España repetirá comicios

por José María Rodríguez Arias

En marzo decía, tras la investidura fracasada de Sánchez -eso sí fue un fracaso-, que no sabía qué harían. Veía las cosas bastante negras para un pacto pero, aún así, algo dentro de mí esperaba otro intento de coronar al líder del PSOE. Llegué a pensar que cuajaría un pacto por media legislatura (que finalmente hasta se propuso de forma relativa, al poner el PSOE sobre la mesa una moción de confianza a los dos años) y de muy mínimos, pero no ha sido posible. El rey, el día de ayer, tras hablar con los implicados (e imaginamos con un nuevo «yo no me presento» de Rajoy), prefirió no proponer a nadie. ¿Por qué? Simple, no hay tiempo de buscar nuevos apoyos tras la propuesta, tenían que ir con los deberes hechos y no fue así. Tanto Sánchez como Rajoy pudieron pedir turno, pero hacerlo era perder una votación en el Congreso de los diputados y ninguno estaba dispuesto a ello. El plazo comenzó gracias a que Sánchez se atrevió, si no, ni eso.

Un PP que nunca es responsable de nada

No es que Mariano Rajoy sea «el responsable del fracaso», entre otras cosas porque ese hombre, presidente del gobierno los últimos años, ni hace ni deshace. Es responsable de erguirse como el representante de unos españoles que le votaron (siete millones) y por los que no ha hecho nada. Ni lo intentó ni quiso dejar a otros gobernar. Él dice que la culpa es de Sánchez porque le dijo que no le apoyaría, ¿pero qué otros acuerdos ha buscado? Ninguno. Jamás llamó a otro partido. Aznar, en su día, pactó con CiU y PNV (entre otros) para poder ser investido. Al menos se movió. Algo que Rajoy ha preferido no hacer. Carga la culpa en otros pero, a la vez, dejó claro que ellos no reformarían ninguna de las leyes aprobadas en sentido distinto al aprobado; esto es, las principales promesas de partidos como Ciudadanos o el propio PSOE (reforma de la ley de educación, de la ley mordaza, entre otras) ya estaban vetadas. ¿Sobre qué quería negociar el PP? Nunca lo dijeron, ante el «no» del PSOE prefirieron cruzarse de brazos.

No perder votaciones significativas en el Congreso de los Diputados les llevó a aceptar que Patxi López, del PSOE, fuera elegido el presidente de la cámara. Se aseguraron de sobrerrepresentar a Ciudadanos en la Mesa del Congreso para que a su vez Ciudadanos garantizara una presencia fuerte del PP en la misma (así la Mesa acabó con una larga mayoría de derechas) pero la presidencia quedó en manos del principal partido de la oposición. No intentaron negociar nada, no intentaron proponer un candidato a la presidencia de la cámara, entendían que eran votaciones que las perderían y prefirieron no jugar. Siguen hablando de la necesidad de una «gran coalición» (y mintiendo sobre dónde se da o sobre si en otros países ocurre que el que no ha ganado gobierna -no, no solo en Portugal pasa, también en Dinamarca, donde gobierna en solitario el tercer partido-).

El que saliera un nuevo gobierno de este Congreso de los Diputados perjudicaba seriamente al Partido Popular, se ha visto en las pocas votaciones que ha tenido la cámara (donde el PSOE y Podemos sí han votado de forma conjunta), así se han iniciado propuestas de reforma tan importantes como la de la LOMCE (propuesta del PSOE), la llamada Ley 25 (de Podemos y otros) y la ley electoral (para rebajar la edad, de ERC). Creo que en todos esos casos, además, podemos ver que Ciudadanos o ha votado en contra o se ha abstenido. El PP solo ha propuesto una modificación legislativa (rechazada de plano), aunque ha sido prolijo en cuanto a las proposiciones no de ley (una de ellas convocaba al resto para un pacto educativo como continuación de la LOMCE, fue rechazada). Rajoy lo dejó claro: mejor repetir elecciones que tener a Podemos cerca del gobierno (o en él). Y ha forzado la repetición.

Se han tirado cuatro años gobernando sin escuchar a nadie, imponiendo reformas en que ni siquiera internamente tenían el suficiente consenso (como la educativa) y ahora se extraña que nadie quiera pactar con ellos.

Un PSOE de gestos

Sánchez quiere ser presidente, pero con unas líneas claras. Hay un modelo económico que no se toca; hay una serie de reformas que continuarán y hay, por supuesto, unos valores capitalistas que deben impulsarse. De esta forma, tras anunciar que optarían en segundo lugar por la presidencia del gobierno (al final fue en primer lugar, pues Rajoy no quiso presentarse), se marcaron unas líneas rojas infranqueables: nada con el PP, nada con los nacionalistas y nada con… bueno, con lo que le permitiría gobernar.

Pactó con Ciudadanos. Todo un programa que de vez en cuando era socialdemocracia pura y otras veces era algo que firmaría sin problemas el PP (esto lo dijo mucho el socio del PSOE). Ciudadanos, además, puso una línea roja: Podemos no puede estar con el gobierno. Así el pacto resultaba inviable en cuanto a escaños. Sí, eran ya la fuerza mayoritaria en el Congreso de los Diputados, con una hoja de ruta, pero imposible de alcanzar mayoría alguna, ni absoluta ni simple. Mirando las votaciones, las iniciativas más cercanas a la izquierda han salido o con el voto en contra o con la abstención de Ciudadanos, porque otra mayoría sí era posible. Eso sí, contando a otras fuerzas que no son precisamente de izquierdas (PNV y Convergencia) o son independentistas (ERC, fundamentalmente) y estaban vetadas por el propio PSOE.

Querían gobernar en solitario, y eso no era posible. Lo sabían, pero insistieron. Fallaron en la investidura y, en vez de cambiar de estrategia, intentaron seguir por el mismo camino. Ya hablaban de pinza y su estrategia era minar la unidad de Podemos (y sigue siéndolo, escuchen lo que dicen sobre las dos alas de la formación morada), a la par que hacían gestos a favor de este partido (la aprobación para la toma en consideración de la Ley 25 como mejor ejemplo) y le daban palos (la primera votación sobre el reparto de asientos, las votaciones sobre la diputación permanente, las de los Grupos Parlamentarios). Parecía que el PSOE quería demostrar a Podemos que juntos harían cosas pero que sería siempre en los términos de la formación de Sánchez, si Iglesias tiraba por otro lado sufriría.

No sé hasta qué punto el líder del PSOE sale perjudicado o reforzado de todo esto; pero sí que ha sabido moverse en el difícil entramado que es su propio partido, ha forzado a la Dirección en uno u otro sentido y ha conseguido refrendar sus propias opiniones con llamamientos a la participación masiva de la militancia. Dentro de estos movimientos legitimadores a su propio liderazgo se entiende que apresuradamente convoque o quiera convocar unas primarias para elegir al candidato a la presidencia, nadie podrá decir, de esta forma, que se presenta a una repetición de elecciones sin preguntar a sus bases.

Es posible que por la izquierda ya no pueda perder más votos (de eso se nutre fundamentalmente Podemos) y quiera ganarlos por la derecha (y ese mal llamado «centro izquierda»), con lo que el pacto con Ciudadanos tiene sentido, así como distinguirse de formaciones como Podemos o IU en la organización del Estado y otros elementos. Por eso también ha preferido cargar a Podemos la responsabilidad del no-pacto por las formas de éste (Pablo Iglesias organizando las carteras ministeriales) o por el contenido (la exigencia de entrar sí o sí en el gobierno, planteada por Podemos y vetada por Ciudadanos, reformar ciertas leyes que vienen de la anterior etapa del PSOE, etc.).

Podemos, un asalto a ninguna parte

La tercera fuerza en votos y escaños se propuso entrar en el gobierno y prefirió el anuncio televisivo a la mesa de negociación. Quiso hacerse «el difícil» y consiguió que todos la señalaran. Así ha funcionado Podemos, con el fuerte personalismo de Iglesias (esto es, amigos de los círculos, algo innegable; como es incuestionable que el partido ha perdido su horizontalidad inicial), dinamitó su propia participación en el gobierno. Arrogantes es poco, sumando lo que no era suyo y, cuando no, mintiendo directamente (no, señores, no se puede mencionar al PNV como «progresista»).

Tal vez sobreestimaron sus fuerzas o, lo que es peor, subestimaron las resistencias propias de una formación centenaria como el PSOE. Tal vez están demasiado acostumbrados a hablar por la televisión y olvidaron que hay cosas que mejor se plantean antes en una mesa. El acuerdo con Ciudadanos firmado por el PSOE les sonó a traición, así que ya no querían nada con el partido del puño y la rosa. Exigieron, por tanto, la ruptura de ese pacto y pusieron los máximos como si fuera mínimos.

Les costó sentarse a dialogar, fueron IU y Compromís los que más mediaron, los que más intentaron que saliera adelante un gobierno de gran coalición por la izquierda; pero Podemos tenía muy claro lo que quería (desde esa primera vicepresidencia a otros puestos claves, tal vez demasiado claves para un partido que por sí solo no daba mayoría absoluta a nadie) y el PSOE no se lo dio. El PSOE tenía una estrategia dura con Podemos, muchos palos y algunas zanahorias (ya mencionados párrafos atrás) que más bien indignaron a los morados (que no dejaban, con cierta razón, de señalar qué votaciones salían bien en el Congreso y cómo no era Ciudadanos el aliado «bueno»). Si querían un gobierno a la valenciana, como tanto han dicho, debieron fijarse más en cómo se fraguó el Acuerdo del Botànic y la participación del propio Podemos (que está fuera del gobierno -bipartito entre el PSPV y Compromís- y algunos se abstuvieron mientras que otros votaron por Puig).

Hablando de las izquierdas, tal vez el gesto más «feo» de Podemos para con IU se dio al comienzo de toda la legislatura, cuando impidió cualquier posibilidad de un grupo en que una de las «confluencias» de Podemos e IU-UP se formaran en la cámara baja. Tampoco socorrió a IU ni le tendió la mano, eso lo hizo ERC. Ahora, meses después de las elecciones donde fracasó la idea del Frente Popular, ante los nuevos comicios, sí que parece que el acuerdo será posible, que habrá una candidatura «confluente» de izquierdas (como la hubo en Cataluña, Valencia -en gran medida, no totalmente- y Galicia).

Podemos e Izquierda Unida parece que irán juntos, por ahora engrasan sus maquinarias para convencer a sus militantes de los posibles acuerdos electorales. Habrá que hacer encaje de bolillos por los puestos en las papeletas, pero con esta unión (más otros que se sumen, las «confluencias», Equo y otros) pretenden por lo menos superar en votos al PSOE (lo más seguro, salvo cambio radical en el electorado del partido socialdemócrata).

Ciudadanos, dándose importancia y llevando al huerto al PSOE

Creo que es importante entender que Ciudadanos nunca dejó el ala derecha del hemiciclo. Pactó con el PSOE pero se llevó el gato al agua. Se han mostrado como la regeneración de la derecha, tanto por la forma en colar las propuestas (el contenido de las mismas en muchos casos es más atrevido que los sueños húmedos del PP, pienso en el tema laboral) como por mostrarse desde el progresismo de derechas (ese liberalismo que el PP realmente no tiene). Y eso que son increíblemente más reaccionarios en algunos apartados (como el de la inmigración). O más atrevidos en el discurso (el fondo es muy parecido).

Pactó con el PSOE, consiguió cesiones del PP y del PSOE, posicionándose en varios núcleos importantes de poder parlamentario con cierta sobrerrepresentación. Ha sido un «bienqueda»  en toda regla, presentándose como el mediador, el salvaespañas de turno, capaz de impedir el acceso de los «rojos malos» permitiendo a los «rojos bueno» gobernar (con el programa de la derecha, eso sí); intentando negociar con el PP cuando el PSOE no quería ni olerlo. Rivera puede pagar el haber pactado con el PSOE, pero tal vez unos votos que los pierda por su derecha los gana por el otro lado.

¿Qué pasará tras el 26-J?

Las encuestas dan dos escenarios distintos: un triunfo algo más cómodo del PP (no tanto por los votos, sino por el reparto) en el que ya solo con Ciudadanos casi sumen la mayoría absoluta (lo que pondría más fácil ese posible pacto) y otra en que los resultados se parecen demasiado a los actuales… tal vez cambiando de puesto a Podemos+otros con el PSOE (tal vez no en curules, mas sí en votos). También parece que votará menos gente… a saber.

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