Roberto Guevara, recuerdos imborrables

por Manuel Justo Gaggero*

El pasado 15 de setiembre falleció en Buenos Aires nuestro compañero y amigo Roberto Guevara.

Había nacido el 18 de mayo de 1932 en el seno de la familia conformada por Ernesto Guevara y Celia de la Serna. Sus hermanos Ernesto –que luego sería el «Che»– y Celia lo habían precedido. Al mismo tiempo que el primero estudiaba medicina el eligió abogacía y sus vidas se bifurcaron cuando comenzaron los viajes del Che por el Continente que desembocaron en su participación en la histórica Revolución Cubana. Su caída en combate en octubre de 1967 lo impactó fuertemente y como escribiera Julio Cortázar sintió que tenía «un hermano que iba por los montes mientras…» Unos años más tarde se incorporó al PRT-ERP, y fue en esa oportunidad que me lo presentó Susana –mi hermana– destacando que había donado el inmueble de su propiedad, donde tenía su estudio, a nuestro Partido.

En el año 1975 me pidió que lo fuera a buscar ya que volvía clandestinamente de Cuba. En esos días yo también estaba en la clandestinidad. Lo esperé en el lugar de la cita pactada y no lo reconocí. Los cubanos habían hecho un trabajo extraordinario para transformarlo. Finalmente, se identificó y nos fundimos en un fuerte abrazo. Lo lleve al departamento en el que vivíamos con Alba y los chicos y protagonizamos un episodio que siempre recordábamos. Al día siguiente entró al baño para bañarse y yo estaba en la cocina con la madre de mis hijos y se produjo una discusión que fue subiendo de tono y que terminó cuando ella me arrojo la pava con la que cebaba los mates. Decidí en ese momento que abandonaba el hogar; sin pensar en nada. Luego me contó Roberto que no sabía que hacer hasta que finalmente decidió salir del baño y la encontró a Alba en medio de un ataque de nervios. Luego, este hecho, se trasformó en una anécdota divertida.

Nos volvimos a reencontrar en el exilio y en la división del Partido estuvimos en diferentes espacios. En los 80, ya en el país, compartíamos el trabajo en Tribunales y a ambos nos resultaba difícil reconstruir la actividad profesional. Habían quedado atrás las diferencias coyunturales y compartíamos el afecto por los compañeros caídos y en especial por Susana. Siempre me impresionó que, en ningún momento, ostentaba su vínculo con el Che. En 1997 pusimos en marcha, en la Universidad de Buenos Aires, la cátedra libre «El Pensamiento Político del Che» y lo invité a que hiciera uso de la palabra en el acto inaugural, y me respondió que no correspondía; ratificando el perfil bajo que lo caracterizaba. En esta época, de «egos», era sin duda una «rara avis» y eso fortalecía el reconocimiento que le profesaba.

La corporación política, sin diferencias, transforma la muerte de algunos de sus miembros en un acontecimiento mediático en el que se suceden elogios desmedidos en los que se intenta transformar el final inevitable de una vida, en un acto de transformación en la que no importa si se trataba de un corrupto o de un déspota ya que era «un político de fuste». Por suerte esa mirada está en las antípodas del sentimiento que nos genera la partida de Roberto al que recordaremos como otro compañero que compartía nuestras mismas utopías y que estaba seguro que, como dice el poeta, «la vida sin estas es solo un camino hacia la muerte».

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*Abogado y periodista. Exdirector del Diario «El Mundo» y de las Revistas «Nuevo Hombre» y «Diciembre 20».

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