12 años de una década perdida (II)

por Rubén Kotler

En los días previos a la primera vuelta electoral y con el re-lanzamiento de nuestro sitio DIAI, intentaba hacer un balance algo apretado sobre la auto-proclamada década ganada por el Kirchnerismo y explicaba mis motivos para considerarla entonces una década perdida. Fue una década perdida desde las políticas estatales encabezadas por el matrimonio presidencial pero también fue una década de oportunidades perdidas para la izquierda argentina y quiero explicar las razones que me llevan a pensar en ello.

El FIT se presentó en sociedad como una coalición electoral entre tres fuerzas políticas representantes del núcleo duro del trotkismo argentino. Sus dos principales fuerzas políticas, el Partido Obrero (PeÓ) y el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) impulsaron con ímpetu el Frente de Izquierda y de los Trabajadores dada la coyuntura electoral de tener que superar un piso porcentual de votantes tras la implementación de las Primarias Abiertas y Obligatorias (PASO). Al momento de la constitución del FIT militantes de ambos partidos se sinceraban al explicar que era un frente meramente electoralista.

Pero la izquierda debía ir más allá del armado de un frente para superar el piso proscriptivo de las PASO y ese fue su límite. Muchos lo dijimos y lo expresamos más como deseo que como certeza de concreción, a fin de cuentas poco y nada escuchan estos partidos a quienes no somos orgánicos. Incluso se escuchaban voces de militantes que hablaban de formar un partido trotkista único aunque no dejó de ser una mera intención de algunos militantes y poco más. La pregunta que se nos impone es si el FIT se constituyó verdaderamente como una herramienta de los trabajadores para hacer frente a las imposiciones del capitalismo en un contexto de reacomodamiento del régimen de dominación vigente. En todo caso si esa herramienta meramente electoral sirvió para hacer crecer al conjunto de la izquierda y poder llegar a sectores más amplios con un programa propio en un país cuya crisis de representación hace lustros se evidencia. Mirando los resultados de los últimos comicios la respuesta a priori es que también la izquierda se perdió de una oportunidad única de capitalizar esa crisis. El millón y medio de votos obtenidos en las elecciones de medio término en 2013 cayeron a poco más de 800.000. Si bien mirando la mitad llena del vaso uno podría decir que el FIT terminó siendo la cuarta fuerza tras los comicios generales del 25 de octubre de 2015, como expresaron muchos militantes del PTS, la diferencia entre las tres fuerzas del régimen representadas en el Frente para la Victoria, Cambiemos y UNEN y el FIT son abismales, tanto que ese cuarto lugar resulta casi anecdótico.

¿Era necesario dirimir las diferencias en una interna?

La pregunta que se nos impone ahora en el momento de los balances sobre lo que nos dejaron los comicios es si el FIT debía dirimir sus diferencias en una interna abierta. Cristina F. de Kirchner lo tuvo en claro para el FpV e impuso un candidato único aún a disgusto de una parte importante del kirchnerismo duro. El FIT, siendo una alianza electoral mucho más pequeña no debía dividir fuerzas en una interna y debieron, a ojos de muchos seguidores del Frente, consensuar una lista única. El fracaso de una interna y de llevar un candidato poco experimentado como Nicolás Del Caño terminó pasando factura. No digo que Jorge Altamira, candidato del PeÓ hubiera sido mejor que Del Caño, pero si creo que las alternativas para dirimir una instancia electoral dentro de las reglas del juego del sistema burgués de representación requieren de cierta experiencia para poder explicar con claridad el programa propuesto. No creo que con Altamira como candidato la performance electoral hubiera sido muy distinta, aunque estimo que si en todos estos años el FIT se mostraba verdaderamente como un FRENTE y no como una mera alianza electoral, el resulta hubiera sido muy distinto.

Otra cuestión que me parece clave analizar es el contexto electoral reciente, muy distinto al de años anteriores con un hartazgo generalizado luego de 12 años de kirchnerismo, muy probablemente más en las formas que en los contenidos programáticos del FpV. El Macrismo y la derecha más dura consiguió nuclear al “anti-kirchnerismo” y se llevó votos incluso de buena parte de una población progresista cansada de la década ganada. También se llevó votos de buena parte de la clase trabajadora, sobre todo de aquellos trabajadores que bien pagados cifran sus esperanzas en el levantamiento del piso impositivo que supone el pago de Ganancias. Para ser claros un porcentaje importante del voto PRO-Macri fue un voto ANTI-Kirchner. ¿Pudo el FIT haber propuesto una alternativa al Kirchnerismo? Quizás no debió ser ese el mensaje del FIT ni el objetivo, arrebatarle votantes al oficialismo sino seguir construyendo una herramienta política alternativa que haga frente a los tiempos violentos que parecen venir en los próximos meses.

La lucha cotidiana y lo electoral como estrategia

Mi sensación es que finalmente el FIT quedó enfrascado en la cuestión electoral y perdió parte de sus energías iniciales. Si bien muchos compañeros progresistas le achacaron al FIT el llamado al voto en blanco en el balotaje expresando que su estrategia era errada, a mi modo de ver no fue ese el GRAN fracaso del FIT. Tampoco se puede desconocer la participación de cada uno de los componentes del FIT en diversas luchas obreras y sociales como lo evidencia la presencia de sus tres Partidos en la lucha de los trabajadores de LEAR, en el acompañamiento a las víctimas de la impunidad como sucede en Tucumán, donde compañeros del Partido Obrero y del Partido de los Trabajadores Socialistas caminan las calles en protesta permanentemente. Pero al mismo tiempo la sensación que siempre me queda es que el enemigo del PTS es el PeÓ y viceversa y no son capaces de caminar juntos apuntándole al verdadero enemigo de la clase obrera. La división queda en evidencia cuando no consiguen acordar un comunicado único o un afiche de campaña unificado y evitar al mismo tiempo una interna o cuando uno de los dos partidos decide no acompañar al otro porque han perdido en esa interna. Para ser claros, al FIT le ha ganado el internismo electoralero y ha dejado de construir, si alguna vez se lo propuso, un frente obrero, antipatronal, de lucha. Ese FIT es el Frente que necesitamos la clase trabajadora, no el de las internas y el de las disputas egoístas en el que siempre parece prevalecer quién tiene el aparato más grande y quién moviliza más activos.

Los años porvenir con el gobierno bajo el signo macrista si bien serán años duros con ajuste y represión a la clase trabajadora, puede volver a ser, paradójicamente, una coyuntura favorable para que una vez más se procure re-construir un frente de izquierda mucho más amplio y con un programa obrero que llegue a las masas de trabajadores dispersos. De nada valdrá ubicarse discursivamente en el lugar del kirchnerismo que, enojado con el votante de Macri, desconoce que muchos votantes del macrismo provienen también de la clase obrera. El FIT para seguir existiendo debe mirar más allá del electoralismo que ha unido a las fuerzas que lo componen y deberá abrirse a otras expresiones de la izquierda y de los trabajadores aún con diferencias. No todos hablamos en troskista pero sin embargo muchos creemos que esa herramienta de unidad obrera es necesaria. Por los tiempos que pasaron, por los tiempos que corren y por los tiempos por venir. Prefiero ser optimista en un panorama que se presenta desolador. Sé que con los compañeros de la izquierda nos seguiremos encontrando en las calles y en infinidad de luchas, lo que no me queda claro es cuál será el futuro de esas luchas si lo que sigue primando es la división, el internismo y la proyección meramente electoralista. Otro FIT es necesario y urgente. La clase trabajadora lo requiere. Es mi deseo, como sé que es el deseo de muchos, que ese Frente se termine de consolidar de una vez. A pesar de la diferencias. A pesar de los matices.

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2 thoughts on “12 años de una década perdida (II)”

  1. Coincido con Rubén acerca de que el FIT es un frente electoral resuelto por tres agrupamientos para sobrevivir a las proscripciones legales. Intención respetable, pero no fue ni más ni menos que eso. Su intervención desde 1013 hasta hoy le permitió a la izquierda ganar cierto terreno en la divulgación de ideales socialistas. El FIT no fue pensado por sus promotores como un Frente Único Revolucionario para conformar un hipotético futuro partido revolucionario. Cada uno de sus integrantes considera que es EL partido y que, a la larga, los otros deberán integrarse o subsumirse a su organización. Eso explica que permanentemente hagan eje en su prédica propagandística, en la crítica (casi siempre destructiva) de unos contra otros, reproduciendo caricaturescamente las polémicas entre marxistas rusos de principios del siglo XX (bolcheviques contra mencheviques y/o socialrevolucionarios). Por la misma razón, ante eventos electorales, pugnan por la “manija”. En las últimas PASO, ¿tenían diferencias programáticas, o más genéricamente hablando, ideológicas? No. Disputaban cuál de los grupos iba a ser la cabeza y cara visible en lo propagandístico.
    Tampoco los tres grupos del FIT lo conciben como para desarrollar un Frente antimperialista/anticapitalista/socialista que exprese políticamente a una alianza obrero-popular. Aunque enuncian programas antimperialistas, esos grupos no conciben en su práctica ningún frente antimperialista. No lo han concretado en toda su existencia, ni se suman a una propuesta de ese tipo en la que ellos no tengan la manija. Pero aún, ni siquiera lo admiten en el seno de un frente electoral. Y para completar esta consideración debe tomarse nota que los grupos del FIT, que tienen una incipiente inserción en el activismo sindical, ni siquiera han contribuido a conformar un frente sindical clasista entre ellos mismos o con otras corrientes clasistas. La máxima “unidad” alcanzada ha sido en algunas listas gremiales y en más de una vez, van en listas contrapuestas unas con otras para confusión de los trabajadores y festín de las burocracias.
    Partiendo de esta comprensión, considero que ni un partido marxista revolucionario ni un frente antimperialista devendrán del actual FIT. La expectativa que plantea Rubén acerca de que “El FIT para seguir existiendo debe mirar más allá del electoralismo que ha unido a las fuerzas que lo componen y deberá abrirse a otras expresiones de la izquierda y de los trabajadores aún con diferencias” no creo que ocurra. Podrá seguir existiendo como auto-referencia de esos mismos grupos (si ellos mismos no destruyen el FIT) o como una referencia político-electoral hacia la sociedad, en tanto no surja otra expresión que la supere.
    El deseo de Rubén “Otro FIT es necesario y urgente. La clase trabajadora lo requiere”, precisamente podría materializarse si se construye OTRO frente que, en lo político-electoral pueda confluir con este FIT, solo si desarrolla una fuerza análoga y si, en esas circunstancias hoy hipotéticas, los grupos del FIT admiten un frente entre ambas corrientes.
    Existen numerosos grupos de militantes organizados en agrupaciones marxistas de inspiración guevarista que, a su vez, mantienen polémicas y diferencias en cuanto al objetivo de conformar una sola organización revolucionaria. Pero las discrepancias de enfoque de la realidad política (por ejemplo, la forma de intervenir en la política institucional, como es el terreno electoral, o la caracterización de la situación actual de las luchas de clases, o el tipo y metodología de organización a construir), hacen por el momento, imposible su unificación a pesar de los comunes ideales de Revolución Socialista. Paralelamente, existen numerosos grupos organizados que cultivan un criterio anti-partidista (o sinpartidista), porque asimilan ese concepto marxista a las tradiciones de “aparatos” y de verticalismo de sectas. Y además, existe un número importante de activistas sindicales clasistas no encuadrados en ninguna organización, por recelo y desconfianza a las existentes.
    En mi opinión, las energías militantes hay que ponerlas en la unificación ideológica y estratégica de los destacamentos revolucionarios de objetivos expresamente socialistas. Y esa unificación no solo está en el debate, sino en las prácticas comunes, sindicales y políticas. Tan retrasados estamos que no se logró, siquiera, una confluencia común para intervenir en las últimas elecciones. El eje no es la polémica con el FIT y sus integrantes, sino la lucha ideológica contra el capitalismo que, en la Argentina de hoy, muestra una vitalidad de dominación entre las corrientes burguesas liberal/conservadoras y progrepopulistas.
    Este esfuerzo se plantea orientada hacia un Frente Revolucionario. Y simultáneamente, la tarea política de esta confluencia, orientada hacia las masas, debe promover un Frente antimperialista y socialista.
    Abel

  2. Coincido en el hecho de pensar un FIT que contenga a otros agrupamientos revolucionarios es muy dificil ,si la logica es electoralista
    La calle demuestra lo contrario.
    La lucha nos encuentra casi siempre del mismo lado.En el terreno sindical no logramos avanzar aun en definir la mas amplia unidad antiburocratica como norte.
    Las direcciones de las superestructuras muchas veces dividen desde capital lo que en el interior esta con mayor cohesion que separacion.

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