Trump: lo que hace no es nada nuevo

por José María Rodríguez Arias

Es increíble lo ciegos que podemos ser. Ya sea para defender o para atacar algo. Incluso para darnos cuenta que ya vivimos en esa situación –que criticamos o hemos criticado; en este apartado sin dudas me incluyo más veces de las que me gustaría, pero no por lo que hoy hablaré–. Parece que la opinión publicada –que no pública– se muestra contrariada y horrorizada por el muro que el presidente estadounidense ordena construir y el tema de los visados y la prohibición parcial de refugiados. En la imagen que precede este texto les presento la construcción de «el muro». La fotografía, en la que podemos ver la construcción de un muro de concreto por parte de Naval Mobile Construction Battalions (NMCB) 133 y NMCB-14 en Arizona, fue tomada en 2009 –al ser una foto de la Armada estadounidense, está en dominio público–. No es el que han ordenado, claro, tiene muchos kilómetros de «valla» y otras formas de barreras –unos novecientos kilómetros por ahora, como mínimo–, además de otros tantos de «zonas vigiladas con sensores y otras tecnologías» que serán reemplazados por un material más duro –pueden ver una galería de fotografías de lo que ahora está construido en la frontera en Wikimedia; también pueden usar Google Maps para ver lo que hay construido en muchísimos kilómetros–.

«El muro», como idea y ejecución, no es algo ni remotamente nuevo. En 1990 comenzó con algo parcial. Bajo el mandato de George Bush se mandó construir unos 190 kilómetros de valla entre San Diego y el océano Pacífico, lo que tuvo como rápida consecuencia una disminución de la inmigración ilegal en San Diego y un aumento en Arizona. Con Bill Clinton la cosa se puso más seria, se reformó la legislación sobre inmigración –con la Illegal Immigration Reform and Immigrant Responsibility Act–, endureciéndose bastante, y en la misma mandó a construir un poco más de muro y aumentó considerablemente los fondos de la patrulla fronteriza –la llamada «Operation Gatekeeper»–. También animó a los gobiernos estatales a construir sus propias barreras, mallas o vallas y a «defender» la frontera con sus milicias.

En el 2006, George W. Bush –el hijo del anteriormente mentado Bush– firmó la Secure Fence Act, que incluía la obligación de construir una barrera en otros mil y pico kilómetros. No fue por falta de ganas del gobierno de Bush que la construcción se detuvo, sino por, entre otras muchas razones, orden de los tribunales al ver que el muro se saltaba la normativa de parques protegidos –la frontera cruza un par, si mal no recuerdo–, con lo que por ahí no se puede construir –¿lo que ha firmado Trump contempla esta cuestión?–. En este caso, el gobierno mexicano protestó oficialmente y todo eso. Desde ahí se comenzó a implementar con mas fuerza la «barrera virtual» en paralelo con continuar con partes del muro.

No podemos dejarnos al presidente recién salido, Barack Obama, que avisa que Trump va contra los principios estadounidenses, pues en su primer mandato ni se le pasó por la cabeza limitar el tema fronterizo, así la Patrulla Fronteriza iba creciendo en presupuesto –copia en PDF, y hasta el final del mandato– y número de agentes de manera imparable –y muy por encima de los inicialmente planteados–, además de una política dura en cuanto a deportaciones, contando la de menores –esto último cambió un poco desde el 2012, pero se topó con un Congreso en contra y las decisiones de los jueces–. En esto, Trump lo que firma es continuar con lo que Obama paró y los jueces dijeron que estaba mal detenido, que se tenía que ejecutar…

Trump, en realidad, no hace nada nuevo ni para Estados Unidos –ya está bastante avanzado el muro, ya existe en muchas zonas, tiene una regulación– ni para el resto del mundo –en el caso español, dos fronteras viven valladas, con Marruecos en las ciudades de Ceuta y Melilla y con la Corona Británica en Gibraltar–. Pero como lo hace Trump diciendo burradas, pues nos llevamos las manos a la cabeza.

Refugiados e inmigración

Sobre los refugiados, parece que desde Europa queremos sentar cátedra, cual burro hablando de orejas. Es cierto que los argumentos esgrimidos por Trump para impedir el ingreso de los nacionales de determinados países no resiste al mínimo contraste con la realidad –es racismo demagógico, sí, y mucho–, pero no es menos cierto que de una forma u otra los países del occidente «rico» han ido cerrando las fronteras e impidiendo el ingreso de refugiados, a veces mediante absurda burocracia y otras con penosos tratados internacionales con países como Turquía, que no tiene problemas en hacinarlos en campos de refugiados y tratarlos como si fueran campos de concentración –contando el «tiro a matar» como forma policial de control–; mientras tanto, todos esos refugiados que ahora reprochamos a Trump el no dejarles entrar, nosotros los tenemos esperando en campos con pésimas condiciones en Grecia y Turquía, porque sí. ¿Qué diferencia hay entre eso e impedir la entrada?

Estados Unidos es uno de los países con una política inmigratoria más dura, que pocas veces ha contemplado o aplicado «reparto de papeles» para los indocumentados que lleven mucho tiempo –Reagan dio documentos a casi tres millones de inmigrantes, pero esto es algo que se critica solo cuando son los demócratas quienes lo piden–, Obama en su día habló mucho sobre dar derechos a quienes llevan mucho tiempo en el país o dejar de lado la horrorosa política de deportar a los padres y mantener en territorio estadounidense a los hijos ahí nacidos, de hecho, se puso manos a la obra en su segundo mandato, cuando, por un lado, él ya no se podía volver a presentar –con lo que le daba un poco igual perder ciertos favores– y, por otro, ya no tenía la mayoría para implantar sus medidas; así pues, su reforma chocó con el legislativo y los tribunales.

En realidad, sin ponerse tan vociferantes –que es lo que Trump parece buscar, el escándalo–, con restringir los visados o aumentar su control consigues, en la práctica, reducir y mucho la inmigración desde esos países; pero no era el objetivo, la cuestión va por otro lado.

Sin tanto cambio como «parece»

El actual presidente estadounidense es racista, xenófobo, homófobo, machista, contrario a las clases trabajadoras –por más que tenga un discurso en favor a que se fabrique en EE.UU., su política empresarial y el resto de sus medidas son contrarios a los intereses de la clase trabajadora de principio a fin– y hará una política propia de alguien con esas características… que en el fondo se parece mucho a lo que es la política oficial de un país imperialista como Estados Unidos; sí, es posible que los demócratas hicieran algunas cosas mejor –y el ejemplo lo tenemos en políticas concretas favorables a determinadas minorías–, pero en esencia, lo que es el país y sus principales líneas de actuación, no cambian con Trump, adquieren un mayor tono de bravuconería, más testosterona y violencia verbal, pero se guían por el mismo consenso. Por cierto, los presidentes racistas, xenófobos, homófobos, machistas, contrarios a las clases trabajadoras y demás, en mayor o menor medida, abundan en todos nuestros países –de Putin a Macri, de Morales a Rajoy, de Modi a Kuczynski, de Maduro a Abe, etc.–, no es marca registrada estadounidense.

¿Que se carga la política medioambiental? ¿Qué política? ¿La de no ratificar los tratados tan importantes como el Protocolo de Kioto –EE.UU. los firmó con Clinton, pero no los ratificó, con Bush oficialmente retiraron la firma, la cual Obama nunca reestableció–? Sí, es cierto, dejará de financiar programas de la ONU en los que los propios EE.UU. no creen; al menos queda claro con qué pie cojea.

¿La política sanitaria? No es por nada, pero funcionaba mal y solo estaba engordando los bolsillos de aseguradoras privadas. La reforma de Obama comenzó con buen pie y acabó disparándose en el mismo, para levantar críticas desde los más apasionados defensores, pues terminó siendo una burla que le costaba demasiado a las mal definidas «clases medidas»; lo que propone Trump no arregla nada, por supuesto, pero tampoco es que lo empeore mucho. Y es lo que ha sido la política sanitaria en su país en prácticamente toda la historia.

¿Creen que Trump acabará con el matrimonio entre personas del mismo sexo? En realidad, en el caso federal, Obama se sumó tarde –para su segundo mandato– y el reconocimiento en todo el país viene por una sentencia de la Corte Suprema, difícilmente se verá a Trump comenzar un largo y tedioso proceso de modificación constitucional para levantar una enmienda que lleva 150 años en vigor y ha servido para una interpretación constitucional favorable a los derechos civiles.

Sobre los tratados de libre comercio, lo que está haciendo es lo que viene haciendo EE.UU. de toda la vida: interpretar las normas a su favor –de ahí que el propio BM o la OMC les haya jalado de las orejas más de una vez con temas de proteccionismo internacional, subvenciones y otros– y aplicar solo lo que les conviene. Ahora lo gritan, sin más diferencia.

Para ir acabando

No se equivoquen, no es un presidente que nos acerque a una guerra mundial más que los anteriores –como si Obama hubiera dejado de realizar guerras, como si Clinton fuera una candidata que proponía la paz–, acerca EE.UU. a Rusia –tantas veces señalado como enemigo– e, incluso, a China. Oriente próximo seguirá siendo un campo permanente de guerra y el resto del mundo el patio de recreo de las tropas estadounidenses. ¿Que Trump no sabe cómo funciona la OTAN o por qué su país tiene bases en países como España? ¡Ni falta que hace! Me quedo con unas palabras de Pozzi en un artículo tras las elecciones:

«(…) Trump es consciente que se gana la presidencia con los votos de la gente, pero se gobierna con los grupos de poder. Si no supiera esto no sería el multimillonario que es. En realidad, la persona en la Casa Blanca le da los matices a la política del estado norteamericano, pero son los poderosos los que determinan su curso.

Lo lógico es pensar que Trump continuará, en líneas generales, las políticas desarrolladas por Bush y Obama, revirtiendo algunas y profundizando otras. Pero es poco probable que marque un giro nacionalista y aislacionista como pretenden algunos analistas.»

Nos podemos poner todo lo estupendos que queramos, pero a estas alturas, si no entendemos que Trump simplemente es otra tuerca de un sistema que viene funcionando desde hace demasiado, es disparar con balas de fogueo y pensar que con eso tomaremos la Bastilla. O algo así.

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7 thoughts on “Trump: lo que hace no es nada nuevo”

  1. Dice el artículo: «… los presidentes racistas, xenófobos, homófobos, machistas, contrarios a las clases trabajadoras y demás, en mayor o menor medida, abundan en todos nuestros países –de Putin a Macri, de Morales a Rajoy, de Modi a Kuczynski, de Maduro a Abe, etc.»
    ¿Evo Morales y Nicolás Maduro tienen esas características?¿Son homologables a Macri, Putin o Rajoy?¿Representan fenómenos políticos y tendencias ideológicas equiparables?

  2. Buenas, Abajeño

    En el artículo ya aviso que no son lo mismo («en mayor o menor medida»), pero, sin ir demasiado lejos, Morales y Maduro tienen una larga lista de frases la mar de desafortunadas en cuanto al contenido homófobo y machista (al menos en Bolivia, desde mayo del año pasado, las personas transexuales pueden cambiarse el sexo tanto físicamente como jurídicamente, algo que en Venezuela no pueden). En Venezuela no se han hecho avances durante todo el periodo de Chávez y Maduro (ni se ha tocado el código penal militar, del 98), y en Bolivia solo un pequeño (pero importante) avance.

    La forma en que los dos gobiernos han enfrentado a las huelgas o a parte del movimiento obrero, por otro lado, también son muestras de «más de lo mismo», si bien es porque no han ido más allá de un capitalismo de Estado, repetir los errores del «enemigo» y criminalizar cualquier huelga ayuda poco a la emancipación de los trabajadores.

    Sí son diferentes al resto de los mencionados en el racismo, al menos ni Morales ni Maduro me lo parecen (aunque Maduro tiene un serio problema con los indígenas de su país, pero no sé si es por racismo; es algo bastante arrastrado). Aunque el nacionalismo que tienen está bastante pintado con xenofobia (como todos los nacionalismos).

    Todos los males no vienen del palo de la derecha, hay que ser críticos (y con fuerza) con los que se supone nos acompañan en la lucha.

    Hasta luego y gracias por el comentario 😉

  3. JOMRA: 1) Un tema son las estrategias políticas de estos movimientos que son de reformismo social y político, es decir, no son revolucionarios, más allá de tendencias en ese sentido que hay tanto en Bolivia como en Venezuela; 2) Otro tema es la fuerte impronta machista en esos movimientos reformistas, pero que anida fuertemente en movimientos revolucionarios (por lo menos los latinoamericanos y caribeños). Así de contradictorio como lo formulo. No hay duda que la Revolución Cubana fue socialista y en ella predominó el machismo y la peor de las homofobias (para los que no vivieron o conocen Cuba. sirva como muestra Fresa u chocolate).En la Revolución Sandinista, el problema fue más o menos similar, con la contradicción que numerosas mujeres llegaron a ser Comandantes Guerrilleras y tuvieron destacadísima actuación (1979-90).. En mi libro Los Cheguevaristas relato la lucha por la despenalización del aborto. Fuimos derrotados, lo digo con todas las letras y señalo responsabilidades políticas (autorizo a reproducir íntegramente en DeIgualaIgual el acápite subtitulado «La lucha contra la legalización del aborto, una batalla inconclusa» (pág 391);3) Otro tema es el de la xenofobia y el racismo.No creo que eso ocurra en Bolivia como política oficial, aunque sí hay conflictos en relación a determinadas acciones geográfico/ambientales. Ignoro en Venezuela. En la Revolución Sandinista, en la cual no hubo esas graves conductas, sí hubo, en cambio, muy erróneas políticas en relación a las comunidades miskita, suma y rama, lo que facilitó que parte de las mismas, fueran carne de caños de la contrarrevolución. También abordo el tema en el librito Los Che… bajo el subtítulo «En la Costa Atlántica», pág. 403, también reproducible. En Cuba sobrevive el racismo (anti-negro), no en la política estatal como tal, sino en muchos grupos humanos. Cuando yo digo esto, muchos sedicentes «izquierdistas» se me tiran a la yugular.Yo los mando a esos ignorantes a que vivan un mes en cualquier hogar cubano y ahí van a percibir ese «racismo popular» (te aclaro que la mitad de mi familia es cubana 4) Partiendo de mi postura absolutamente crítica (y/o autocrítica) respecto de injustificadas políticas reaccionarias de movimientos revolucionarios, no me parece acertado poner en un mismo renglón a Morales y Maduro con Macri y Trump, aunque se aclare que «no son lo mismo». De cada uno de estos temas se puede hacer un ensayo

  4. Buenas

    Me alegra ver que estás siendo fuertemente autocrítico. Justamente esos nombres están para que alguien que apoya a Morales o a Maduro (coincido, no son revolucionarios, aunque lo pretendan) se dé cuenta de cómo se puede apoyar a un machista (por otros intereses, porque no queda otra, porque proponen un camino distinto, por mil y un cosas).

    Levantan las manos diciendo «¿cómo han votado los estadounidenses a un homófobo?», pero no dijeron ni «mu» cuando Maduro contrapuso su virilidad heterosexual a la supuesta homosexualidad de Capriles. Incluso, estoy convencido de que eso le dio votos. Se aprovechan del machismo y la homofobia y, de esta forma, la fomentan. Luego hay impulsos dentro de sus propios movimientos para cambiar las cosas (¿cuánto tardó la comunidad LGTBI en cambiar la homofobia en Cuba? fue una lucha continua que al final dio frutos; o el machismo que mencionas dentro de la propia revolución), pero si no señalamos con fuerza, incluso de forma exagerada, las carencias y contradicciones, las terminamos minimizando, relegando como un problema de segunda clase (y eso ha sido un error histórico de la izquierda con respecto al feminismo y los derechos de las minorías).

    Recuerdo unas declaraciones de Evo diciendo que es feminista pero «con chistes machistas» (¿cómo?); ¿te acuerdas de cómo saludó en noviembre a las mujeres? Sí, las encuadró en el papel de «madres de familia». Morales tiene una idea muy equivocada de lo que es el machismo y el feminismo; y si no le recordamos que es un machista, que puede cambiar a aliado del feminismo, siempre será parte del problema.

    Si el problema de Trump es su machismo, homofobia y tal, ese problema está mucho más extendido de lo que nos imaginamos; luego nos extrañamos que voten por alguien que tiene esas características cuando los líderes de nuestros movimientos tienen los mismos pecados, y estos se trasladan a las agendas más o menos reformistas, o quedan relegados justamente por un tema de no saber paralelizar luchas.

    Sí, en Bolivia, de forma institucional, creo que no hay racismo; más bien lo contrario, se ha avanzado mucho y en poco tiempo (aunque, personalmente, considero que nombrar el país plurinacional con una lista de nacionalidades es lo mismo, en el fondo, que un estado-nación, no es superar el concepto de nación, aunque sí es aceptar una realidad para romper una opresión). Creo que en eso son, los dos líderes, se distancian más (pero no en la misma medida) de Trump.

    Hasta luego y gracias por el comentario 😉

    PD: dos vinculadas: ayer Rajoy dijo que no era partidario de Fronteras o muros, él, que ha defendido hasta la extenuación la situación de Ceuta y Melilla, que nos intentó colar una ley que se saltaba la de extranjería y que permite que se dispare a matar a los que saltan la valla. Pons, un nacionalista españolista, se lamenta del crecimiento del nacionalismo en EE.UU. (porque él no se ve ni ve a su gobierno como nacionalistas). Alucinante.
    La otra, simplemente relacionado con el tema del machismo, un artículo de Barbijaputa: «¿De qué hablamos cuando hablamos de igualdad?», que se publicó ayer (hoy en abierto).

  5. El que esté libre de pecados que arroje la primera piedra. O ningún gobierno tiene el culito tan limpio que pueda cuestionar a Trump sin mirarse en el espejo propio. Creo que la crítica de JM apunta justamente a mostrar que ni Trump será tan peor ni que los anteriores gobiernos anteriores del imperio no hayan hecho en materia de seguridad interior, migración, trabajo, etc etc. Cierto, ni Evo ni Maduro son Trump ¿Pero eso les exonera de las barbaridades propias también en nombre del desarrollo? Tengo mis dudas. Concuerdo con JM que hoy no hay gobierno que busque la liberación de las clases oprimidas o los llamados sectores populares. Con una mano a veces dan, con la otra la más de las veces quitan. Saludos y excelente discusión.

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