en la Universidad de Buenos Aires no se reprodujo simultáneamente en las otras grandes universidades, que eran la de La Plata, la de Rosario y la de Córdoba. También había universidades en aquel momento en Santa Fe, en Corrientes, en Mendoza, en Tucumán, en Bahía Blanca, pero eran más pequeñas.

Tres disparos detonantes

Cuando se reabre la universidad -porque fue clausurada al ocurrir la intervención- 15 días después, en Córdoba, se prepara desde la mayoría de las agrupaciones estudiantiles la agitación antidictatorial; el día 18 de agosto que se abre se produce un hecho anecdótico, anécdotas que nos condimentan la vida y explican la intimidad de fenómenos político-sociales profundos: activistas del Centro de Estudiantes de Medicina (integrante de la Federación Universitaria de Córdoba) estaban repartiendo volantes en la entrada del Hospital de Clínicas, en el barrio de Clínicas La policía captura a un estudiante que estaba volanteando, Alberto Cerda, catamarqueño, de segundo año de Medicina, y que, además, era militante de la Juventud Comunista.

Hasta uno o dos meses antes no era frecuente que capturen a alguien, así, a plena luz del día por repartir volantes y se lo lleven por la vereda del hospital. Entonces, va otro estudiante, también de segundo año de Medicina, y del mismo Centro de Estudiantes, que era Domingo Menna, de la agrupación estudiantil Espartaco y ya militante del muy pequeño Partido Revolucionario de los Trabajadores. Mingo Menna se pone al lado del policía y le pega lo hace correr a Cerda, corren juntos hacia la esquina de las calles Santa Rosa y Chubut, y entre los policías que estaban de civil, uno de ellos saca una 4 y medio (una pistola 45), le tira cuatro tiros, le pega tres en un muslo y lo baja a Cerda. Menna escapa. Esto es presenciado por decenas de estudiantes, médicos, profesores, en la entrada del hospital.

Este episodio produce un sacudimiento inmediato. Al herido lo llevan a la guardia, e inmediatamente los activistas estudiantiles que están allí, deciden la toma del hospital. Ocupado el hospital se van sumando a la toma decenas y decenas de estudiantes, docentes y médicos graduados. Son centenares, quizás miles. Al rato, cae un juez con un impresionante despliegue policial, intima al desalojo, y ante la negativa estudiantil, desata una represión violenta, mucho más violenta que la de la noche de los bastones largos.

La toma es quebrada por la represión, con 200 o 300 detenidos, algunos heridos y, entonces, una vez desalojado el hospital, la gente se va reuniendo en las calles del barrio Clínicas que lo rodea, un barrio esencialmente universitario. Hay manifestaciones y pequeñas barricadas en las calles. Y se decide que los estudiantes converjan al Rectorado, contiguo a la facultad de Derecho, en el centro de la ciudad. Corre rápido la consigna por la ciudad. Ya en el Rectorado, antes de media tarde, una inmensa asamblea de varios miles, convocados boca a boca, marcha por el centro. Una nueva represión policial con más detenidos y más heridos hace que los movimientos estudiantiles organizados decidan convocar inmediatamente una huelga.

Y en Córdoba se declara una huelga general universitaria, que es la primera gran medida de resistencia a la dictadura de Onganía. Esta huelga va a ser acompañada de tres o cuatro fenómenos que son importantes para entender el cordobazo de tres años después. En primer lugar, de una agitación callejera, vespertina, prácticamente todos los días. Los estudiantes se organizan para ocupar las calles, en distintas zonas de la ciudad, fundamentalmente entre el barrio Clínicas y el centro. Esto es sistemático y provoca un estado de agitación y movilización permanente, cotidiana. Son manifestaciones bastante multitudinarias que se van a prolongar en esa magnitud hasta mediados de septiembre. La universidad estaba formalmente abierta, pero vacía: los estudiantes en huelga. Se abren comedores estudiantiles populares, porque el comedor universitario la dictadura lo clausura, y se improvisan comedores alternativos.

Esta agitación constante, que consistía en actos relámpagos o en manifestaciones que rápidamente se disolvían cuando llegaba la represión y se reagrupaban en otros lugares, se suceden por varias semanas. Y ahí aparece una denominación -esto también es anecdótico pero ayuda a entender la época- en los diarios y en las radios, que hablan de la «guerrilla urbana». ¿A qué le llaman «guerrilla urbana» los diarios y las radios? A grupos de estudiantes que se organizan para hacer lío en una esquina o en dos esquinas, o en una plaza y disolverse y volver a aparecer en otro lugar y hacer una barricada y salir corriendo, enfrentamientos esporádicos con la policía. No había la tal «guerrilla urbana».

Esto se sucede así hasta el 7 de septiembre, en que la huelga está en una situación difícil, porque ya venían muchos días de paro y el riesgo de desgaste. Para ese día se convoca a una gran movilización, todo en forma ilegal, todo el mundo organizado al margen de la legalidad que existía hasta hace tres meses antes. Esta organización multitudinaria hacia el centro de la ciudad, tiene un gran eco, una gran resonancia, y en ese momento, la represión pega un saltito más: un policía, en la avenida Colón al 300, en pleno centro, frente al monumental edificio del Cinerama, un cana que se baja del patrullero No. 8, balea a un estudiante que cae con un balazo en la cabeza perdiendo el conocimiento en forma instantánea, y va a morir cinco días después el 12 de septiembre, internado en el Hospital de Urgencias. Se llamaba Santiago Pampillón, era estudiante de ingeniería y además era obrero de la fábrica Káiser o IKA Renault (Industrias Kaiser Argentina, originalmente era una empresa norteamericana, había sido comprada por la Renault, pasa llamarse IKA-Renault, pero la denominación popular seguía siendo la Kaiser). Era obrero de la fábrica más grande de Córdoba y además era subdelegado de su sección laboral, en el SMATA, Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor. Obrero y estudiante, un símbolo de esa época y de esas luchas.

Tosco, una figura emblemática

Todos estos acontecimientos van conformando una nueva situación. Desde el movimiento sindical en Córdoba aparece, proyectándose fuera del marco gremial, el Sindicato de Luz y Fuerza, cuyo dirigente máximo es Agustín Tosco, su secretario general, que ya ejercía esa responsabilidad años antes, que además de tener claros pronunciamientos antidictatoriales, tenía una clara postura antiburocrática, contra la propia burocracia de la Federación de Trabajadores de Luz y Fuerza, con sede en Buenos Aires y en general, contra todas las burocracias provinciales. Tosco no solo hace estos pronunciamientos, sino que realiza manifestaciones de oposición a la dictadura, ofrece el edificio de su sindicato para reuniones y comedores estudiantiles, para clases alternativas. Entonces se va produciendo un fenómeno que hasta ese momento no existía más que en forma minúscula, que es la convergencia estudiantil-obrera, una consigna política que era solamente de algunos sectores políticos revolucionarios del movimiento estudiantil a nivel nacional, en Tucumán, Córdoba, Rosario, Capital y La Plata, que era la consigna de la unidad obrero-estudiantil, promovida no por todas las corrientes antidictatoriales, sino por los agrupamientos más revolucionarios, entre los que en Córdoba se encontraba la agrupación Espartaco, donde militaba Mingo Menna como integrante del PRT (Espartaco era una suerte de frente único entre el PRT y una agrupación político-sindical clasista cordobesa llamada Felipe Vallese). Esa consigna va tomando cuerpo, en forma improvisada, en forma inorgánica, y es un componente más de este nuevo panorama político.

A partir de estas semanas, cuando se produce el baleamiento y después la muerte de Pampillón, la huelga universitaria, que estaba flaqueando, se ratifica, se hace más masiva, paraliza totalmente la universidad, que hasta fines de noviembre, principios de diciembre, va a seguir en esta situación. Hay asambleas en la Ciudad Universitaria, en plena dictadura, de 10 mil estudiantes. En una ciudad que tenía inscriptos aproximadamente a 30 mil universitarios, un tercio están en asamblea pública, en abierto desafío a la ilegalidad impuesta por la dictadura y a la luz del día.

Esto va conformando un clima político muy singular en la provincia, porque el movimiento sindical empieza a percibir esta movilización, no solamente por la actitud del sindicato de Luz y Fuerza, que al principio es única y aislada, sino porque se van sumando contingentes y además empiezan a aparecer otros conflictos.

Azucareros piqueteros

El conflicto azucarero en Tucumán, en enero de 1967, cuando ya muchos ingenios están cerrados y la gente está sin posibilidades de trabajar y de cobrar salarios, los sindicatos de la FOTIA, organizan los primeros piquetes de rutas. Los piquetes y cortes de ruta nacieron en esta época. Se producen por el fenómeno causado por el cierre de ingenios que arruina la clase obrera tucumana y arruina a la provincia, deja sin posibilidades de trabajo a decenas de miles de trabajadores y sus familias que tienen que, a la larga, emigrar de la provincia, porque no tienen de qué vivir. En uno de esos piquetes, la esposa de un obrero, Hilda Guerrero de Molina, es matada también por las tropas de la policía. Allí se produce un fenómeno que pone de manifiesto que el marco sindical -incluso permeable como el que había en la FOTIA, donde algunos sindicatos de ingenios están dirigidos por conducciones gremiales clasistas, la mayoría de inspiración marxista- no tiene herramientas suficientes para afrontar la nueva situación, porque desaparecen las fábricas y desaparece la relación laboral obrero-patronal y desaparece el horizonte de la reivindicación inmediata, porque no se pudo imponer la reapertura de los ingenios.

Luchas en toda la geografía

Simultáneamente, hay otros fenómenos parecidos al de la industria azucarera, en otros grandes centros de producción y servicios. Un problema parecido se da en un intento de semi-privatización portuaria, que desata en diciembre del 66 y principios del 67, una huelga de los obreros portuarios, en Buenos Aires, donde la conducción sindical era absolutamente colaboracionista, es obligada a poner la cara por la huelga, pero a su vez estaba en contra de la misma; se forma un comité de huelgas inter-villas, porque la mayoría de los trabajadores portuarios vivían en villas de Capital y del conurbano, y promueven una huelga larguísima, que dura más de un mes y que también es aplastada por la fuerza de la represión. Más adelante (en 1969) la dictadura impone lo que se llamó la «reestructuración ferroviaria» y es el segundo gran intento de aniquilamiento de los ferrocarriles; el primero lo había hecho el presidente Frondizi en el año 59. Una gran huelga en la que los obreros ferroviarios que resistieron, fueron militarizados. Y Onganía y su equipo económico intenta lo mismo 10 años después.

A su vez en Córdoba se produce una huelga de la fábrica Káiser, en enero del 67, contra medidas de esa gran patronal, y por primera vez se escucha desde el movimiento obrero en Córdoba, por fuera de lo que era el ejemplar sindicato de Luz y Fuerza, a los obreros de Káiser que marchan hacia la CGT, reclamando con la consigna «¡Kaiser y Onganía, la misma porquería!». Eso va creando una serie de circunstancias políticas y sociales que son las siguientes: las primeras resistencias obreras son derrotadas por la fuerza, son declaradas ilegales, son reprimidos los dirigentes, los activistas son encarcelados, por ahí matan alguno, como en Tucumán.

Un paro y otra traición

Esto provocó dos hechos: en primer lugar, en diciembre del 66, la misma burocracia sindical que ha apoyado a Onganía en forma abierta, se ve obligada a decretar una huelga general nacional. En forma ilegal se produce el primer paro nacional, el 13 de diciembre del 66 y se para el país, la gente no va a laburar en todo el país y ese paro es ilegal, pero se hace. A pesar de lo cual, la dictadura no retrocede; simplemente, cambia su inicial ministro de Economía, que era el empresario aceitero Salimei, puesto por un conjunto de empresarios nacionales y con el apoyo de la Iglesia Católica; lo cambia por otro ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena (era doble ciudadano argentino-norteamericano), perteneciente al grupo DELTEC, un grupo monopólico multinacional. Salimei no había podido imponer todas las medidas económicas que los monopolios requerían, y a partir de 1967, con Krieger Vasena al frente, sí. Con Krieger Vasena al frente y con tres o cuatro grandes huelgas obreras derrotadas. Y diríamos que también, en cierto sentido, la huelga universitaria de Córdoba es derrotada, porque a fines de 1966 se levanta y por supuesto no se consigue la democratización de la universidad, es decir, la restauración de la autonomía universitaria no se logra.

En el año 67, hay un pequeño reflujo, un achatamiento de las luchas obreras y estudiantiles después de la derrota de un plan de lucha sindical controlado por las burocracias. El plan económico liberal se impone y esto provoca gran cantidad de pérdidas de conquistas salariales y, en muchos lugares, pérdidas de puestos de trabajo, fenómeno que en forma masiva, no era conocido en la Argentina.

Es importante lo del plan de lucha de la CGT. Justamente en el marco de todas estas luchas y por la presión de la base del movimiento obrero, esta dirigencia sindical justicialista, que apoyaba la dictadura, va a pasar a la «oposición» y para marzo del 67 convoca un plan de lucha, que consistía en una serie de paros escalonados, un día, dos días, tres días. El primer paro, la dictadura declara ilegal la huelga y detiene a algunos dirigentes, entonces la huelga es levantada. El que estaba al frente de este plan era el colaboracionista Vandor que estaba distanciado de Perón, desde 1965 (se lo acusaba de pretender liderar un «peronismo sin Perón»). Pese a esto, tanto el caudillo político con su «desensillar hasta que aclare», y el burócrata sindical, con el levantamiento del plan de lucha de la CGT, dejan un vacío de conducción política y sindical al movimiento opositor a la dictadura. Esta conducta política de los dirigentes sindicales y del propio Perón, produce un sacudimiento en las propias estructuras del movimiento sindical peronista, que queda bastante maltrecho, y se establecen dos corrientes principales: una, que se llama los «colaboracionistas», y otra, que se llama los «participacionistas». Pero, hay otro grupo de dirigentes sindicales que empiezan a querer ser opositores consecuentes: ni participacionistas ni colaboracionistas. Para marzo de 1968, en la CGT, es convocado un congreso reorganizador, al cual convergen estas distintas tendencias participacionistas, colaboracionistas y opositoras, Las burocracias centrales, de Vandor y de Alonso, piensan que van a obtener la conducción de la CGT. Pero resulta que en el congreso, que se reúne en Buenos Aires, ganan las fuerzas opositoras.

CGTA contra colaboricionistas y participacionistas

Entonces, los colaboracionistas y participacionistas se retiran del congreso, se anclan en el edificio de la CGT de calle Azopardo y una gran cantidad de sindicatos y federaciones de todo el país organizan otra CGT: es la primera gran ruptura de la estructura burocrática sindical, que es parcial, que no va a ser permanente, y se forma lo que se llama la CGT de los Argentinos (CGTA). que elige como secretario general al dirigente de la Federación Gráfica Bonaerense, Raymundo Ongaro, que tiene otros dirigentes, como Julio Guillán, de Telefónicos -los dos eran peronistas-, como Alfredo Scipione, de la Unión Ferroviaria, que era radical. Y tiene un sindicato provincial aislado, en el sentido de que no va con su federación: la Federación de Luz y Fuerza queda en la CGT participacionista. Es el Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba que entra en la CGTA. Y en las principales ciudades industriales del país aparecen dos CGTs: la CGT pro-oficialista, que se la denomina Azopardo, y la CGT de los Argentinos, que queda en la sede de la Federación Gráfica, en Paseo Colón, en la ciudad de Buenos Aires. En Córdoba también aparecen dos CGTs y la mayoría de las conducciones sindicalesregionales, fundamentalmente SMATA, que es el gremio más grande, es el gremio automotriz con 15.000 afiliados, la UOM y la Unión Tranviarios Automotor, eran de la CGT vandorista. La minoría queda en la CGTA, liderada por el Sindicato de Luz y Fuerza, con gremios como Gráficos, Telefónicos, Viajantes.

A partir de allí, vuelven a sucederse luchas, porque planes económicos parecidos a los del azúcar, a los del puerto, a los de los ferrocarriles, ahora también se aplican al petróleo, y se produce una gran huelga de los trabajadores petroleros de Ensenada. Y esa huelga es derrotada, en connivencia con la burocracia central del Sindicato Petroleros del Estado. Pero empiezan a generalizarse nuevamente las luchas de resistencia a nivel laboral. En Córdoba, también. En Tucumán, ya no se dan tantas luchas sindicales. Está cerrada la mitad de los ingenios, pero sigue existiendo la FOTIA. Y en otros lugares del país, sobre todo en Rosario, los trabajadores de la carne emprenden grandes luchas. Son todas luchas reivindicativas, porque los planes económicos imponen, de hecho, bajas salariales y pérdida de conquistas laborales.

Fascismo nacional y provincial

Al mismo tiempo, en el país solo está permitida la política oficial, la política de las Fuerzas Armadas. Es necesario entender bien este proceso, porque las Fuerzas Armadas juegan no solamente un rol represivo, que es esencial, que es su viga maestra, sino también que juegan de gobierno de toda la sociedad. Someten a los partidos políticos tradicionales, que no pueden protagonizar alternativas políticas. El gran partido político del momento son las Fuerzas Armadas, que, a su vez, tienen problemas internos, de tendencias políticas y de tendencias militares.

El plan de las Fuerzas Armadas, preventivo contrarrevolucionario, está basado en conceptos de estrategia política y militar norteamericana, diseñada años antes por Estados Unidos para enfrentar lo que preveía como grandes sublevaciones y movilizaciones políticas en toda América Latina. Establece un plan de contrainsurgencia continental y esto tiene un rótulo que se llama «Doctrina de la Seguridad Nacional», al cual Onganía le agrega un término, que es importante conocer, que es el de las «fronteras ideológicas». Onganía diseña un marco jurídico-político decretando una ley anticomunista, la 17.401: estaba prohibido el comunismo por ley. También después de 1955 estaba proscripto el peronismo, incluso estaban proscriptas las palabra Perón y Eva Perón. Todo esto crea un clima político en el país muy singular de asfixia y represión.

En Córdoba, contra las características sociales y culturales proletaria y universitaria, la dictadura provincial con el interventor Carlos Caballero establece un régimen corporativo explícito. El ideario de Onganía y los cursillistas. Se llamaban cursillistas porque organizaban lo que llamaban cursos de la cristiandad, uno de cuyos profesores, un joven abogado y periodista, llamado Mariano Grondona, que era, además, columnista político de una revista «progresista», que fue uno de los motores del golpe de Estado y su sostenedor, que se llamó Primera Plana, cuyo propietario, periodista también, se llamaba Jacobo Timerman; era una revista con columnistas así llamados «progresistas» y otros como Mariano Grondona, también profesor de la Escuela de Guerra, que establece una suerte de avanzada agitativa pre-golpista y después, de continuidad, de propaganda pro dictatorial.

En este clima, la dictadura en Córdoba establece un Consejo Económico y Social, toma algunas características del fascismo italiano, a nivel institucional. Esto provoca una mayor reacción, no solamente de toda la sociedad, sino, incluso, de las fuerzas políticas tradicionales de Córdoba, que son el radicalismo y el peronismo. En Córdoba, el radicalismo era una fuerza política muy importante, con bastante arraigo popular, no tanto como el peronismo, pero con una tradición anti-porteña, anti-centralista, que deviene de décadas anteriores, a través de un caudillo que se llamó Amadeo Sabattini. Esto suma a la oposición política en Córdoba a un sector del peronismo político organizado, no a todo el peronismo sindical, y a gran parte del radicalismo.

Mayo ardiente

En el año 69, en Córdoba hay dos CGTs: la CGT de los Argentinos, liderada por Tosco, desde Luz y Fuerza, con una serie de pequeños sindicatos, donde están los telefónicos, gráficos, viajantes, pero los grandes sindicatos de Córdoba, SMATA, UOM y UTA están en la CGT participacionista o vandorista. La situación de efervescencia vuelve a Córdoba y se empieza a generalizar en el país. En Rosario, en la segunda semana de mayo, hay grandes movilizaciones obreras y estudiantiles, hay represión y hay muertos. Muere un estudiante Adolfo Bello. Se produce el rosariazo estudiantil entre el 16 y el 21 de mayo con participación de los gremios de la CGTA regional. En Corrientes, donde hay una universidad pequeña, hay luchas estudiantiles porque les cierran el comedor universitario, y la policía mata al estudiante Juan José Cabral. Entonces, empieza a haber este tipo de fenómenos, con cierta simultaneidad.

En Córdoba, a mediados de mayo, ocurren dos fenómenos: uno, que es una huelga general provincial, por cuestiones reivindicativas, y otra, por una gran presión en la fábrica Kaiser, la IKA-Renault, se produce una asamblea del cuerpo de delegados de SMATA, que se transforma en una asamblea masiva que se hace en el centro de Córdoba, en un lugar que se llama Córdoba Sport, un pequeño estadio céntrico, escenario de box. Y ahí se desenvuelve un plenario de 5.000 trabajadores mecánicos automotrices, y a la salida, en pleno centro de la ciudad, se produce una represión, con heridos, gaseados, y, por ahora, pequeños disturbios.

Existe, entonces, una gran presión, por motivos económicos, al cual se le agrega otro, muy característico: la dictadura anula «quitas zonales», que les quitaban una cuota de impuestos a las empresas y afecta, fundamentalmente, no sólo a varios miles de obreros metalúrgicos, sino, además, a todo el cúmulo de empresarios del sector, que son pequeñas empresas que abastecen a las grandes empresas automotrices que hay en Córdoba, como la Kaiser, que tenía más de 12.000 obreros, las tres fábricas FIAT, que, en total, suman más de 6.000 obreros, la IME (Industrias Mecánicas del Estado), que fabrica motos, rastrojeros y aviones. Y entonces hay una gran presión desde la base propiamente dicha, para que se dé una respuesta a los planes económicos dictatoriales. A esta presión obrera, se suma una presión de pequeños empresarios y está el movimiento estudiantil, que, a pesar de ese bajón del año 67, se reactiva en su lucha esencial contra la dictadura de la universidad y todos sus planes cientificistas y de limitacionismo, como se le denominaba a la limitación que la dictadura imponía para el acceso a la universidad.

Se van conjugando varios factores: el movimiento obrero, con conducciones sindicales muy escindidas, muy enfrentadas entre sí y con un incipiente pero creciente activismo de base, en gran parte politizado, en gran medida con sentido clasista; el movimiento estudiantil, sobre todo, universitario; y sectores empresarios regionales. Y, además, fuerzas políticas, radicalismo y peronismo provinciales, que están muy disconformes con la dictadura, a pesar de que, por ejemplo, la dictadura de Onganía puso en el año 68 a un ministro del Interior peronista, el doctor Raúl Borda, un jurista constitucionalista, cosa que va a hacer la dictadura en todo su período del 66 al 73: integrar a políticos peronistas o radicales, además de conservadores, como los demócrata progresistas de la provincia de Santa Fe, o los demócratas de Mendoza. Siempre las dictaduras fueron cívico-militares como está de moda calificarlas actualmente. Pero es necesario entender la época en que las Fuerzas Armadas tuvieron el rol preponderante que las puso como un partido político-militar.

Las «quitas zonales» y el «sábado inglés»

La dictadura intentó también, eliminar el «sábado inglés». Desde1932, regía una ley que fijaba para Córdoba, Mendoza, San Juan, Tucumán y Santiago del Estero, una «quita zonal»: las empresas que se radicaban en esas provincias, quedaban eximidas de impuestos, pero reduciendo el salario de los obreros en relación al resto del país, compensándolos con un «sábado inglés» en donde, las cuatro horas trabajadas el día sábado se pagaban doble como horas extras. Cuando la dictadura deroga por medio de dos decretos, las quitas zonales y el sábado inglés, la UOM de Córdoba apoya la derogación de las quitas zonales pero rechaza la derogación del sábado inglés. La anulación de las quitas zonales beneficiaba solo a los obreros industriales pero, la anulación de la ley del sábado inglés afectaba a todos los asalariados. Por eso sumó el rechazo de todos los gremios, más allá de la ubicación política de sus directivos.

Presión de las bases y acuerdo sindical

En esas circunstancias, que hay movilizaciones en Rosario, en Corrientes -también las hay en Buenos Aires y La Plata, no de la misma magnitud- es cuando se da esta coyuntura y la conducción de la CGTA de Córdoba, toma una decisión: impulsa un paro general, porque es un reclamo de las bases. Pero era imposible, no había palanca sindical para hacer un paro general, solo con CGTA de Córdoba. Los gremios del transporte y mecánicos están con las palancas de lo que en Córdoba se llamaba el sector «legalista» de las 62 Organizaciones dentro de la CGT vandorista (la UOM estaba con los «ortodoxos»). En el sector vandorista de Córdoba, los gremios liderados por Elpidio Torres y Atilio López (los choferes de UTA), enfrentan los mismos problemas económicos. Son sindicatos muy organizados, que ellos controlan muy bien, pero que tienen un montón de pérdidas de sus conquistas laborales. Y hay una fuerte presión desde las bases, desde los cuerpos de delegados, de las asambleas, como ocurrió en el caso de SMATA. Y esta presión desde la base es decisiva para explicar los acontecimientos y las conductas de los directivos, a pesar de sus características burocráticas y reaccionarias

En una iniciativa momentánea y audaz, aprovechando la gran presión que existe en el propio gremio mecánico, Tosco toma la iniciativa de proponer una acción única de las dos CGTs: convocar a una huelga general. Y, a pesar de una enemistad manifiesta entre el secretario general del SMATA, Elpidio Torres, peronista legalista y ni hablar del secretario general de la UOM de Córdoba, Alejo Simón, peronista ortodoxo, fascista, contra Agustín Tosco, que era un dirigente sindical muy conocido ya de clara definición marxista, aunque no pertenecía a ninguna corriente política, se concreta un acuerdo entre las dos CGTs para la convocatoria de una huelga general, con todo este pliego de reivindicaciones salariales, económicas y provinciales.

No es que espontáneamente, o por buena predisposición, o por una decisión política antidictatorial, una dirigencia sindical provincial burocrática toma la decisión de unirse con una central sindical minoritaria como era la CGTA, a la cual calumniaba y macartyaba por «comunista», a pesar de que la CGTA tenía una absoluta mayoría de dirigentes peronistas a nivel nacional, como Ongaro, Guillán (de FOETRA) y el famoso periódico de esta central es dirigido por un peronista, como Rodolfo Walsh. ¿Por qué toman esa posición los directivos provinciales vandoristas? Porque la dictadura no les da margen, la dictadura solamente negocia con los participacionistas de las máximas federaciones y les ofrecerá, momentos después del cordobazo, la ley de obras sociales, la 18.610, que les dio el control absoluto de las obras sociales, les da plata, millones, a la burocracia sindical para manejar las obras sociales. Y estos dirigentes sindicales provinciales antes oficialistas, pasan momentáneamente a ser opositores, porque tienen que serlo forzadamente, si no desaparecen, porque están bajo la presión de sus bases que es muy fuerte. Este es el fenómeno distinto: la presión es tan grande que si no, les iba a pasar lo que posteriormente les pasó en muchos sindicatos de Córdoba, de Rosario y muchas otras partes.

Y se larga la huelga

Y entonces, estos acuerdos intersindicales se producen en pocos días y se establece esta convocatoria. Pero esta convocatoria viene trabajada, impulsada desde abajo, quince o veinte días antes, y en este fenómeno que está ocurriendo hay cientos, y quizás miles, de obreros y estudiantes que se van organizando. En los gremios funcionan bastante bien los cuerpos de delegados y en la universidad, más allá de los problemas de las tendencias diferenciadas y muy notorias, también se genera una gran organización, con bastante democracia directa, sin instituciones democráticas, con bastante democracia real. En el movimiento estudiantil no solamente los centros de estudiantes, porque sus estructuras eran parciales, ya que la Federación Universitaria de Córdoba (FUC) no abarca al conjunto del movimiento estudiantil. En Córdoba hay un montón de otros movimientos organizados (como el Integralismo y el Frente Estudiantil Nacional, ambos de tendencia peronista), la Agrupación Universitaria Liberación (AUL), que no pertenecen a la estructura de la FUC, en cuyo seno militan numerosas tendencias reformistas y revolucionarias.

Hay mucha organización y agitación previa. Agitación es propaganda, propaganda escrita, con volantes, con pintadas, con actos relámpago. Y organización para preparar movilizaciones callejeras y, con los antecedentes represivos inmediatos en el país en Rosario y Corrientes y en la propia Córdoba, con lo que pasó cuando la asamblea de SMATA, el activismo se organiza lo más y lo mejor posible.

Y se convoca al paro por 36 horas. Es un paro con abandono de los lugares de trabajo. O sea: se va trabajar, se abandona el lugar de trabajo y se marcha a una concentración en el centro de la ciudad para hacer un acto. Incluso hay un arreglo con el gremio del transporte, para que el transporte funcione una hora más después de empezado el paro, para facilitar la movilización. Y esto ocurre así.

Marchas, represión y desborde

Desde la zona sur de Córdoba, desde la Kaiser, se organiza una inmensa columna de obreros mecánicos, que vienen en ómnibus y en moto hasta determinado lugar, la rotonda Las Flores, luego se paran y antes de entrar al centro de la ciudad, se bajan y marchan por uno de los costados de la Ciudad Universitaria. Desde las usinas y las oficinas de la Empresa Provincial de Energía (EPEC), las usinas de Villa Revol al sureste, alejadas de las oficinas en el centro; desde las facultades, que están dispersas, se organizan en forma distinta.

La mayor columna es la que viene de la Kaiser, por su número, y, además, no solamente por su magnitud, como lo van a demostrar momentos después, sino también por su forma de organizarse, por delegados, por grupos, que parecen, o se llaman, «pelotones», de 20 o 30, con citas de recambio posteriores, por las dudas. Y cuando la columna al costado de la Ciudad Universitaria intenta ya penetrar hacia el centro, a unas 20 o 25 cuadras, es atacada por la Policía Federal de Córdoba. La columna se desbanda, se abre por los costados del camino -para un lado hay barrios y para otro hay Ciudad Universitaria- desborda al primer ataque de la Policía Federal y vuelve a confluir sobre la misma avenida Vélez Sársfield, pero mucho más cerca del centro. A todo esto, se va juntando y sumando más gente.

Avanzan hacia el centro y están a pocas cuadras del edificio de la CGT en pleno centro, y vuelve a ser atacada cerca de la vieja estación Terminal de Ómnibus y en esa zona cae la primera víctima, Máximo Mena, obrero de Kaiser, Y hay más muertos en forma inmediata y esto corre como reguero de pólvora. Pero, además, están concurriendo columnas que vienen de otros lados y todos van confluyendo hacia el centro. Cuando la noticia del segundo ataque represivo se corre por todos lados, la columna, en primer lugar, que viene con obreros de la Kaiser, se enfrenta a la caballería, que la trata de detener a tiro limpio.

Y ahí están las imágenes, de la caballería retrocediendo frente a una inmensa multitud, que los va corriendo con bulones, con pernos, con piedras, con lo que se puede, con molotov. Están muy organizados en ese aspecto. Y, por supuesto, todo el que tenía un 32 guardado, lo sacó y lo llevó. Y la caballería retrocede, retrocede y se va…. ¡y se fue de la historia! Porque en Córdoba nunca más el aparato represivo pudo contar con caballería, porque fue aplastada por una movilización obrera y popular.

En otros sectores van ocurriendo acciones parecidas y, en cada lugar, la policía es sobrepasada. Esto empezó después de las diez de la mañana. A las doce del mediodía, las policías Federal y Provincial, han agotado su existencia de gases lacrimógenos, aunque esto no se sabía entre los manifestantes. Entonces, la policía se tiene que replegar. Se repliega. ¿Adónde? A su cuartel central, a su comisaría, la Federal a su cuartel central que está cerca de Plaza España y la provincial al Cabildo en pleno centro y las otras, encerradas en cada comisaría barrial.

La ciudad va siendo abandonada por la policía y ganada por las manifestaciones de obreros y de estudiantes. En la periferia del centro y en pleno centro se va sumando manifestantes. En el centro, como en todas las ciudades, hay muchos comercios, van bajando sus persianas y desde los edificios, que hay muchos, empiezan a tirar toneladas de papel. Se van armando barricadas y, en algún momento, el poder armado y represivo, el poder institucional, el gobierno, desaparece de la ciudad frente a una manifestación difícil de medir en cantidad de gente. Puede haber habido 30 mil, 40 mil manifestantes en la calle, es imposible saberlo, porque, además, se va extendiendo. Córdoba es una ciudad muy extendida.

Y esto va ocurriendo y en el barrio Talleres, por donde hay ferroviarios, y en Alta Córdoba, donde hay también ferrocarriles, y en el barrio Clínicas, donde hay una gran concentración estudiantil, en Villa Revol, donde está la usina eléctrica, en el popular barrio Güemes, que está cerca del centro y en muchísimos barrios más; se van tomando las calles y la gente se da cuenta que la fuerza armada represiva ha desaparecido. Este instante ocurre una vez cada tanto en la historia, cada mucho tiempo. Y esto empezó a cambiar la historia.

La manifestación no se propuso, por ejemplo, asaltar la casa de gobierno. Lo podría haber hecho. No era un objetivo planteado. Esta manifestación, muy violenta, es, a su vez, organizada y espontánea. Organizada por todo lo referido previamente, por la organización desde los sindicatos y cuerpos de delegados, desde el movimiento estudiantil y sus agrupaciones. Y es espontánea porque se va sumando más gente, que no estaba organizada, que es atraída por la entereza de los primeros movilizados que son muchos, por la bronca que desata la acción represiva brutal, y por la constatación que la fuerza represiva ha sido obligada a replegarse. Pero no es un fenómeno puramente espontáneo, porque los que vienen en columnas organizados son varios miles, quizás decenas de miles, más o menos organizados y con estas formas de actuar. Y resisten la represión, sobrepasan a la represión. Ahora, para sobrepasar a la represión, se requieren muchas cosas simultáneamente, difíciles de explicar, porque es enfrentar a las balas, casi sin armas.

Esto es muy simple: más allá que alguno tenga un arma, porque no hay destacamentos armados organizados, hay activistas organizados con molotov, con buloneras, o en cada grupo, por ahí, hay alguno que tiene un arma, pero no hay escuadras armadas, ni pelotones armados de fusiles y revólveres, aunque aparecen escopetas desde los techos de las casa en algunos barrios. Nadie se planteaba que iba a atacar, sino simplemente esto se hace como autodefensa, para defenderse de lo que se preveía una represión virulenta, que ocurre. Y sucede este fenómeno en que el desborde de iniciativas, el desborde de valentías, el hartazgo y todas las cosas que puedan imaginarse, sobrepasa y sepulta un aparato represivo brutal y dejan a la ciudad en manos de manifestantes.

Fue sublevación, no insurrección

Y ahí cambió la historia de nuestro país. Porque este episodio no había ocurrido nunca y no volvió a ocurrir así, con esas características, nunca más. Se produjo toda una época de fenómenos similares, aunque no iguales (otro rosariazo, el tucumanazo, el cipolletazo, el mendozazo…). Por eso, el abuso del término «azo» para denominar a cualquier manifestación multitudinaria, es un error político, es una caricatura de aquel fenómeno que solamente se asemeja en lo superficial, pero no en la esencia. Porque lo que ocurre en el cordobazo es una acción independiente del movimiento obrero, organizado, no espontáneo, bajo una conducción sindical, la que en ese momento tenía, que era mayoritariamente burocrática y reaccionaria, donde el sector izquierdista es minoritario y donde las fuerzas clasistas del movimiento obrero todavía es ínfima.

La alianza obrero-popular

Este fenómeno de iniciativa independiente, de esta forma, evoca, pero no reproduce, las manifestaciones que hubo en los años 1919, 20 y 21 en Argentina, en Buenos Aires y en la Patagonia, pero no las reproduce, introduce una nueva forma. Y, además, se produce un fenómeno, que es la incorporación de miles y miles de personas de los sectores medios, de la pequeña burguesía urbana de distintos niveles económicos. En primer lugar, de la mayoría de los universitarios y docentes, y después, muchos otros más, como los pequeños comerciantes, los profesionales, etc. Hay, de hecho, en la calle, una alianza obrera y popular. Se suele decir que el diciembre de 2001 fue la «rebelión de las clases medias» como erróneamente se caricaturiza este fenómeno. En el cordobazo, mucho antes, las clases medias también se rebelaron, con la diferencia de que la columna vertebral y la cabeza, fue, en ese momento, el movimiento obrero, con la conducción que tenía, con las organizaciones que había en ese momento. Es la primera vez en nuestra historia, que confluyen en una acción política de masas las dos clases fundamentales de la sociedad argentina, que son la clase obrera y la pequeña burguesía. Porque generalmente estas clases actuaron como base social de movimientos liderados por fracciones de la burguesía, la burguesía agraria, la burguesía industrial; en el cordobazo la burguesía estuvo ausente. Fue una movilización con absoluta independencia de la clase obrera, pero en alianza estrecha, en los hechos, con la pequeña burguesía. Y el sentido político antidictatorial es absolutamente claro.

El balance de Tosco

Esto abre una nueva época en la historia argentina. Así lo reseñó Agustín Tosco:

«El día 26 de mayo, el movimiento obrero de Córdoba, por medio de los dos plenarios realizados, resuelve un paro general de actividades de 37 horas a partir de las 11 horas del 29 de mayo y con abandono de trabajo y concentraciones públicas de protesta. Los estudiantes adhieren en todo a las resoluciones de ambas CGT. Todo se prepara para el gran paro. La indignación es pública, notoria y elocuente en todos los estratos de la población. No hay espontaneidad. Ni improvisación. Ni grupos extraños a las resoluciones adoptadas. Los sindicatos organizan y los estudiantes también. Se fijan los lugares de concentración, cómo se realizarán las marchas. La gran concentración se llevará adelante frente al local de la CGT en la calle Vélez Sarsfield 137. Millares y millares de volantes reclamando la vigencia de los derechos conculcados inundan la ciudad en los días previos. Se suceden las asambleas de los sindicatos y de los estudiantes que apoyan el paro y la protesta. El día 29 de mayo amanece tenso. Algunos sindicatos comienzan a abandonar las fábricas antes de las 11 horas. A esa hora el gobierno dispone que el transporte abandone el casco céntrico. Los trabajadores de Luz y Fuerza de la Administración Central pretenden organizar un acto a la altura de Rioja y General Paz y son atacados con bombas de gases. Es una vez más la represión en marcha. La represión indiscriminada. La prohibición violenta del derecho de reunión, de expresión, de protesta. Mientras tanto, las columnas de los trabajadores de las fábricas de la industria automotriz van llegando a la ciudad. Son todas atacadas y se intenta dispersarlas. El comercio cierra sus puertas y las calles se van llenando de gente. Corre la noticia de la muerte de un compañero, era Máximo Mena del Sindicato de Mecánicos. Se produce el estallido popular, la rebeldía contra tantas injusticias, contra los asesinatos, contra los atropellos. La policía retrocede. Nadie controla la situación. Es el pueblo. Son las bases sindicales y estudiantiles, que luchan enardecidas. Todos ayudan. El apoyo total de toda la población se da tanto en el centro como en los barrios. Es la toma de conciencia de todos evidenciándose en las calles contra tantas prohibiciones que se plantearon. Nada de tutelas, ni de los usurpadores del poder, ni de los cómplices participacionistas.»

El ejército entra en acción

La ciudad de Córdoba queda a merced de los manifestantes. Algunas acciones fueron el ataque al Círculo de Suboficiales del Ejército, en San Luis y La Cañada, los incendios de la firma estadounidense Xerox y una concesionaria de la francesa Citroen en la avenida Colón, de las oficinas de la Dirección General de Rentas, en Mariano Moreno y Caseros, de la Aduana en Chacabuco al 400. Pero no se produjeron saqueos y robos. La furia popular no fue vandálica, sino simbólicamente dirigida contra instalaciones gubernamentales y empresarias. El Ejército que gobierna el país hace 3 años, tarda cinco horas en entrar a la ciudad. Y no tarda cinco horas solamente por su ineptitud operativa, ya que no está preparado para enfrentar masas en las calles. Tiene una estrategia de contrainsurgencia, pero no está preparado frente a un fenómeno cuasi-insurgente. Y decimos cuasi-insurgente. Ya dijimos que hay muchas evocaciones del cordobazo. Así como se caricaturiza poniéndole «azo» a cualquier cosa, también se abusa diciendo que lo del 29 de mayo fue una insurrección. Pero una insurrección es otra cosa, una insurrección es un levantamiento dirigido a la toma del poder. El cordobazo no fue dirigido a la toma del poder, pero sí con la consigna «¡Abajo la dictadura!». Es más, se pudo haber tomado la casa de gobierno en Córdoba. Pero nadie se lo planteó. Pudo haber ocurrido, porque se tomó toda la ciudad.

Entonces, el Ejército tarda en intervenir, por su ineptitud operativa, pero, además, porque el comandante en jefe del Ejército es el general Alejandro Agustín Lanusse y ya está enfrentado con el presidente, el general Onganía. Este acontecimiento, el embate obrero, la sublevación social, resquebraja la dictadura y los burócratas se dan cuenta. No solamente los burócratas que tenían responsabilidades políticas y sindicales importantes. Y no tienen margen para tomar decisiones, para hacer lo que hizo Vandor en el año 67. En Córdoba, se les terminó el margen. Y a los que no se dieron cuenta que se les terminó el margen, a algunos se les terminó el cargo, como ocurrió con Elpidio Torres un año después, en julio de 1970, quien, tras traicionar una huelga del SMATA con ocupaciones de fábricas, huyó del sindicato y de Córdoba.

Las tropas de la IV Brigada Aerotransportada de La Calera, al mando del teniente coronel Calcagno («premiado» 4 años después como Jefe del Ejército cuando la restauración constitucional de 1973), irrumpieron por la avenida Colón, disparando, matando, capturando gente, asaltando sindicatos. Desde algunos techos, recibían piedrazos, botellazos y hasta algún disparo de revolver o escopeta. Detuvieron a Tosco, Tomás Di Toffino, y Felipe Alberti y otros de Luz y Fuerza, a Jorge Canelles (opositor a la burocracia de la UOCRA y dirigente del Partido Comunista), a Elpidio Torres y un centenar de manifestantes. Fueron sometidos a Consejos (Tribunales) de Guerra, lo que es elocuente de la situación política del país. Canelles sentenciado a 10 años de prisión, Tosco a ocho, Torres a cuatro. Todos fueron arrancados de prisión por la continuidad de las luchas del movimiento obrero en la Navidad de ese mismo 1969 (entre 1969 y 1972 ocurrieron 19 puebladas). Nadie había previsto esto, que empezaba como una huelga con abandono de tareas y movilizaciones callejeras, y terminaría en pocas horas en una sublevación que superó el aparato represivo y debió enfrentar al Ejército. El saldo total de muertes siempre quedó en la incertidumbre, aunque se estima en una treintena. La dictadura con pretensión de instalarse por 10 ó 20 años quedó herida de muerte. Onganía tuvo que desplazar al ministro de Economía y reemplazarlo por el economista también liberal José Dagnino Pastore. En junio de 1970, el propio dictador fue eyectado por sus pares.

Una nueva época histórica

Estas son las características de la sublevación social. Estas cosas no ocurren en cualquier momento. Por eso abre una época histórica: estamos hablando de una situación social que debe ser caracterizada como pre-revolucionaria. Hay que ver qué quiere decir esto. Pre-revolucionaria no quiere decir que dentro de poquito viene una revolución, sino que están todos estos componentes socio-económicos y políticos descriptos. Tucumán ya era un «eslabón débil» del régimen. Córdoba se transformó en otro «eslabón débil» del régimen. Pero en sentido contrario, Córdoba emerge como en un eslabón fuerte del movimiento obrero y popular. Porque se ha producido, del 66 al 69, un fenómeno inédito: un fracaso político y un fracaso contrainsurgente del régimen. Ahí sí hay un fracaso. No en la aplicación de sus políticas económicas, que las pudieron seguir aplicando, pero, desde el punto de vista político-militar es un fracaso.

Acá quiero relatar una anécdota y una analogía histórica. Tiempo antes, habíamos conocido que en 1948, en Colombia, había ocurrido el bogotazo (de donde tomó el nombre el cordobazo). Fue una sublevación popular, ocurrida tras el asesinato de un líder liberal muy popular, Eliécer Gaitán. Ocurrió algo parecido en Bogotá a esto que pasó en Córdoba: el poder se tambalea momentáneamente, al no poder sofocar la sublevación. Pero nadie asume un nuevo poder. No hubo una revolución en Colombia en el año 48, se inicia una guerra civil. Y parecido, pero no igual que en Colombia, en Argentina se inicia un proceso a partir de 1969 donde los enfrentamientos políticos, motivados por las luchas sociales y económicas desembocan en un fenómeno similar: es decir, no se pueden resolver pacíficamente. Aunque hay que destacar que la respuesta bélica desde el poder se inauguró en Argentina con los bombardeos a ciudad abierta en Buenos Aires y el golpe gorila en 1955. Señalamos que desde la década de los ’60 había una estrategia norteamericana, había fuerzas militares preparadas por el Pentágono y las jefaturas políticas-militares argentinas estaban en el ejercicio de esta función adoctrinados, pagados, y sabían bien lo que hacían. Ellos previeron esta posibilidad del inicio de un período revolucionario y tuvieron un fracaso, un fracaso político y después represivo, porque, en última instancia, más allá de la cantidad de muertes que nunca se sabe que dejó el cordobazo, se transforma en un fracaso represivo. Tiene que entrar el Ejército a enfrentar al pueblo en las calles de una gran ciudad.

Ejército contra pueblo y el mito de «la unión del pueblo con las Fuerzas Armadas»

Y cuando entra el Ejército, aparece otro problema, gravísimo, para el partido político-militar dominante. ¿Cuál es el problema? El principal movimiento político de la Argentina era el peronismo (proscripto desde 1955), que nació con varios apotegmas, como así le llamó su fundador, Juan Perón. Y uno de estos apotegmas era la «unión del pueblo con las Fuerzas Armadas» y con esto se educaron generaciones de argentinos, desde el 45 hasta el 29 de mayo de 1969. Y este concepto de la «unión del pueblo con las Fuerzas Armadas», muy arraigado en el nacimiento del peronismo, cuyo líder era un caudillo militar, además de caudillo político, tiene que ver con la historia argentina anterior, ya que el movimiento obrero, predominantemente anarquista, socialista y comunista, tenía una posición genéricamente clasista, enfrentada a las Fuerzas Armadas. El peronismo logra la integración del pueblo con las fuerzas armadas predicando sus ideas de conciliación del capital con el trabajo. Y aquel 29 de mayo concluyó en una batalla entre el pueblo, liderado claramente por el movimiento obrero, enfrentando a las Fuerzas Armadas.

El cordobazo se motivó en un programa reivindicativo económico-social y democrático anti-dictatorial, que se inició como una huelga política y se convirtió en una sublevación obrera que acaudilló a todos los sectores populares oprimidos y enfrentó al régimen militar. Sin tener en lo inmediato un programa revolucionario, el estribillo callejero Luche, luche, luche/no deje de luchar/por un gobierno obrero/obrero y popular, le dio el sentido profundo de la época que inauguró: la época de la revolución proletaria. Esta consigna no podía ser la de los partidos tradicionales. El ímpetu del auge de los movimientos de masas que desencadenó, permitió florecer dos fenómenos políticos y organizativos previamente incubados, que caracterizaron ese período: el sindicalismo clasista y la insurgencia armada. Esos son los signos de la nueva época. Florecen y se multiplican organizaciones revolucionarias. Esa Revolución llevada a la cresta de la ola en las Jornadas de Junio y Julio de 1975, fue interrumpida por el golpe contrarrevolucionario de 1976, promovido por la misma alianza militar-empresarial-clerical que lo intentó en 1966. El período histórico abierto por el cordobazo bien puede caracterizarse como la época de la Revolución Proletaria. Y visto desde la actualidad, como la revolución proletaria inconclusa.

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3 thoughts on “Cordobazo: la huella que abre una nueva época en nuestra historia”

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